El Athletic Club de Bilbao ha ganado este sábado su 25ª Copa del Rey (la 24ª según la RFEF, que no contabiliza la Copa de la Coronación que el conjunto vasco alzó en 1902) ante un meritorio RCD Mallorca, que se adelantó en el marcador y llegó a tener el partido exactamente donde quería, aunque quizás demasiado pronto.

Lo cierto es que para el Athletic este tenía que ser el año. Valverde ha construido un equipo reconocible y con las ideas claras, que juega bien pero que gana incluso sin hacerlo (véase la ida de más semis contra el Atlético). Y a todo eso se le añade que, por primera vez en años, tienen a un jugador que por sí solo marca diferencias: Nico Williams, el MVP del encuentro. Un cóctel que ha valido para que, justo 40 años después de la última Copa del Rey, puedan volver a sacar la gabarra.

El Athletic comenzó el primer minuto de partido avisando con una ocasión clara de Nico Williams. Y a partir de ahí, los de Valverde fueron carburando, queriendo el balón y aceptando ser los protagonistas ante un Mallorca que sabía que sus opciones pasaban por aprovechar las pérdidas rojiblancas en campo propio y por los córners.

Muriqi y Galarreta probaron suerte con dos disparos lejanos. Hasta que en el minuto 22, precisamente en un saque de esquina, Dani Rodríguez adelantaba al Mallorca con un disparo ajustado, después de una serie de rechaces dentro del área que ni Aguirrezabala ni su defensa lograron despejar.

Tres cuartas parte del estadio, las que ocupaban los aficionados del Athletic, enmudecieron. Y para buscar la reacción, los rojiblancos comenzaron a cargar sus ataques por el costado de Nico Williams, el jugador más activo de la primera mitad. Al extremo le anularon un gran gol por un fuera de juego de un pie, y poco después él mismo desaprovechó una jugada casi calcada para empatar antes del descanso. El arbitro añadió solo un minuto, a pesar de las perdidas de tiempo constantes del Mallorca, y la grada zurigorri se lo compensó con una sonora pitada.

En los últimos minutos de la primera parte el Athletic apretó más, pero se fue a vestuarios sin premio. El descanso era, para los de Valverde, un momento clave, porque el resultado desfavorable, unido al bagaje de las finales de Copa perdidas en los últimos años, podría haberse convertido en una piedra demasiado grande.

Nada más lejos de la realidad. Tras la reanudación Larin tubo la primera para el Mallorca, pero a partir de ahí el Athletic cogió de nuevo el mando y embotelló por completo al rival. El empate no tardó en llegar, con un disparo cruzado de Sancet desde dentro del área, que aprovecho un gran pase filtrado de (¿quién si no?) Nico Williams.

La afición rojiblanca estalló y los diez minutos siguientes el Athletic fue en volandas. Era ataque tras ataque, ahogando al Mallorca cada vez más y con un Nico Williams en modo supercrack, produciendo ocasiones desde el flanco izquierdo a un ritmo endiablado mientras dejaba regates imposibles por el camino.

El Mallorca supo aguantar el envite y la efervescencia del Athletic se apagó un poco. Aunque los vascos seguían siendo superiores, las diferencias disminuyeron, y el partido volvió a una senda más parecida a la de la primera mitad. Y mientras, los minutos pasaban, y ambos equipos arriesgaban menos con la mente puesta ya en la prórroga.

El tiempo extra acabó llegando, claro. Y en los 30 minutos de alargue, más de lo mismo. Ritmo mucho más bajo, a pesar de los numerosos cambios, y acercamientos peligrosos del Athletic cada pocos minutos. El Mallorca en este punto ya lo fiaba todo a los penaltis o a tener una y enchufarla. Se notaba en cada parón, cuando los jugadores no tenían ninguna prisa por reanudar el juego ante la desesperación de los aficionados del Athletic.

Los penaltis se mascaban desde mucho antes de que, efectivamente, acabáramos llegando a ellos. Pero aunque quedaban algunos micro infartos más. Por parte del Athletic, uno de Nico Williams en el 111', que mandó fuera en área pequeña un remate algo forzado, después de una gran jugada del Athletic por banda derecha. Y un minuto después, un gran cabezazo de Muriqi que Aguirrezabala resolvió muy bien despejando fuera.

En cualquier caso, nos fuimos a los once metros. Y ahí parecía, como en la final en general, que el Mallorca tenía más cosas que ganar que perder. Solo hubo que ver la reacción de la afición bermellona con el pitido final, cuando empezaron a jalear y a cantar "¡Sí se puede!". Los de Aguirre se abrazaron en círculo para planificar los lanzadores, pero convirtieron una charla que suele ser muy tensa en una fiesta, respondiendo a sus aficionados saltando y festejando como si ya hubieran ganado la tanda.

Mientras, los seguidores del Athletic, que se habían quedado congelados con el final del partido, reaccionaron animando a su equipo. Les animó el hecho de que los penaltis se lanzaran en el fondo rojiblanco, donde los zurigorri podían ejercer más presión. A la hora de la verdad Aguirrezabala se hizo grande para parárselo a Manu Morales, y Radonjic mandó el suyo a la grada. Berenguer puso la puntilla marcando el penalti definitivo. Athletic campéon. Y fiesta en Bilbao.