En julio de 2016, el gestor ferroviario alemán Deutsche Bahn se convirtió en la primera empresa europea en vender un bono a tipos negativos -lo que significa que los inversores pagan, por prestarle dinero-. Antes de terminar ese año, Telefónica colocaba una emisión a 35 años, la deuda a más largo plazo emitida por una empresa española. Y en 2017, las empresas de la eurozona se financiaron en los mercados por un importe récord, próximo a los 350.000 millones de euros.

Todas estos hitos no serían entendibles sin reparar en el apoyo que ha supuesto para las empresas europeas el respaldo del Banco Central Europeo (BCE). Desde que la institución incluyó la deuda corporativa en su programa de compra de bonos (QE), en junio de 2016, ha adquirido más de 150.000 millones de euros de compañías no financieras, como Telefónica, Repsol, Iberdrola o Gas Natural. Mientras que los títulos de la banca -presentes en el programa desde sus orígenes- alcanzan los 250.000 millones en balance.

Tanto el impacto directo de estas compras, como el efecto arrastre que ha supuesto para otras empresas la actuación del banco central, lo cierto es que las compañías europeas han disfrutado a lo largo de los últimos ejercicios de unas condiciones extraordinarias para financiarse en los mercados a tasas históricamente bajas.

Por eso el anuncio realizado el pasado jueves por el BCE, en el que desvelaba sus planes de poner fin a las compras de deuda el próximo mes de diciembre, implica para las empresas el aviso de un cambio de calado: el futuro de los costes de financiación señala, casi de forma inevitable, al alza. "Entramos en un mundo nuevo", reconoce David Ardura, director de Gestión en Gesconsult, aunque, matiza, la indicación de que los tipos de interés no se moverán hasta, "al menos", el verano de 2019, suaviza su efecto inmediato.

En 2020, cuando es probable que el BCE haya subido tipos, vencen 44.000 millones en bonos corporativos españoles

Lo cierto es que, ya en 2019, cuando el BCE dé un paso atrás en el mercado, los bancos y las empresas no financieras españoles tendrán que afrontar el vencimiento -y en su mayor parte la refinanciación- de unos 37.000 millones de euros ya sin el respaldo de Mario Draghi. Y esta cifra se eleva hasta los 44.000 millones en 2020, cuando ya es previsible que el supervisor monetario haya elevado los tipos de interés. En total, entre 2019 y 2022, los vencimientos de bonos de compañías españolas rondarán los 160.000 millones de euros, según datos de S&P.

Estos guarismos hablan de un claro reto para las empresas españolas, el de superar la vuelta a la normalidad en los mercados de deuda sin sufrir un impacto demasiado agresivo en sus balances. Los expertos confían en que están preparadas para ello. Sobre todo porque, como recuerda Javier Guzmán, codirector de mercado de capitales de Société Générale, el fin de las compras de deuda del BCE se debe a la buena marcha de la economía europea "y eso es al final lo importante para las empresas, que haya actividad, que generen ingresos, eso es lo que determina que puedan financiarse sin problemas".

Pocos dudan de que los costes de financiación van a elevarse en el medio plazo, no obstante, la confianza en que el BCE llevará a cabo una retirada muy gradual de sus políticas de estímulo y del escenario de bajos tipos de interés ofrece una garantía para el sector corporativo de que el repunte de los costes de la deuda no debería ser muy agresivo. De hecho, tras el anuncio del pasado jueves, se han reducido, al alejarse la posibilidad de un alza de los tipos hasta el verano de 2019.

"No vemos nada que nos haga pensar que el proceso de subida de tipos no va a ser gradual. Y eso es muy importante para que el repunte de los costes de financiación no se eleve de forma muy agresiva", señala Víctor Echevarría, analista de AFI.

La confianza en que la subida de tipos será lenta reduce el impacto en las cuentas de las empresas

Todas estas visiones parten, no obstante, de la expectativa de que la situación económica seguirá siendo favorable en el horizonte previsible. Sin embargo, las cosas podrían tornar más preocupantes si se produjera un deterioro notable del entorno de negocios en Europa. No en vano, ya las tensiones políticas de las últimas semanas, especialmente localizadas en Italia, provocaron un cierto repunte de las rentabilidades de los bonos corporativos, en un movimiento paralelo al de la deuda soberana.

David Ardura observa que durante los últimos años los inversores, confiados en la protección del BCE y necesitados de encontrar activos que ofrecieran rentabilidad, no han hecho en muchos casos una adecuada asignación de riesgos, lo que se ha traducido en que bonos corporativos de baja calidad se hayan colocado en el mercado a tasas históricamente bajas, no muy alejadas de las que pagan los de empresas más sólidas.

Partiendo de ese escenario, considera probable que ante un deterioro de la situación económica se produzca un movimiento de pánico inversor que dé como resultado un ensanchamiento acelerado de los diferenciales entre las condiciones de financiación de las empresas más seguras y las que pertenecen al universo de la inversión de alto riesgo o high yield.

"En esas circunstancies podríamos ver empresas al que se les cierra el mercado o que tienen que asumir una subida muy fuerte de los costes de su deuda", advierte el experto de Gesconsult, que, sin embargo, descarta que este escenario pueda llegar a verse este año o el próximo.

Compañías más sólidas

En cualquier caso, existe consenso entre los expertos en que las empresas españolas están hoy, en términos generales, en una posición financiera mucho más sólida que al inicio de la crisis. Los números parecen atestiguarlo: según datos del Banco de España, a cierre de 2017 la ratio de endeudamiento de las compañías españolas alcanzaba el 78% del PIB, frente al 117% en que se situaba a mediados de 2010, cuando alcanzó su récord.

Compañías como Telefónica o ACS son ejemplos claros de este proceso. La constructora que preside Florentino Pérez ha visto descender su deuda financiera neta desde los más de 8.000 millones que contabilizaba en 2010 a solo 359 millones a día de hoy. Telefónica, por su parte, ha reducido su endeudamiento en más de 11.000 millones, hasta situarlo por debajo de los 44.000 millones.

Además, las empresas, al igual que ha hecho el Tesoro Público, han aprovechado el entorno favorable de financiación no sólo para reducir su deuda y sus costes, sino también para aumentar sus plazos, lo que les garantiza el disfrute de financiación a bajo coste por un periodo prolongado y les otorga mayor flexibilidad para gestionar su tesorería.

La deuda de las empresas alcanza hoy el 78% del PIB, frente al récord del 117% de 2010

"En España se ha producido un proceso de desapalancamiento muy intenso. Y las empresas están manteniendo esa prudencia, porque ahora mismo, en un entorno de crecimiento económico, no se está viendo una expansión excesiva del crédito", observa Echevarría.

Esta mejora de la situación financiera corporativa unida a la fuerte recuperación de la economía nacional favorece que hoy los inversores miren con mayor confianza a las empresas españolas. "A nivel internacional, España y sus empresas están cada vez más cerca de la Europa core. Ya no somos un periférico. No estamos al nivel de Francia aún, pero sí que estamos más cerca de Francia que de Italia, como se puede comprobar viendo la prima de riesgo", comenta Javier Guzmán.

Todos estos factores permiten augurar al experto de Société que el previsible repunte de los tipos en los próximos trimestres no debe suponer nada preocupante para las empresas españolas. En su opinión, éstas han hecho los deberes a tiempo y ni siquiera es de prever una avalancha de emisiones en los próximos meses tratando de anticiparse al repunte de los tipos. "Los tipos de interés no se van a subir durante los próximos 12 meses y tratar de posicionarte ahora para dentro de un año es complicado. Por medio pueden pasar muchas cosas", indica.