Economía

Análisis

Barcelona viaja en taxi... al siglo XX

Taxi Barcelona.

Taxi Barcelona. EFE

Más de 100.000 personas asistirán en Barcelona al Mobile World Congress (MWC), la feria de telefonía móvil más importante del mundo que se celebra del 24 al 27 de febrero. Pero si los principales representantes de la tecnología mundial quieren pedir taxis a través de una app solo tendrán menos de 5.000 vehículos disponibles, los que ofrecen servicio a través de plataformas como Mytaxi. Si además se mantiene la huelga de metro anunciada, no va a ser fácil moverse en la capital de la movilidad mundial.

Uber y Cabify no estarán disponibles porque al aprobarse el viernes la nueva regulación de la Generalitat para vehículos VTC, que les obliga a precontratar sus servicios con una antelación mínima de 15 minutos, anunciaron que ya no darán servicio en Cataluña.

Que las dos mayores plataformas de movilidad en Europa abandonen una ciudad no quiere decir que se vayan para siempre. Hace años Uber ya abandonó otras ciudades en los pulsos que ha mantenido con Ayuntamientos como Londres, París o Berlín y luego ha terminado volviendo a operar cuando se llega a un acuerdo normativo. Entre tanto, la patronal del sector del alquiler de vehículos con conductor, Unauto, ha anunciado que quedan en la calle 3.500 trabajadores de VTC. El eslabón más débil del pulso regulatorio.

Legislación obsoleta

Creían en la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona que lo más urgente era calmar las protestas de los taxistas para que no colapsaran la Ciudad Condal durante el MWC, que daría una mala imagen internacional. No midieron, sin embargo, las consecuencias que va a tener haber legislado de forma precipitada contra la propia movilidad. Porque una ciudad no solo se colapsa por la presencia de una manifestación, también por incomparecencia de un servicio.

En Cataluña se han equivocado permitiendo que el futuro de la movilidad se retrate como una guerra entre taxistas y VTC. Como si para que ganaran los primeros tuvieran que perder estos últimos, cuando en realidad los que pierden son los usuarios. No solo han legislado contra las VTC y sus trabajadores, también contra el sector del taxi que se quiere modernizar y se ve obligado a operar con una legislación obsoleta. Los taxistas pueden competir con las nuevas formas de movilidad, pero para mejorar necesitan competencia.

Una normativa justa claro que pasa por incluir más exigencias a las VTC, que llevan tiempo aprovechándose de un vacío legal por un servicio que se pensó para un mundo anterior a las apps. Pero nada tienen que ver esas exigencias con forzar la ineficiencia de su modelo de negocio retrasando la contratación 15 minutos sino con mejorar su servicio.

Las empresas de VTC y las plataformas digitales necesitan aumentar las garantías de los viajeros (obligándoles a Uber y Cabify a poner topes a los precios máximos que pueden cobrar en momentos de alta demanda, por ejemplo); también han de garantizar los derechos de los trabajadores de las VTC (asegurando unas condiciones laborales dignas, como el número máximo de horas que pueden circular y que no haya falsos autónomos); y, no menos importante, las administraciones deben asegurarse de que las plataformas de movilidad cumplen sus obligaciones fiscales en España, incluyen seguros de responsabilidad civil que protegen al usuario y conductor en caso de accidente, y reclutan conductores con mayores exigencias que haber dejado de circular con la L del primer año de carné. Lástima que la regulación de la Generalitat nada tenga que ver con esto.

Nuevas normas también para taxis

Es urgente adaptar la normativa de transporte urbano, pensada para el siglo XX, a las nuevas demandas de los usuarios del siglo XXI. Este pasa necesariamente por la digitalización de todos los aspectos de la economía y, por tanto, por hacer cambios normativos que afectan a los taxistas. Son muchos los profesionales del sector que piden una mejora en la regulación que les ayude a competir con los nuevos modelos.

Los taxistas no pueden elegir el modelo de coche con el que trabajan, no pueden fijar sus precios ni los días que circulan a la semana. ¿Por qué tienen que librar necesariamente un día del fin de semana y otro de lunes a viernes? ¿No tendrían derecho a elegir, por ejemplo en el caso de la alta concentración de trabajo del MWC, qué días trabaja cada uno? ¿No sería mejor asegurarse de que ningún conductor pasa más de 10 horas al volante y que toma descansos cada cierto tiempo? Eso vale tanto para taxistas como para VTC y la tecnología permite controlarlo.

La tecnología actual también permite una mayor flexibilización de los precios para los taxistas. Inicialmente, la fijación de un precio estándar se estableció para dar seguridad a los usuarios. Pero la tecnología actual permite, a diferencia del siglo XX, cuadrar oferta y demanda de un modo mucho más eficiente, además teniendo en cuenta el tráfico en tiempo real.

Una cosa es regular los abusos poniendo topes a los precios máximos (y mínimos) y otra que un taxista no tenga manera de decirle a un cliente cuánto va a costar la carrera de antemano porque el ayuntamiento tiene un sistema de fijación de precios que se basa solo en un taxímetro en vez de en un algoritmo. Esta es una de las diferencias que los usuarios de Uber y Cabify más valoran y que los taxistas, aunque quieran, no pueden ofrecer porque tienen las manos atadas con la fijación de precios.

No es casualidad que los taxis que apuestan por modernizar su sistema de movilidad y avanzar en la digitalización sean menos visibles en las reivindicaciones que se han visto en Barcelona y todavía se mantienen en Madrid. Algunas de las asociaciones y federaciones que hablan en nombre del sector gestionan radioemisoras y sistemas tradicionales de contratación a través de radio taxi (cobran por tener acceso al servicio y la instalación de la emisora en el vehículo) y ven en las apps para taxistas una amenaza a su modelo de negocio.

Porque digitalizar el taxi no solo significa poderlo reservar a través de internet. Implica también que dispongan de un algoritmo verdaderamente eficiente que asigne la contratación de trayectos en función a los que se encuentren más cerca de cada cliente. Y para eso hace falta que la administración se ponga las pilas regulando pensando en el futuro de la movilidad en vez de un statu quo caduco.

El decreto ley de la Generalitat que entró en vigor el viernes no ayuda al taxi a llegar al futuro, trata con torpeza de parar el tiempo.

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