La crisis del coronavirus está cambiando nuestras vidas. Ha sido cómo un tsunami imprevisto que de repente nos ha enfrentado a un enemigo invisible, global, terrible que en pocos días ha llenado el planeta de miedo, pánico y la sensación, para muchos desconocida de no tener ningún control sobre nuestras vidas, nuestro presente y nuestro futuro. De repente tenemos que vivir al día sin saber lo que puede pasar mañana.

Pregunta.- Unai, acaban de lanzar ustedes una previsión aterradora; al cierre del mes de marzo, según las estimaciones de los principales sindicatos, España podría perder un millón de puestos de trabajo… ¡Un millón de despidos! ¿No es una estimación algo tremendista? 

Respuesta.- Ojalá lo sea. Es una estimación a partir de la antigüedad de los trabajadores indefinidos y de la duración de los contratos temporales. Hecho a partir de la Encuesta de Población Activa y del registro de contratos del SEPE. Recoge todas aquellas personas cuya indemnización es tan nimia, que la posibilidad de que las empresas opten por el despido es enorme, y la experiencia nos demuestra que suele ocurrir eso. Por eso, cuando el Gobierno abrió fórmulas alternativas, le plantemos que se cerrara el recurso habitual al despido.

P.- Ocurre que suman ustedes para llegar a esa cifra, por un lado, los contratos rescindidos, pero por otro, los no renovados. No seré yo, por supuesto quien le vaya a discutir sus métodos de medición porque sé que son ustedes extremadamente rigurosos en estas cuestiones, pero… ¿No habrá alguna organización empresarial o incluso el Gobierno que les haga esta misma observación que le hago yo?

R.- Insisto. Esperemos a los datos oficiales. Es una estimación del número de trabajadores cuyas condiciones de despido son tan baratas, que la propensión de las empresas a utilizar esa fórmula de la extinción del contrato es enorme. Nada me gustaría más que errar en la estimación.

P.- ¿Cómo valora la moratoria de los despidos anunciada este viernes por la ministra de Trabajo?

R.- Desde el sindicato la valoramos positivamente . Se trata de lograr que el empresario opte por otras fórmulas alternativas. No pretendemos que sea imposible despedir, sino que el empresario utilice otros medios a su alcance -ERTE, adaptaciones de jornada, etc.- mientras dure la crisis sanitaria. El despido debe ser siempre la última posibilidad.

P.- ¿Los ERTES son una especie de solución de ‘emergencia’ para evitar que se destruyan más empleos aún y proteger en la mayor medida posible al trabajador o son una práctica que ustedes no aceptan como regla general?

R.- CCOO lleva mucho tiempo reclamando que en España se cambie la fórmula habitual de contratación temporal/precaria y despido como fórmula de ajuste en las empresas. Lo que algunos llaman flexibilidad externa. Y que sea sustituida por alternativas -flexibilidad interna pactada- en las que el despido sea la última opción cuando hay problemas en una empresa. Un modelo más inspirado en el alemán, que salvaguarda muchísimo empleo cuando hay crisis. Es verdad que el tamaño medio de nuestra empresas es minúsculo y que tenemos menos sector industrial que ellos, y por tanto el modelo quizás no es exactamente trasladable.

Por tanto a nosotros ese esquema nos parece digno de tomar en cuenta. Pero eso sí, con muchas más garantías de las que ahora existen porque se han hecho tan livianos los sistemas de control sobre estos ERTE -producto de la emergencia de esta crisis- que va a colar de todo. Eso no puede ser y, desde luego, en situaciones de normalidad es un despropósito.

P.- Les he llegado a escuchar que habría que prohibir los despidos, o al menos encarecerlos… volver por ejemplo a indemnizaciones de 45 días por año trabajado, como estaba en ley hasta 2010-2011… Quiero enlazar esta cuestión con otra muy preocupante: ¿hay empresas que aprovecharán esta situación para ajustar ‘a su aire’ sus plantillas?

R.- Los ERTE de fuerza mayor que se aprueben ahora llevarán una exigencia, que es mantener los niveles de empleo durante 6 meses. Lo que estamos diciendo es que si España va a hacer un esfuerzo de muchos miles de millones para sostener empleo financiando las prestaciones de desempleo asociadas a estos ERTE, si se va a avalar toda la necesidad de crédito de empresas y autónomos, se exija una contrapartida: no despedir. Y como con llamamientos a la buena voluntad no sirve, tómense medidas que eviten esos despidos. Y hemos planteado algunas. Una moratoria a los despidos como en Italia, condicionar cualquier ayuda a las empresas a que no despidan, o una indemnización del despido que tenga un coste disuasorio para las empresas. ¿Para ahogarlas? No, para que opten por las medidas alternativas al despido que hemos puesto en marcha. Ni siquiera presupongo que haya quien aproveche que “el Pisuerga pasa por Valladolid” para ajustar “a su aire” las plantillas. Es que muchas empresas funcionan así por inercia. Y hay que romper esa inercia. No destruir empleos ni empresas, ese es el lema mientras dure el estado de alarma.

P.- ¿Están siendo suficientes las medidas adoptadas por el Gobierno en sus ya varios paquetes de incentivos económicos? Hay muchos colectivos que han puesto un grito desesperado en el cielo: personas sin derecho a subsidio, trabajadoras del hogar, gentes que han tenido que dejar de trabajar para cuidar a dependientes… ¿podría hacer el Ejecutivo más de lo que está haciendo?

R.- Creemos que en general van bien orientadas pero son insuficientes. En España existen millones de personas en situación de precariedad vital. Empleos temporales y rotatorios, economía sumergida, nuevas formas de empleo falsamente mercantil, salarios que no llegan ni a la subsistencia, inquilinos vulnerables, familias sin ningún ahorro… Para estas personas las crisis se resuelven siempre por exclusión, porque se regulan medidas paliativas para la parte de la sociedad más “estructurada”. Es el momento de buscar una salida inclusiva. Por eso atreverse a tomar medidas para disuadir los despidos, o proteger con rentas a quienes se han quedado sin empleo y ni siquiera habían generado un derecho a prestación o subsidio, o regular aplazamientos o suspensiones del pago de alquileres, son medidas determinantes. Primero para que estas personas tengan recursos en una situación muy difícil. Segundo porque, en cuanto salgamos de la emergencia sanitaria, toda prestación que se otorgue ahora va a contribuir a reactivar la economía. Y tercero -y creo que no en tercer lugar- porque daría una idea de que se quiere coser el país también con los que pierden siempre, en un momento de shock emocional sin precedentes.

En general, las medidas del Gobierno van bien orientadas pero son insuficientes. En España existen millones de personas en situación de precariedad vital

P.- ¿Considera suficiente el confinamiento o prohibiría directamente todas las actividades productivas no esenciales para proteger los trabajadores? ¿Tiene sentido que haya obras de construcción en un momento tan delicado?

R.- Creo que ninguna empresa ni actividad que no esté en condiciones de cumplir las medidas y protocolos de seguridad debe tener actividad en este momento. Y no se están cumpliendo esas medidas incluso en sectores que son imprescindibles para las necesidades básicas de cuidados de la población. Por tanto hay que garantizar esas medidas preventivas.

En efecto, las obras ordinarias de la construcción -que además es una actividad que comporta un riesgo de accidentabilidad propio muy alto y que funciona con cadenas de subcontratación- creo que no tienen sentido en este momento. Pero ojo, el sector de la construcción también desempeña tareas esenciales como el mantenimiento, reparación de estructuras estratégicas, sin olvidar que algún subsector como el de las cementeras se está reconvirtiendo para eliminar residuos peligrosos en esta crisis.

P.- Un colectivo especialmente castigado está siendo el de los autónomos; reclaman que se condonen las cuotas de marzo y abril, no solo a quienes cesan en su actividad sino a quienes ven reducidos, por ejemplo, a la mitad sus ingresos. El Gobierno solo acepta esto si se acredita una caída de facturación de un 75% respecto a la media del último semestre. Pero parece injusto castigar a alguien que pasa de facturar 800 a solo 400 (50%) y beneficiar a quien de 8.000 euros mensuales pasa a facturar 2.000, por ejemplo. ¿Tanto costaba adoptar esta medida con carácter universal? Las asociaciones hablan de no más de 800 millones de euros, que son ‘peanuts’ con la que está cayendo.

R.- Podría haberse optado por una medida que combinase la caída de facturación con una especie de escala progresiva para aplicarla, aunque me temo que alguna asociación hubiera puesto el grito en el cielo. Los autónomos necesitan acceder a la prestación de cese de actividad, y poder financiar el gap que van a tener entre gastos fijos y caída radical de ingresos. Líneas de financiación sin coste y liquidez. Quienes tengan trabajadores contratados deben saber que les sale mejor instar un ERTE que optar por el despido.

En mi opinión el coste de las medidas para las personas autónomas va a estar muy por encima de los 800 millones de euros. 

Las instituciones europeas tienen que dar una respuesta diametralmente distinta a la que dieron en 2010. Hay que forjar un “escudo financiero”

P.- ¿No debería hacer también algo más Europa? Reputados economistas, y no solo ‘keynesianos’ o socialdemócratas piden a gritos ya ‘Coronabonos’ para mutualizar la deuda. Afirman que, de no ser así, España o Italia podrían suspender pagos en un mes más, o a lo sumo en dos.

R.- La Unión Europea se la juega. Todas las medidas que venimos analizando en esta entrevista van a tener un coste enorme. Van a ser millones de personas afectadas, así como centenares de miles de empresas. El cuadro macroeconómico de España se va a deteriorar muchísimo en los próximos trimestres en términos de déficit y deuda pública. No puede ser de otra manera, si queremos evitar el desastre. Pero las instituciones europeas tienen que dar una respuesta diametralmente distinta a la que dieron en 2010. Hay que forjar un “escudo financiero” para evitar los ataques especulativos a la deuda soberana de países como España. Si se dispara la prima de riesgo y se estrangula nuestra financiación, estamos perdidos. Y ahí el BCE tiene un papel determinante que parece dispuesto a jugar, y ahora tiene herramientas que no tenía en 2010.

Pero no sirve con eso. Tiene que haber un plan de reconstrucción y de inversión paneuropeo. Y debe financiarse. No será con los ridículos y recortados presupuestos de la UE. Los eurobonos, el BEI (Banco Europeo de Inversión) y cada uno de los países tienen que tomar políticas expansivas para impulsar el crecimiento de forma rápida. La crisis será profundísima pero hay que tratar que sea corta.

O la Unión Europea hace eso, o creo que la pérdida de legitimidad del proyecto, ahora sí, será irreversible. Y el escenario posterior es impredecible. Y no lo olvidemos, en un momento geopolítico donde el propio proyecto UE está siendo debilitado, como demuestra el Brexit. Insisto. Es ahora o nunca

P.- ¿Sigue creyendo usted que la Comunidad de Madrid, con Díaz-Ayuso a la cabeza, hace ‘dumping fiscal’, como declaró hace un mes? Se lo digo porque han aprobado una ayuda para autónomos que incluyen una cantidad lineal de 3.200 euros, al margen de las que el Ministerio de Hacienda se resiste a aprobar…

R.- Es obvio que sí. No es que lo diga yo, es que lo teoriza su presidenta y los tres partidos que la sostienen. Hablan de bajadas generalizadas de impuestos, de competencia inter-territorial por bajar aquellos cedidos a las CCAA, de que el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos…

El modelo de Díaz-Ayuso lleva a tener un Estado social raquítico y a una disminución de la cobertura de las necesidades que la ciudadanía pone en común y financia en común

Ese modelo lleva a tener un Estado social raquítico y a una disminución de la cobertura de las necesidades que la ciudadanía pone en común y financia en común. En definitiva, a debilitar todo aquello que aplaudimos a las ocho de la tarde en las ventanas. En EE.UU. el coste por un tratamiento del coronavirus es de 35.000 dólares. Llevaron al extremo eso de que “el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos”. Cuando vienen mal dadas, te curas si tienes el bolsillo lleno. Si no, pues no.

No digo que eso pase en Madrid, obviamente es una comunidad autónoma y no un país y tienen una capacidad fiscal limitada, pero ese es el esquema último del modelo neoliberal, que debiera pasar al cajón de la historia.

P.- ¿Será está crisis igual o peor de la de 2008? ¿Hay peligros de una gran depresión, la primera desde 1929?

R.- La crisis no tiene nada que ver con la de 2008, y solo una obcecación en las mismas medidas frente a la actual la harían parecerse. Sinceramente hay grandes incertidumbres. Es una pandemia mundial que va a afectar a muchos países con distinta intensidad, y no todos a la vez. Y es probable que la relación entre cuidar vidas y parar la economía sea muy diversa -no hay más que oír a personajes siniestros como Bolsonaro y ver cómo enfoca esto la administración Trump-. 

Las medidas que se toman son con la idea de ir a una crisis en “V” y no en “L”. O sea, muy profunda pero esperemos que corta. Pero ¿qué ocurre si nuestra salida de la “V” coincide con la caída de la “V” de otros países centrales de Europa? Las economías hoy están muy interrelacionadas y tiene que haber una política de impacto en todas las grandes áreas del mundo. Prioridad absoluta frente a la pandemia: salvar vidas; dedicar los recursos necesarios para amortiguar las consecuencias sociales y económicas de las medidas de emergencia sanitaria; planes de impulso económico para reactivar la economía; y blindaje financiero del deterioro de los cuadros macroeconómicos de los Estados.

P.- Lo cierto es que, para los trabajadores, últimamente parece que nunca sale el sol; tuvimos una crisis del petróleo en el inicio del año y a todo un sector como el del campo en la calle, con desesperación y tractoradas…

Las economías hoy están muy interrelacionadas y tiene que haber una política de impacto en todas las grandes áreas del mundo

R.- Los problemas del campo son bastante más estructurales. En España tienen que ver con el excesivo poder de mercado de las distribuidoras para fijar precios de venta, los precios de importación de productos obtenidos en países con bajos estándares salariales, sociales o medioambientales, y déficits en la estructura de nuestro sector primario –aunque una parte haya hecho un gran esfuerzo de modernización-. 

P.- ¿Se siguen sintiendo, en pleno siglo XXI, los reales representantes de la mayoría de los trabajadores?

R.- Bueno, es que los sentimientos son otra cosa. Somos los representantes de los trabajadores porque vivimos en una democracia donde estas cosas no se sienten, se votan. Y en las elecciones sindicales, CCOO es el sindicato más representativo de España porque millones de trabajadoras y trabajadores nos votan para que lo seamos. 

Es verdad que hoy hay una parte de la clase trabajadora que no se siente vinculada por formas clásicas de representación. Pero permítanme un comentario. En esta situación de emergencia, cuando las cosas se ponen de verdad feas, la gente recurre al sindicato. No a plataformas, ni a movimientos líquidos, ni a quien les “canta” slogans fáciles, ni consejos de autoayuda. Aquí está ocupándose de la gente lo sólido: los servicios públicos, el personal sanitario, la gente que limpia, que cuida, el Estado, el sindicato. Y echamos en falta industria con capacidad de producir bienes básicos frente a la pandemia, investigación estructurada… en fin. Todo aquello que se dijo que era prescindible en la sociedad líquida, autosuficiente e individualista, de la que habría que hacer una revisión más que crítica. 

P.- Se lo he preguntado ya más veces, pero… estamos en las puertas de un mundo nuevo, inquietante e incierto. Dibújeme el papel de los sindicatos en lo que queda de siglo XXI, que es casi todo…

R.- Estamos en un mundo con pocas certezas. Hablaba del shock psicológico que va a tener una sociedad moderna, un tanto hedonista, que se siente confinada y vulnerable. Es verdad, estamos en un proceso de mutación intenso, pero que no hay que asumir acríticamente, y este desastre que estamos viviendo debiera servir para poner los pies en el suelo.

Al 100% no saldremos porque quedarán muchos muertos en el camino, pero al menos espero que salgamos más sabios y distinguiendo lo fundamental de lo accesorio

Y ahí veo el papel del sindicato. Con los pies en el suelo que para nosotros son los centros de trabajo, pero sabiendo que nos movemos en una realidad muy distinta. Empresas distintas que funcionan en red en sectores muy diversos. Sociedades distintas, fragmentadas, más individualistas. Tenemos que representar diversidad, pero no para diluirnos en esa diversidad, sino para agregar intereses que en nuestra opinión siguen siendo de clase, pero de manifestaciones muy distintas a las del mundo fordista y las sociedades homogéneas.

P.- ¿Cómo está pasando estos días, señor Sordo?, por terminar con un apunte personal…

R.- Mezclando sensaciones. Mucha angustia cuando veo a los afectados por la pandemia, los enfermos, los muertos, las trabajadoras y trabajadores de la sanidad y el riesgo de colapso de nuestro sistema sanitario. Con emoción cuando veo el papel del mundo del trabajo, ese cuya desaparición se había teorizado, y que ahora se muestra como imprescindible en cuidadores, sanitarias, reponedores de supermercados, agricultoras, trabajadores de otros sectores. Con mucho estrés porque ha habido que reconfigurar toda la actividad del sindicato en cuestión de dos día, pero con muchísimo orgullo porque son cientos de sindicalistas los que están dando todo por atender a la gente cuando es tan difícil moverse, ir a empresas… en fin. Tremendo. Y en lo más personal al menos por ahora sin ningún síntoma, y sobrellevando el confinamiento porque no dejas de estar en una situación desconocida y fuera de tu casa.

P.- ¿Saldremos de esta? ¿Nos recuperaremos al 100%?...

R.- Saldremos de esta, claro que saldremos. Creo que no seremos iguales, pero tampoco lo sé. La capacidad de las personas de metabolizar las experiencias vitales son enormes. Al 100% no saldremos porque quedarán muchos muertos en el camino, pero al menos espero que salgamos más sabios y distinguiendo lo fundamental de lo accesorio. 

P.- ¿Qué consejo daría a todos los trabajadores que leerán esta entrevista para estar más preparados a los efectos el tsunami ‘coronavirus’?

Obviamente que cumplan y hagan cumplir los protocolos de seguridad en su trabajo y fuera de él. No me atrevo a dar más consejos a nadie. Termino con dos frases de un vídeo que hemos grabado: “Somos los que con nuestro trabajo sostenemos el país: cuando todo se paró, tú seguiste”. “Aunque no nos podemos tocar, estamos juntos”.

R.- Gracias; ¡Salud! … y mucha fuerza y ánimo…