Repsol registró en el primer trimestre unas pérdidas netas de 487 millones de euros, frente al beneficio de 608 millones que obtuvo el año pasado. Unos números rojos provocados a la depreciación del valor de sus inventarios, con un zarpazo de 790 millones por la caída del precio del petróleo, y por el desplome de la demanda en plena crisis del coronavirus.

A pesar de las pérdidas, la evolución del negocio de Repsol durante el trimestre ha sido mejor de la esperada, batiendo las previsiones de los analistas. La petrolera ha obtenido un resultado neto ajustado –que mide la evolución real de la actividad sin el efecto de la volatilidad del precio de los inventarios- de 447 millones de euros, un 27,7% inferior a la registrada en primer trimestre del pasado ejercicio.

Las cuentas trimestrales también reflejan un primer impacto de la crisis del coronavirus. Repsol subraya que durante la epidemia está priorizando su papel de suministrador de servicios esenciales frente a la rentabilidad, y que ha mantenido en funcionamiento todas sus instalaciones, incluidas sus estaciones de servicio (unas 3.400 en España), siete complejos industriales (5 en España, uno en Portugal y otro en Perú) y una docena de fábricas de GLP.

Repsol ha lanzado un plan de choque de urgencia para hacer frente al doble impacto en sus cuentas de la epidemia de coronavirus y del desplome de los precios del petróleo y del gas natural. Un plan de contingencia con medidas drásticas que suponen ajustes por 2.150 millones de euros para sanear su balance y evitar un aumento de la deuda.

El Plan de Resiliencia 2020, que así se llama la iniciativa aprobada por la compañía, busca sostener los resortes financieros de la compañía ante el zarpazo que supone la caída de los precios de las materias primas. La petrolera maneja un escenario con un barril Brent de crudo en 35 dólarres y el gas Henry Hub a 1,8 dólares por MBtu.

Repsol se coloca en modo economía de guerra y anticipa recortes de gastos operativos de 350 millones de euros, una reducción de 1.000 millones de euros de inversiones previstas (un 26% menos de la guía que mantenía hasta ahora) y optimizaciones del capital circulante por otros 800 millones de euros frente a lo presupuestado inicialmente. La compañía asegura que busca evitar ajustes de plantilla masivos con estas medidas.

La petrolera comandada por Josu Jon Imaz mantiene su compromiso de pagar un dividendo de un euro por acción este año a pesar de los recortes. Sin embargo, la compañía sí que renuncia la retribución extra prometida a sus accionistas mediante una reducción de capital del 5% y que, cuando fue anunciada, suponía una operación de unos 1.000 millones de euros. Tras el desplome bursátil de las últimas semanas, esa participación tiene una valoración de apenas 600 millones.

La deuda neta a 31 de marzo alcanzó los 4.478 millones de euros, frente a los 4.220 millones del cierre del ejercicio anterior. En su Plan de Resiliencia 2020 Repsol augura que la deuda neta de la compañía no se incremente a cierre del ejercicio con respecto a 2019.

En paralelo, Repsol presume de contar con una holgada liquidez financiera, que a cierre de marzo le permite cubrir sus vencimientos de deuda a corto plazo y más allá, hasta el año 2024 incluido, sin necesidad de refinanciación. Además, la compañía se reforzó a principios de abril con dos emisiones de bonos por un importe total de 1.500 millones de euros, a cinco y diez años, con una demanda que superó en más de 2,6 veces la oferta. Repsol también incrementó las líneas de crédito comprometidas en 2020 en 1.300 millones de euros.