El cambio en la política monetaria y la consecuente subida de tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE) no ha logrado, todavía, la estabilidad de precios, que la misma institución fija en el 2%. En España, los precios escalaron en septiembre un 3,5% y lo hicieron por la electricidad y los carburantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los precios energéticos vuelven a ser el foco de una tendencia que empezaba a doblegarse antes del verano pero que coge fuerza de nuevo.

Las previsiones de las principales instituciones económicas alertan de que los costes energéticos seguirán añadiendo leña al fuego de la inflación. El aumento previsto de los precios de los carburantes y de la electricidad han hecho que el Banco de España empeore sus expectativas en cuanto al índice de precios al consumo (IPC).

En sus proyecciones macroeconómicas, el supervisor bancario estima que este año el índice armonizado de precios al consumo (IAPC) terminará el año con una subida del 3,6%, frente al 3,2% que pronosticó en junio. Para 2024, espera que sea del 4,3%, frente al 3,6% que estimaba antes del verano. En cuanto al mismo índice pero excluyendo la energía y los alimentos, el supervisor bancario pronostica subidas del 4,1% este año y del 2,3% el próximo año.

“En el período estival se han observado un empeoramiento del contexto económico exterior y un repunte de los precios de la energía”, apunta en su informe.

Por qué suben los precios de la energía

El precio de la energía ha vuelto a tensarse a pesar de que Europa ha ido progresivamente abandonando la dependencia de Rusia. Ni el gas ni el petróleo suponen un problema de abastecimiento para los países de la UE, pero este hecho no ha impedido que llenar el depósito de nuestros coches o regular la temperatura de nuestros hogares sea caro.

El petróleo es uno de los principales culpables de que el IPC vuelva a repuntar. El barril de Brent ya coquetea con los 100 dólares y los analistas financieros lo ven en esos niveles e incluso por encima en las próximas semanas. Goldman Sachs elevó recientemente su pronóstico para el Brent a 12 meses de 93 dólares por barril a 100 dólares debido a “una reducción de inventarios modestamente mayor”, escribió el banco de inversión en una nota reciente fechada el 20 de septiembre.

Arabia Saudí, uno de los principales proveedores mundiales, decidió reducir drásticamente su producción. Desde julio, el gobierno del país eliminó del mercado hasta nueve millones de barriles diarios, provocando que la oferta sea menor. Este recorte se ha traducido en el encarecimiento de los carburantes. Por ejemplo, desde que se iniciara el verano, el diésel se ha encarecido un 16% y el litro de este derivado se sitúa en los 1,68 euros. La gasolina, por su parte, ronda los 1,75 euros, con una subida del 10,5%.

El precio de la gasolina y el diésel empujan al IPC al alza...

El mercado gasístico tampoco da tregua. A pesar de que el estado de las reservas de gas natural en Europa es óptimo (ronda el 95% del total) el precio del megavatio se sitúa en los 34 euros en España durante la primera quincena de septiembre. Lejos quedan los 29 euros de mayo, cuando la inflación se redujo, aunque también se aleja de los 60 euros que se pagaban a inicios de año. Los futuros no son nada halagüeños y para los próximos meses se negocian en torno a los 40 euros.

Para entender la subida de precios tenemos que mirar a Estados Unidos. La exportación de gas natural licuado (que va en buques metaneros) se está reduciendo drásticamente para atender su propia demanda. A eso, hay que añadir las huelgas que han iniciado trabajadores en varias plantas energéticas del país o de Australia. La incertidumbre es aún mayor por las previsiones meteorológicas ya que anticipan un invierno mucho más frío que el anterior, que fue cálido.

... y el coste de la electricidad se traslada a los alimentos

Con la subida del precio del gas se produce el efecto arrastre en el mercado eléctrico. En España, los ciclos combinados son una de las tecnologías más utilizadas para generar electricidad. A cierre de septiembre, el megavatio/hora se sitúa por encima de los 110 euros. El Gobierno aprobó en junio la reforma de la tarifa regulada de la luz, el denominado precio voluntario para el pequeño consumidor (PVPC), con el objetivo de reducir la volatilidad. A partir de enero del próximo año una parte del coste de la energía de la tarifa PVPC dejará de estar directamente vinculada al precio diario del mercado mayorista para indexarse a los mercados de futuros de un mercado que se llama OMIP.

Impacto en la cesta de la compra

Como ocurrió tras el estallido de la guerra de Ucrania, los precios de la energía tienen consecuencias para muchos otros productos, entre ellos, los más básicos y relativos a la alimentación. Como se observa en el gráfico anterior, aunque el IPC general ha logrado situarse en tasas anuales más bajas que hace un año, se observa que los alimentos siguen encareciéndose por encima del 10%.

Cabe señalar que parte del descenso en la tasa interanual del IPC se explica por un efecto estadístico. Durante el verano de 2022 se registraron máximos en el IPC, por lo que en comparación con esas tasas, las de este 2023 han resultado inferiores.

Como explicó este periódico, al incremento de los costes de producción, hay que sumar que algunos de los productos básicos de la alimentación han sufrido situaciones concretas que han hecho que sus precios sean más elevados.

El aceite se ha enfrentado a la sequía, por lo que los economistas esperan que aún continúe subiendo. La producción de leche y los huevos ha bajado por las fuertes temperaturas; la de azúcar ha disminuido por las menores cosechas y porque algunos productores han limitado sus exportaciones -España solo produce el 30% del azúcar que consume- y los piensos de los animales y los fertilizantes, que han duplicado su precio por la guerra de Ucrania, también están influyendo en la carne y otro sinfín de productos.

La inflación condiciona al PIB

Una inflación más persistente tiene consecuencias para el crecimiento económico. Tanto es así que, de cara a 2024, el Banco de España cree que el producto interior bruto (PIB) avanzará un 1,8%, frente al 2,2% que estimaba en junio.

También se espera un avance más lento para el final de este año, “el crecimiento estimado para la segunda mitad de este año es ahora algo menor que el que se anticipaba en junio, como resultado de la información coyuntural más reciente y de los nuevos supuestos técnicos sobre los que se asientan las proyecciones. En particular, estos últimos comportan mayores precios de la energía, mayores tipos de interés y un comportamiento de los mercados de exportación menos favorable para el avance de la actividad", añaden.

Además, según publicó El País, el Gobierno estaría pensando en retirar las rebajas de impuestos vinculados a la energía, como había sugerido la Comisión Europea ante la moderación de los precios energéticos hace meses. No obstante, en un escenario en el que se prevé que el gas y los carburantes sean más caros, la eliminación de las bonificaciones fiscales empujarían al alza las facturas a las que tendrían que hacer frente los españoles y esto, a su vez, tendría incidencia en el consumo.

Pese al buen comportamiento de la economía en el primer trimestre, todas las previsiones coinciden en que la segunda mitad del año muestra cierta ralentización. Unos precios más elevados de lo que se esperaba hace unos meses provocarán que esa ralentización se prolongue en el tiempo.