Es un tren que se escapa y otro que pasa por delante, cada vez a menor velocidad. El PNV no sabe muy bien cuál tomar. El primero llega desde Cataluña, el segundo recorre territorio vasco. El impulso al debate soberanista que ha supuesto la concesión de indultos a los líderes del procés y las apelaciones al diálogo hechas por el Gobierno Sánchez han sido vistas como una oportunidad en Sabin Etxea. Parecen llamar a  reactivar las aspiraciones soberanistas en Euskadi. El PNV ha sacado del cajón el debate sobre el nuevo estatus para el País Vasco que descansaba desde finales de la pasada legislatura.

Sin embargo, en este año y medio de hibernación del proyecto, las sucesivas encuestas no han hecho más que acentuar la caída de los deseos identitarios de la sociedad vasca. El tren independentista y el soberanista están tocando suelo en todas las secuencias. A ello se ha sumado el enfriamiento que su socio de Ejecutivo, el PSE, ha hecho de las llamadas a aprovechar el momento que se repiten estos días en boca de los principales dirigentes nacionalistas. También EH Bildu ha resucitado su proyecto para avanzar hacia una Euskadi independiente.

El lehendakari Urkullu quiere que el Parlamento Vasco reactive la ponencia de autogobierno que la pasada legislatura terminó su tarea con tres propuestas de articulado para un nuevo encaje territorial de Euskadi –uno del PNV, PSE y Podemos, otro de EH Bildu y un tercero del PP-.

En realidad, una tarea inacabada. La formación de Ortuzar quiere ponerse al frente y liderar a partir de otoño una ronda de contactos que permita abrir el debate una vez más. Queda lo más difícil, lograr el consenso de un texto articulado para someterlo a votación. Y todo mientras se continúa presionando para culminar las transferencias pendientes del Estatuto de Gernika de 1979. Superada la primera piedra importante en el camino, la transferencia de la gestión de prisiones, queda la segunda y más complicada: la gestión del régimen económico de la Seguridad Social que figura en último lugar en el cronograma de transferencias pactado con el Gobierno Sánchez.

Independencia, confederal, federal...

El PNV y Bildu tienen prisa. Saben que los dos años que restan de legislatura a un débil presidente Sánchez –si culmina el mandato- pueden ser una oportunidad para dar pasos en esta campo que no se repita. Apoyo a cambio de desbrozar el camino hacia un nuevo estatus vasco que fije una relación bilateral con España de igual a igual. La cuestión de fondo es cuál es la fórmula que logrará apoyos suficientes y el cómo. El independentista de Bildu, el modelo confederal que plantea el PNV, el federalista del PSE o el de mera puesta a punto del Estatuto de Gernika que propone el PP.  

Por el momento las discrepancias son evidentes. Lo son antes de la ronda anunciada tras el verano y tras la cual se quiere que el Parlamento Vasco vuelva a retomar la cuestión. Las diferencias son profundas tanto entre nacionalistas como entre ellos y los ‘constitucionalistas’. Bildu insiste en que lo relevante en ningún momento va a ser el marco normativo, la ley o la Constitución sino el deseo soberanista del pueblo vasco. La izquierda abertzale quiere también abrir una fase consultiva para explorar el hasta dónde llegar, al margen de posibles limitaciones legales.

En el PNV, en cambio, trasladan el mensaje de que ellos no irán en ningún caso por el camino del enfrentamiento, de una proclamación ‘unilteral’ a la vasca ni nada parecido. Para Ortuzar, el límite será la Carta Magna y el marco normativo en vigor, pero exprimiéndolo al máximo y explotando el reconocimiento de los derechos históricos que en ellos se recoge. El presidente del EBB suele recordar que la independencia no se proclama sino que son los demás los que te la reconocen.

Pero en el otro lado del arco parlamentario las resistencias han vuelto a aparecer. Incluso en el seno del Gobierno Urkullu. Cuando nacionalistas y socialistas cerraron el acuerdo de legislatura dejaron fuera la cuestión identitaria. En ese suelo resbaladizo no habrá dependencia gubernamental. No la hubo en el texto propuesto la pasada legislatura y que suscribieron, al menos parcialmente, PNV, PSE y Elkarrekin Podemos. Los socialistas que lidera Idoia Mendia emitieron un voto particular en los aspectos más sensibles, como el derecho a decidir que el PNV sí quiere incluir en el futuro estatuto vasco.

Cae el apoyo a la independencia

Ayer Mendia dijo que no es tiempo de remover el tablero vasco. Aseguró que en un momento de salida de la pandemia y de necesidad de iniciar una recuperación económica el Parlamento Vasco no debería “entretenerse” con debates identitarios. Menos aún cuando la aspiración que se propone es un cambio de relación con el Estado que considera que requeriría una reforma constitucional que ve inviable en este momento. La líder del PSE suma a su intento por enfriar la ilusión a sus compañeros de Gabinete la caída en el deseo soberanista que se acentúa de año en año en la sociedad vasca.

Lo han reflejado los últimos Sociómetro que publica el propio Gobierno vasco. El último situó en apenas un 21% el porcentaje de vascos que hoy apoyaría la independencia de Euskadi. En 2014 lo defendía un 30%. Se trata del apoyo más bajo desde que se inició la serie de este sondeo en 1995. De igual modo, otro indicador, el ‘Deustobarómetro’, situaba el apoyo a la independencia en niveles muy bajos de apenas un 15%. El PSE cree que retomar esta cuestión supondría correr el riesgo de volver a “momentos de crispación” cuando las prioridades de los vascos son otras.

En el PP tampoco parecen estar dispuestos a facilitar la recuperación del debate que quiere abrir el PNV en otoño. El presidente de los populares vascos, Carlos Iturgaiz, se mostró contrario a quienes aspiran a un modelo de ruptura con España. Teme que Bildu y PNV busquen finalmente mayorías con Podemos para sacar adelante un nuevo articulado que suponga una fractura “con España y entre vascos”.