El lunes hará un año. El 12 de julio de 2020 los vascos acudían a votar entre los temores a la pandemia, a un posible rebrote y a la incidencia del virus en el voto. Un año más tarde la Covid no se ha ido pero, al menos, la vacuna ha llegado para combatirla. El noveno año como lehendakari que ahora culmina Iñigo Urkullu ha sido sin duda el más complicado y el más inesperado. Nadie pronostica una pandemia en su programa de Gobierno.

Los seis años y medio anteriores con Rajoy y el último año y medio con Sánchez poco o nada se parecen. Con el líder popular Urkullu llegó a entenderse, a acordar y a mantener cierta interlocución. Hasta que se enfrió y la ruptura total de su partido con el PP -vía moción de censura- se completó. Con el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la ilusión inicial por un nuevo tiempo pronto dio paso a la decepción. Tan sólo un temor mayor al eje PP-Vox mantiene hoy el respaldo del PNV y Urkullu al líder socialista.  

El lehendakari no lo ha ocultado en este primer año de su tercera legislatura en Ajuria Enea. La batalla contra la pandemia ha sobrevolado la mayor parte de sus decisiones y de las relaciones entre el Ejecutivo Urkullu y el Gobierno Sánchez. En la mayoría de ellas ha salido derrotado y decepcionado. Desde que Sánchez accedió al poder tan sólo se han reunido en dos ocasiones, la última hace ya seis meses. El cruce de cartas y peticiones por parte del lehendakari ha sido constante, la respuesta de Sánchez, intermitente y desigual.  

Urkullu no ha escatimado adjetivos para cuestionar el modo de gobernar de Sánchez. Tampoco los momentos para poner en duda sus decisiones. Pero por ahora él y su partido insisten en que siguen apoyándole y que desean que culmine la legislatura, ‘es la opción menos mala’, señalan.

El balance de estos primeros doce meses de su tercera legislatura como lehendakari se escribe más con derrotas que con éxitos. Entre ellas, cinco sobresalen en el cuaderno en el que Urkullu apunta cada paso que da: la fallida cogobernanza, la frustración por no prorrogar el Estado de Alarma, el Ingreso Mínimo Vital, las dudas sobre el Tren de Alta Velocidad (TAV) y la inexistente relación preferente y bilateral con Euskadi.  

Falsa 'cogobernanza'. Este último año de pandemia arrancó con la intención de poder extender el concepto. La acusación de recentralización e invasión competencial con el que el nacionalismo vasco y con el Urkullu insistió al inicio de la pandemia debía solucionarse. Fue entonces cuando el lehendakari comenzó a extender la idea de establecer una ‘cogobernanza’ entre el Ejecutivo de Sánchez y el resto de Comunidades Autónomas. Había que poner fin al ordeno del mando único en el que el Gobierno había convertido la lucha contra el virus.

La ilusión duró poco. El primer intento a través de la convocatoria sucesivas de Conferencias de Presidentes terminó frustrando la esperanza. “No sirven para nada”, llegó a afirmar decepcionado el lehendakari cansado de conocer por los medios o comparecencias previas los anuncios que Sánchez debía hacer en los encuentros institucionales. Ahora, y ante la próxima convocatoria anunciada para este mismo mes, Urkullu ya amenaza con no acudir, con resucitar su eterna reclamación de una relación “bilateral” Euskadi-Estado al margen del resto. Una de las críticas más repetidas ha sido el intento del Ejecutivo de querer “uniformizar” a todos, tratar a las Comunidades Autónomas por igual olvidando “singularidades” y elementos “históricos”.   

Prórroga desoída. Desconcierto ha sido uno de los términos más habituales en las consideraciones del lehendakari sobre las decisiones de Sánchez. Una de las batallas perdidas que más frustración le ha provocado fue la de la prórroga del Estado de Alarma. Euskadi atravesaba uno de sus peores momentos de la pandemia, con las cifras más elevadas de todo el país pero el presidente del Gobierno ni siquiera consideró la reclamación de prorrogar la medida de excepción hecha una y otra vez por Urkullu. Permitiría dotar de mayor soporte legal a las comunidades autónomas. El pasado 10 de mayo caía el Estado de Alarma.

También ahora se ha mostrado molesto por el modo de tomar decisiones que afectan a todos que tiene Sánchez. La retirada de la obligatoriedad de la mascarilla sin consensuarlo con las comunidades autónomas molestó a Urkullu. Esta semana él ha insistido en que pese a no tener competencia legal para revertir el levantamiento de la obligatoriedad, sí recomienda a los vascos “llevarla siempre” y en todo lugar.

A la espera del IMV. En el apartado de batallas perdidas por ahora también figura el Ingreso Mínimo Vital (IMV). El traspaso de esta competencia al Gobierno vasco empieza a convertirse en un socavón en la relación entre Gobiernos. Hace meses que debía haberse completado pero las condiciones en que el ministro Escrivá quiere traspasarla a la administración vasca ha levantado de la mesa al Ejecutivo vasco. Incluso su socio de Gobierno, el PSE ha advertido de que no aceptarán ‘mercancía averiada’ en esta cuestión y pretender que Euskadi sea sólo una ventanilla de recogida de peticiones y no quien gestione la ayuda, tal y como se pactó.

El diputado del PNV en el Congreso, Joseba Agirretxea denunció el viernes la actitud del presidente del Gobierno. La calificó como propia del “Rey sol” que se reúne con su Corte “y decide lo que va a hacer”. Y añadió que el traspaso del IMV formará parte de la mesa de negociación de los presupuestos que a la vuelta del verano se abrirá. El PNV, pese a ello, ya ha avanzado que no será un obstáculo para su aprobación y que su prioridad pasa, hoy por hoy, por facilitar la conclusión de la legislatura a Sánchez.   

El TAV que no llega... nunca. Una negociación en la que tampoco faltará el que es probablemente el tema más recurrente y que mayores decepciones ha suscitado a Urkullu desde que preside el Gobierno vasco: el Tren de Alta Velocidad (TAV). Con el Gobierno de Rajoy se pactó un calendario de inversiones que Sánchez se comprometió a respetar. También el modo y plazo de llegada a las capitales vascas. Ahora el Gobierno asegura que quizá en 2027 el proyecto e infraestructura más costoso jamás construido en Euskadi pueda terminarse.

La decepción ha llegado al conocer que la crisis quizá impida asumir el soterramiento del tren a su llegada a Bilbao y Vitoria. Sólo la terminal proyectada en la capital vizcaína se presupuestó en más de 700 millones de euros. Es el enésimo desencuentro en una obra que arrancó a finales de los 90 y que hoy continúa rodeada de incertidumbres.

Sin relación 'preferente'. Ni siquiera la condición de socio preferente con la que el PNV comenzó la legislatura parece haberse traducido en una relación fluida entre el lehendakari y el presidente Sánchez. Dos reuniones en Moncloa en casi tres años no parece un balance que acredite tal preferencia en la interlocución. Tampoco el envío de misivas entre presidentes avalan interlocución prioritaria. Por el momento, la frialdad protagoniza el canal de comunicación entre Moncloa y Ajuria Enea. Los ojos y oídos de Sánchez no sólo se comparten con otro socio del nacionalismo vasco, EH Bildu, sino sobretodo, con el nacionalismo catalán.

El zurrón de resultados no está vacío pero si liviano. Sin duda el mayor logró en este primer año de esta legislatura en la relación entre los Gobiernos es el traspaso de la gestión de Prisiones y el avance en el acercamiento de presos de ETA a cárceles vascas o próximas a Euskadi. La primera es una competencia recogida en el Estatuto de Gernika, la segunda una petición antigua del PNV y la izquierda abertzale. Ambas se han cumplido. Desde octubre, el Gobierno vasco gestionará las tres prisiones vascas: Basauri, Zaballa y Martutene.

También figura un éxito inesperado al comienzo de este mandato y que en realidad corresponde al otro socio de La Moncloa: Unidas Podemos. La formación en Euskadi comenzó la legislatura empeñado en explorar un frente de izquierdas con Bildu y el PSE. El intento apenas duró unos días. El acercamiento de Elkarrekin Podemos la legislatura anterior, cuestionado por la nueva dirección del partido en el País Vasco, parecía abocado a diluirse. Sin embargo, la estrategia viró, el desmarque inicial se recondujo y Elkarrekin Podemos se ha acercado tanto al PNV que ha llegado a apoyar sus cuentas. Una sintonía que ya se anuncia que se desea seguir explorando para nuevos acuerdos.

Ahora, tanto el Gobierno vasco como el PNV se preparan para esperar a Sánchez en la siguiente gran batalla de la legislatura: el nuevo estatus vasco. Por el momento, el nacionalismo vasco ya ha escuchado a Sánchez afirmar que nunca habrá un referéndum de autodeterminación en España mientras él sea presidente y que en Cataluña no se someterá a votación el modelo de Estado. El ‘nunca jamás’ de Sánchez no ha gustado, pero la recuperación del debate por un nuevo encaje territorial del País Vasco que ya se prepara en Euskadi se confía en que pueda ser acogido con otra actitud.

El PNV al que pertenece Urkullu –lo presidió de 2007 a 2012- ya ha asegurado que no planteará órdagos, que no vulnerará el marco legal. Confía en que Sánchez no cierre la puerta, como lo ha hecho al referéndum reclamado por el independentismo catalán, a su pretensión de exprimir las disposiciones adicionales de la Constitución y el Estado de Gernika. Según ellos, el reconocimiento de los derechos históricos que le asisten al País Vasco permiten dotar de un nuevo modelo confederal a la Euskadi del futuro como nación.