Lo tiene casi todo registrado, apuntado, anotado. Gran parte en la memoria y casi todo en sus cuadernos. El lehendakari Iñigo Urkullu es hombre de agenda pequeña y pluma frecuente. Lo practica a diario anotando en su dietario lo más relevante de la jornada, su pronunciamiento sobre una cuestión, el diálogo relevante del día, la tarea pendiente… Lo hace a conciencia. Quienes han visto sus anotaciones afirman que exprime el papel y los márgenes al máximo con su letra menuda. Un hábito que le permite recordar, retener y memorizar fechas, datos y nombres. Lo demuestra en sus intervenciones, las preparadas y las improvisadas.

El lehendakari es hombre de letras, con formas de maestro de escuela. No en vano, lo fue antes que lehendakari. En las modernidades y los avances tecnológicos se desenvuelve con cierta incomodidad. Lo suyo son las formas más clásicas, más tradicionales. Abuelo reciente, a sus 58 años el presidente vasco acumula pequeños cuadernos con miles de anotaciones, algunas hechas con lápiz. En ellos también registra a quién envía otra de sus costumbres hoy en desuso: las cartas.

Esta semana ha recibido la respuesta a una de las últimas que ha trascendido, la que le remitió al presidente Sánchez el pasado 27 de abril. En esta ocasión, para reclamarle que mantuviera el Estado de Alarma. La carta no mereció ni “acuse de recibo”, lamentó en varias ocasiones el lehendakari”. Hasta el viernes pasado, cuando llegó la respuesta. En ella Sánchez se limitaba a reiterarle que no secundaría su petición. No era la primera que enviaba al presidente del Gobierno.

Antes la recibieron otros dirigentes políticos, españoles y europeos. Su equipo se encarga de hacerlas públicas o mantenerlas en la discreción, según convenga. Al lehendakari le gusta que todo quede por escrito, que sus peticiones, sus decisiones y sus posicionamientos no queden al albur de recuerdos frágiles, memorias selectivas o posibles usos interesados. A finales del año pasado le remitió otra carta a Sánchez, esta vez detallándole el programa que el País Vasco había preparado para optar a los fondos europeos. En plena Navidad, el 30 de diciembre, en la Moncloa recibieron la misiva con los 188 proyectos que desea que cuenten con financiación y con una petición a impulsar una “gobernanza multinivel”.

Documentar sus movimientos

Meses atrás, al presidente Sánchez Urkullu ya le había dado la bienvenida a la Moncloa por escrito. Lo hizo después de que su partido, el PNV, le aupara en la moción de censura que precipitó la caída de Rajoy. En aquella primera carta pidió a Sánchez que profundizara en el autogobierno que su antecesor había dejado en ‘stand by’. En su particular ‘0ngi etorri’ epistolar le urgió a dar pasos para el cumplimiento del Estatuto de Gernika y a avanzar hacia la convivencia aún en construcción en Euskadi.

El lehendakari acostumbra a tomar notas. Lo hace en el Parlamento, en eventos de todo tipo y por supuesto, en la actividad política que escapa de los focos. Uno de los periodos en los que más lo hizo fue durante la última fase de la crisis catalana. En vísperas de la declaración unilateral de Cataluña fueron varias las misivas enviadas, tanto a Puigdemont como a La Moncloa. Su papel de mediación quedó minuciosamente expuesto durante su declaración como testigo del juicio al ‘Procés’ ante el Tribunal Supremo. Urkullu quiso además que ese intercambio de mensajes y el resto de movimientos que llevó a cabo para frenar aquel paso en falso del Govern quedara documentado por escrito.

Toda aquella documentación con cada paso, cada conversación, cada documento que acredite el papel que jugó se iba almacenando en los correspondientes archivadores. Los llevó a Madrid camino del Supremo. Se dejó fotografiar con ellos en el coche mientras los repasaba. Poco después mandó hacer tres copias de los cerca de 300 documentos que conformaban la historia de mediación del lehendakari; uno para la Fundación Sabino Arana del PNV, otra para Monasterio de Santa María de Poblet y otra para el Archivo Histórico de Euskadi.

En aquellos archivadores se incluía la misiva que remitió en octubre de 2017 a Carles Puigdemont. Al entonces president, Urkullu se dirigía asegurándole que “sabes que siempre he considerado, así te lo manifesté, que la vía unilateral me resulta equivocada”.

'Política manuscrita'

En plena tensión catalana, optó incluso por la carta para recriminar al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. En ella, Urkullu le reprochó unas palabras que días antes había pronunciado asegurando que los nacionalismos “son un veneno” que impedía trabajar por una Europa Unida. No fue la primera que se recibía en instancias comunitarias. Desde que es lehendakari, hace ya nueve años, son varias las misivas enviadas. Una de ellas, que el Gobierno describió como una “larga carta” para defender el papel de los “estados sin nación”.

El anterior presidente, Mariano Rajoy, conoce bien el hábito epistolar de Urkullu. Recibió muchas instándole a mantener una reunión. Como la que le envió en julio de 2014 para hablar del “modelo de Estado’, el autogobierno vasco, el derecho a decidir y el incumplimiento del Estatuto vasco. El tono de las cartas se fue agravando ante la ausencia de pasos del presidente popular en estas materias y, sobre todo, ante la demora para mantener encuentros. En 2017 le recordó que continuaban 37 materias sin transferir.

El final de ETA fue uno de los argumentos en los que Urkullu también jugó un papel activo. Reclamado por usos, ignorado por otros. De cada paso, el lehendakari procuró dejar un legado escrito a través de sus cartas. En diciembre de 2016 aún quedaba año y medio para que la banda escenificara su desarme y otro más para que se disolviera. En diciembre de 2016 el lehendakari reprochó por carta a Rajoy por no implicarse de ningún modo en facilitar un final “ordenado y verificado” de ETA. Fue en esa misiva en la que también le comunicó que no acudiría a la Conferencia de Presidentes que Rajoy convocó en enero de 2017. Un gesto con el que mostrar su malestar por “no respetar la singularidad del autogobierno vasco”, afirmó por escrito.

Reproches epistolares

Ese mismo año el Gobierno de Rajoy había recurrido la ley de víctimas de abusos policiales aprobada por el Gobierno vasco ante el Constitucional. El reproche también esta vez llegó por carta a la Moncloa. Rajoy pudo leer en ella que el lehendakari le aseguraba que reconocer a víctimas de excesos cometidos por funcionarios públicos “no va contra nadie” y que también estas víctimas merecían un “resarcimiento”.

Ese mismo mes de junio de 2017 Urkullu se dispuso a contestar otras cartas. Esta vez las que le hicieron llegar 60 presos de ETA instándole a impulsar un cambio en la política penitenciaria del Gobierno Rajoy para dar por terminada la dispersión. En la misiva que, uno a uno, envió a prisión, Urkullu se comprometió a intentarlo pero también mostró sus sorpresa a los reclusos de la banda por su “falta de autocrítica”, a la que les urgió a sumarse.

Incluso a sus propios compañeros de partido se las ha hecho llegar. Lo hizo con la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, de Geroa Bai –coalición en la que está integrado el PNV-. En enero de 2018 se disculpó ante ella por escrito tras las palabras de otra compañera, la consejera Arantza Tapia, que días antes había asegurado en un acto público que el Tren de Alta Velocidad vasco uniría “las cuatro capitales vascas del sur”. La inclusión de Pamplona en su afirmación como capital vasca suscitó un importante revuelo en la vecina Navarra que Urkullu intentó calmar con una disculpa por escrito. En la carta expresó su “absoluto respeto a las instituciones de Navarra. Una larga misiva de dos páginas en euskera y castellano que permitieron amainar el temporal.