Era el ‘elefante’ en la sala que a casi todos incomodaba. Las necesidades recíprocas les llevaron a convivir con él, a entenderse entre ellos y seguir ignorándolo. Unos por necesidad aritmética y otros por urgencias de ‘blanqueamiento’ en el tiempo postETA. Pero diez años después del final de la violencia la losa pesada y dolorosa del pasado seguía ahí, en las carteras de reuniones y negociaciones, dando munición a la oposición y obligando a tragar saliva al Gobierno. El gesto en forma de ‘declaración solemne’ que hizo ayer de Otegi facilita las cosas al Ejecutivo en minoría de Pedro Sánchez. Un Gobierno que no dudó desde el inicio de la legislatura en mirar hacia otro lado para conformar una mayoría de la mano de EH Bildu.

Una década después de aquel anuncio de capuchas blancas que hizo ETA, su frente político, la izquierda abertzale, ayer un gesto de reconociendo público y de modo expreso de su pesar por el dolor causado a las víctimas de ETA. Incluso se comprometió a reparar el daño. No dijeron ni cuándo ni cómo, pero bastaron las palabras de Otegi para que, desde el PSOE en su conjunto y el PSE en particular, se comenzará a respirar un poco más aliviados. Desde ayer la izquierda abertzale incomoda un poco menos tras dejar atrás una parte de su pesado lastre.

Numerosos líderes socialistas se lanzaron a reconocer el valor de la declaración leída ayer por el líder de la izquierda abertzale. Lo hicieron más que ningún otro. “Es un antes y un después”, llegó a asegurar quien aspira a ser el sustituto de Idoia Mendia, Eneko Andueza. Un gesto “valiente y valioso” en ese mundo, aseguró Patxi López. Y en Moncloa, en pleno proceso de negociación presupuestaria, la satisfacción también era difícil de disimular. El movimiento de EH Bildu les acercaba más hacia la normalización de relaciones hacia la certificación de la izquierda abertzale como un agente político más.

Escuchar a Otegi afirmar que sentía el dolor de las víctimas de ETA y más aún que “nunca debió haberse producido” suponía un paso relevante para presentarse como un socio algo menos incómodo. En estos años sus cinco escaños han sido esenciales y seguirán siéndolo para respaldar al Ejecutivo y que se han convertido en el argumento más incómodo y difícil de rebatir de la oposición al Gobierno.

Apoyo de PSOE y PSE

Por el momento es sólo una declaración a la que EH Bildu quiso ayer dotarle de solemnidad. En ella se incluyen manifestaciones con una claridad hasta ahora inusual en la izquierda abertzale en lo referido a las víctimas de ETA. También son numerosas las carencias de la misma. Ni peticiones de perdón, ni proclamaciones de la injusticia de los padecido, ni condena a ETA ni repudio al pasado del propio entorno radical como sustento de la violencia terrorista. “Pero es un paso que hay que valorar”, era la valoración más reiterada en el entorno socialista.

Hace años que Otegi quería seguir dando pasos para desprenderse del pasado. Han sido mínimos durante una década. Resistencias internas le impedían ir más rápido. También el Gobierno lo requería para oxigenar una relación tóxica como socio del Ejecutivo. El aniversario de los diez años del final de ETA, sumado a la finalización del acercamiento del colectivo de presos y el proceso de negociación presupuestario que podría sellar la culminación de la legislatura se antojaba como una oportunidad adecuada para dar el paso, por ahora verbal y a falta de hechos, que escenificó Otegi.

Hace tiempo que la izquierda abertzale decidió despejar el camino para entenderse con quien no hace tanto era foco de sus demonios. Durante décadas el socialismo representó para el entorno de Otegi el símbolo de la ‘guerra sucia’, del uso de los poderes del Estado contra la militancia abertzale y uno de los socios ‘constitucionalistas’ contra el que arremeter sin descanso. Sin embargo, la llegada de Pedro Sánchez fue una oportunidad para Otegi. Además de producirse en un momento en el que el líder abertzale profundizaba en su proceso de mutación hacia una formación ‘institucional’, democrática, alejada de la violencia y capaz de arrebatar al PNV el perfil de hacedor de a cuerdos beneficiosos para la sociedad vasca, le permitía reconvertirse como partido.

Al PSOE, fue más la necesidad numérica que la devoción la que le hizo acercarse a Otegi y los suyos. La izquierda abertzale, y con ella la maraña de formaciones independentistas, se habían convertido en un frente incómodo pero necesario para contar con mayoría en el Congreso. En estos años la relación del socialismo, con decenas de militantes asesinados a manos de ETA, y cuyos crímenes nunca fueron condenados por la izquierda abertzale, incomodaba en casa del pueblo y direcciones territoriales. Lo hacía mucho al inicio, menos ahora. La llave del poder la tenía Otegi y eso bastaba para acallar críticas. En este otoño recién estrenado la llave de EH Bildu es presupuestaria. Sacar adelante las cuentas le permitiría a Sánchez agotar sin dificultad el mandato, incluso con una prórroga de las cuentas en 2023. La coalición de Otegi ya respaldó las cuentas el año pasado y está dispuesta a volver a hacerlo sin grandes exigencias. Por el camino, el acercamiento de los presos a cárceles vascas o próximas al País Vasco y el traspaso de la competencia de prisiones. Ambos, movimientos clave para satisfacer al colectivo de presos que presiona a Otegi y justificar su calor al PSOE.

Reproches del PNV

Los reproches de Otegi, otrora frecuentes y ácidos contra el PSOE, han sido casi desde el inicio moderados y poco frecuentes con Sánchez. Ni siquiera incumplimientos como el acuerdo para derogar la reforma laboral de Rajoy les ha alejado. La izquierda abertzale ha visto en la debilidad del Gobierno PSOE-Unidas Podemos una oportunidad para dar pasos hacia su mutación. Un proceso que le ha permitido arrebatar gran parte del protagonismo casi absoluto que en Euskadi ostentaba el PNV cuando de lograr acuerdos en Madrid para la sociedad vasca se trataba.

La normalización de la izquierda abertzale beneficia a la sociedad vasca pero perjudica a los intereses electorales del PNV. El último Sociómetro vasco revelaba que la izquierda abertzale gana peso en la Cámara vasca mientras los jeltzales parecen encontrarse en cierto estancamiento, pese a seguir siendo la fuerza más votada. La citada encuesta mostraba por primera vez la posibilidad de una suma de izquierdas Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos, con mayoría en el Parlamento vasco.

El comunicado más duro contra el gesto ‘solemne’ de ayer de Otegi se lo disputaron el PP y el PNV. Los reproches de los populares eran previsibles, pero las críticas de la formación de Ortuzar fueron especialmente duras. “Corto e insuficiente”, “se resiste a decir que fue injusto”, carente de una “lectura crítica de la propia existencia de la organización armada”… Las relaciones entre los dos partidos nacionalistas no atraviesan su mejor momento. Que la línea roja del pasado de apoyo a la violencia se vaya poco a poco debilitando con gestos como el de ayer reduce la distancia entre las dos formaciones soberanistas vascas. El PNV ya ha visto reducido su foco en Madrid y EH Bildu mantiene una evolución creciente en votos desde hace tiempo. Por el momento la hegemonía del partido de Ortuzar no parece en peligro, pero discursos como los del previsible próximo líder del PSE, Eneko Andueza, abriéndose a explorar acuerdos “con todos”, empiezan a inquietar en Sabin Etxea.