Cuando hoy Juan Carlos de Borbón y Borbón, rey emérito y antiguo soberano de España, sople las velas por su 84 cumpleaños, lo hará solo o, al menos sin su familia directa, y tan sólo le acompañará, si es que alguien lo hace, algún amigo de Abu Dhabi. Cómo pueden cambiar las tornas en muy pocos años.
Hace tan sólo cuatro años, en enero del 2018, a pesar de que ya había abdicado y que los escándalos estaban en boca de todos, aún pudo celebrar su cumpleaños en familia en la Zarzuela, con una comida privada a la que asistieron 70 invitados, entre ellos, el rey Felipe, la reina Letizia y sus hijas. Cristina e Iñaki, por supuesto, no fueron, ni tampoco sus hijos (a Urdangarín le quedaban tan sólo cinco meses para entrar en prisión), pero sí estuvieron todas sus hermanas y también sus primos y sobrinos. A pesar de que era un evento íntimo, Casa Real publicó una foto del encuentro, con Juan Carlos y Sofía en el centro, como en los viejos tiempos. Era muestra de una unidad forzada que quería mantener la ilusión de que las cosas, de algún modo, aún podían arreglarse. Lo que en España, a esas alturas, ya no creía nadie. Pero, al menos, hubo comida y hubo foto.
Ahora, ni eso: Juan Carlos de Borbón y Borbón, antaño una figura respetadísima, casi de leyenda, tan intocable como reverenciada y reconocida incluso por los republicanos más acérrimos, ha acabado en los infiernos tras su particular descenso dantesco que lo ha llevado a acabar, de momento, en un exilio de lujo en un país extranjero. A la espera de si vuelve o no, y de qué modo, repasamos en El Independiente los cumpleaños más señalados de la vida de este Rey que empezó sin nada, consiguió la gloria y estuvo a punto de perderlo todo por escándalos, trapicheos, negocios turbios y demasiados caprichos innecesarios.
5 de enero de 1938: nacimiento en Roma
En 1931, tras la abrupta proclamación de la II República, la familia real española abandonó el Palacio Real de Madrid a toda prisa y se exilió en Francia. Luego, cada uno tomó caminos separados. De París, el rey Alfonso XIII partió a Roma. La reina Victoria Eugenia estuvo una temporada en Italia, después fue a Inglaterra y luego se instaló en Lausana, Suiza. Don Juan de Borbón, hijo de la pareja, se fue a vivir con su esposa, María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, a Cannes. Pero no estuvieron mucho tiempo allí, porque el Frente Popular les organizaba cada dos por tres manifestaciones hostiles y el gobierno de la República presionaba constantemente al Eliseo para que los echara de Francia o, al menos, los invitara a irse.
Dob Juan y doña María hicieron las maletas y se fueron a Milán y luego a Roma. En la capital vivieron en varios sitios: en el hotel Eden, luego en el último piso del palacio Torlonia y, finalmente, en el 112 de Viale dei Parioli, en Villa Gloria, un barrio de la periferia de clase media acomodada. Vivían en el primer piso de un edificio de siete plantas, en un domicilio de 160 m2.
Juan Carlos de Borbón y Borbón, primer hijo de la pareja, nació a las 13.15 horas del miércoles 5 de enero de 1938, en la clínica Angloamericana. Nació un mes antes de lo esperado y, cuando se puso de parto, su madre estaba en el cine con Alfonso XIII. Su padre estaba de cacería en La Mandria, al norte de Italia. Don Juan regresó a toda prisa y, al llegar a la clínica, su padre le gastó una broma: tomo al hijo de un trabajador de la embajada de China y le dijo que aquel niño de piel amarilla y ojos rasgados era su primogénito. Al ver al auténtico tampoco es que se alegrara mucho: según su propia madre, don Juan Carlos era “feo, feo, ¡feo como un dolor!”.
Don Juan Carlos fue bautizado el 26 de enero en la capilla de la Soberana Militar Orden de Malta, situada en via Condotti, a dos pasos del palacio Torlonia, donde vivía el príncipe de Civitella Cesi y su mujer, la infanta Beatriz, hermana de don Juan. Sus padrinos fueron su abuelo materno, el infante Carlos de Borbón Dos-Sicilias, y su abuela paterna, la reina Victoria Eugenia.
5 de enero de 1949: primer cumpleaños en España
Don Juan y doña María vivieron en Roma hasta 1941. Luego se instalaron en Lausana y, más tarde, en Estoril. La educación de Juan Carlos comenzó en el prestigioso internado de Le Rosey, siguió en Portugal y, cuando cumplió los diez años, le anunciaron que seguiría en Madrid.
A pesar de que a don Juan le recomendaron que el príncipe Juan Carlos se educara lejos de España para que no estuviera bajo la influencia de Franco, don Juan entendió que, si realmente quería que algún día la monarquía regresase a España, el heredero tenía que educarse allí. Por ello, el día 8 de noviembre de 1848, el príncipe, entonces de once años, tomó el Lusitania Exprés en la estación del Rossio y cruzó la frontera por Extremadura. Fue el duque de Sotomayor, uno de sus acompañantes, quien le dijo: “Alteza, el Lusitania acaba de entrar en España”. Era la primera vez que veía la tierra de la cual sus padres tanto le habían hablado. “¿Toda España es así?”, preguntó aquel niño al ver que el paisaje era desolado y árido. “¡Oh, no, Alteza!”, le contestaron. “España es el país más variado que existe. Si Extremadura le parece a Vuestra Alteza pobre y estéril, es porque no llueve desde hace meses. De otro modo esta comarca es un verdadero paraíso”.
El príncipe y su séquito -el duque de Sotomayor y el vizconde de Rocamora- se bajaron del tren en la estación de Villaverde, una pequeña localidad a unos pocos kilómetros de Madrid en donde sólo se paraban los trenes de mercancías. El régimen temía que si llegaba a Madrid algunos monárquicos le organizasen algún recibimiento ostentoso y entusiasta, por lo que se decidió que todo sería muy discreto.
Lo llevaron a Las Jarillas, una finca propiedad de Alfonso Urquijo situada a 19 kilómetros de Madrid. Allí estaría interno con otro ocho alumnos. Dos años más tarde, su padre le hizo regresar, aunque, al cabo de un tiempo, lo envió de vuelta a España, esta vez a San Sebastián. Luego hizo aquí el Bachillerato y su formación militar en las tres academias.
5 de enero de 1963: su primer año de casado
El lunes 14 de mayo de 1962, Atenas acogió la boda de la princesa Sofía, primogénita de los reyes Pablo y Federica, con el príncipe español Juan Carlos de Borbón, “el chico de los Barcelona”, como lo conocían los royals europeos por el título que ostentaban sus padres (condes de Barcelona). Él tenía 24 años; ella, 23.
Se habían conocido años antes, en un crucero a bordo del yate Agamenón que organizó la reina Federica para promocionar el turismo por las islas griegas y que congregó a miembros de todas las casas reales europeas, tanto reinantes como en el exilio. Aquello fue en 1954 y ninguno se percató del otro: él estaba enamorado de María Gabriela de Saboya y ella tenía en mente a Harald de Noruega. Ninguno de esos romances prosperaría: Harald se enamoró hasta el tuétano de Sonia Haraldsen, una plebeya de orígenes humildes, y Franco se opuso a María Gabriela, a quien consideraba demasiado descerebrada y moderna.
Pasados los años, Sofía y Juan Carlos volverían a coincidir en varios lugares, pero no fue hasta la boda del duque de Kent, en Londres, que no surgió la chispa definitiva. Bueno, digamos que ella se enamoró hasta el tuétano de él y que él vio en ella a un buen partido. Años más tarde, todos los analistas coinciden en que fue un matrimonio, no estrictamente de conveniencia, pero sí interesado: ella era, al fin y al cabo, una princesa real, lo que a Juan Carlos le daba caché y presencia. Amor, por su parte, desde luego no hubo. Para empezar, él seguía enamorado perdidamente de María Gabriela y, por lo que se cuenta, años más tarde, Juan Carlos aún se lamentaba que no se hubiera casado con ella. Además, sus personalidades eran completamente opuestas y no precisamente complementarias.
Sea como fuera, el noviazgo entre Juan Carlos y Sofía fue rápido y el 12 de septiembre de 1961 se celebró la pedida de mano en el hotel Beau Rivage de Lausana, cerca de donde vivía la reina Victoria Eugenia. La boda se celebró meses más tarde y congregó a miembros de 27 monarquías. Fue una boda, eso sí, un tanto atípica: primero fue por el rito católico y luego por el ortodoxo.
El régimen franquista, temiendo que aquello diese fuelle a sentimientos monárquicos, dio órdenes de que la información fuese la mínima. La boda se retransmitió prácticamente de madrugada y don Juan de Borbón no salió en las imágenes: le superpusieron un árbol para que no se le viera. A estas alturas, la relación entre don Juan y Franco era pésima: el dictador consideraba que don Juan era su enemigo, un hombre poco de fiar a quien debía boicotear todo lo posible.
El nuevo matrimonio se instaló primero en Estoril, en una casa prestada, pero luego fueron a vivir a España, en la Zarzuela, un antiguo pabellón de caza de los Borbones que Franco les había mandado arreglar. Franco los tuvo bajo estrecha vigilancia desde el principio y les controlaba en todo momento. Incluso se contaban las CocaColas que bebía la princesa.
5 de enero de 1968: a punto de ser nombrado sucesor “a título de Rey”
Durante años, Juan Carlos y Sofía estuvieron bajo la batuta y el ojo avizor de Franco. “Él tenía el reloj y él tenía la hora”, comentó Sofía a Pilar Urbano, la periodista encargada de escribir su biografía oficial. Fue el tiempo “en que no éramos nadie”, como bautizó Sofía. Eran príncipes, pero no sabían si algún día reinarían. Y si lo harían ellos o don Juan lo haría antes. Franco era quien mandaba y quien iba a tomar la decisión y, durante años, jugó al gato y al ratón con ellos. A veces parecía que iba a anunciar su sucesión, luego se echaba atrás. Ellos, por su parte, tuvieron que jugar sus cartas con maestría para convencerlo. Se convirtieron en lo que el dictador esperaba de ellos: un matrimonio unido que no se codeaba con la aristocracia española, ni iba a fiestas, ni a restaurantes, ni a nada. En realidad, se aburrían soberanamente.
Finalmente, en 1968 concurrieron dos hitos claves: Juan Carlos cumplió los treinta años, la edad mínima para ser designado sucesor según las leyes franquistas, y el 30 de enero nació el infante Felipe de Borbón, el primer hijo varón de la pareja (ya tenían dos niñas: las infantas Elena y Cristina). Todo ello pesó sobremanera para que Franco se decidiera a hacer pública su decisión de que había nombrado a don Juan Carlos “mi sucesor a título de rey”. Fue el día 22 de julio de 1969, en un acto solemne en las Cortes.
Don Juan, en Estoril, estaba tan enfadado como atónito. Él era quien tendría que haber sido rey acorde con el orden sucesorio. Durante meses, padre e hijo no se dirigieron la palabra. Don Juan no renunciaría a sus derechos dinásticos hasta 1977.
5 de enero de 1976: su primer cumpleaños como Rey de España
Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975. Dos días después, fue proclamado rey de España. Pocos días más tarde, celebró su primer cumpleaños como monarca. Cumplía 38 años. La familia real había pasado la Navidad en Zarzuela, pero se había ido a pasar el año nuevo a la estación de esquí de Baqueira Beret. Volvieron el día 4 para festejar el cumpleaños de Juan Carlos en Madrid y, al día siguiente, acudir a la celebración de la Pascua Militar, una tradición instaurada en tiempos de Carlos III y que el Rey recuperó.
El mejor regalo que recibiría el monarca, desde luego, llegaría un año más tarde, el 4 de enero, cuando se publicó la Ley de Reforma Política tras haber sido refrendada en referéndum. Aquello abría las puertas verdaderamente a la democracia en España.
5 de enero de 1982: el primer cumpleaños tras el 23-F
La Transición democrática, hoy tan denostada por algunos, pero tan decisiva desde el punto de vista histórico e institucional, se hizo a un ritmo vertiginoso. Sin embargo, todo estuvo a punto de irse al traste con el golpe de Estado de Tejero el 23-F. Cuando el Rey salió por televisión a defender el orden constitucional, muchos respiraron aliviados. Aquella noche, don Juan Carlos, como algún analista acuñó, “se ganó la corona”. Todavía a día de hoy se le reconoce el mérito, aunque siguen las dudas de lo que realmente pasó durante aquellas tensas horas.
5 de enero de 1992: su plenitud como Rey
En el año 1992, España dio un gran salto y se colocó entre los países que se las prometían más felices: los Juegos Olímpicos, la Expo de Sevilla, el AVE… Todo fue apoteósico. Todo parecía sonreírle a España. Y también a Juan Carlos, convertido en un icono y símbolo de aquella transformación milagrosa. De haber sido un país arruinado y sin futuro, carcomido por una guerra y una dictadura, España había mutado en algo maravillosamente moderno, vanguardista, europeo. Incluso se nos denominó “los alemanes del sur”.
Aunque, claro está, no es oro todo lo que reluce. Ya había una gran crisis económica, los escándalos de corrupción acechaban al gobierno de Felipe González y mucha crispación. Comenzaba la agonía del 'Felipismo', aunque aún se arrastraría varios años, a cámara lenta, hasta 1996. Muchos de los problemas que aún tenemos (corrupción masiva, modelo económico caduco, visión cortoplacista…) ya estaban haciendo acto de presencia.
5 de enero de 1998: 60 años y visita a Bosnia.
El día en que cumplió 60 años, Juan Carlos tomó un avión Mystere de la Fuerza Aérea Española y se fue al aeropuerto de la ciudad bosnia de Mostar para visitar a las tropas españolas allí destacadas. El entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, le estaba esperando en el aeropuerto.
Juan Carlos seguía en la cresta de la ola y aquel 1998 sería para él importante por muchos motivos. Uno de los más destacados era que se iba a celebrar el vigésimo cumpleaños de la Constitución, todo un logro en un país de larga tradición cainita. Aquella imagen del rey en uniforme, además, iba a confirmar su estatus internacional: Juan Carlos era un monarca increíblemente respetado dentro y fuera de nuestras fronteras y muchos países lo colmaron de condecoraciones.
5 de enero del 2008: 70 años y aún fuerte
“Será una reunión estrictamente familiar, sencilla, como Su Majestad ha querido”, informaba un portavoz de la Casa del Rey. Juan Carlos cumplía 70 años y, siguiendo la costumbre informativa por entonces, se insistió hasta la saciedad que todo iba a ser humilde. Sencillo, familiar, muy campechano todo. Claro que no iba a ser así: 400 personas fueron invitadas a una cena que ofrecieron los Reyes en El Pardo. Fue Le tout Madrid, desde ministros en ejercicio a ministros de anteriores gobiernos, líderes de los distintos partidos y presidentes de instituciones. Y, por supuesto, también se invitaron a todos los presidentes de las comunidades autónomas.
Sin embargo, bajo tanto oropel y protocolo, ya se atisbaba que lo peor estaba por llegar. El Rey había tenido que admitir que no todo en su familia era tan perfecto como muchos creían. La infanta Elena se había separado hacía unos meses. Rumores de toda índole comenzaron a circular. También la monarquía había sido pasto de críticas hasta aquel momento impensables.
5 de enero del 2012: comienza el declive
Algunos en la prensa hacían bromas de que Juan Carlos, en vez de cantar el “cumpleaños feliz”, iba a cantar el “cumpleaños infeliz”. Y no iban mal encaminados. Aquel 5 de enero del 2012, el Rey tuvo un día normal, estuvo en la Zarzuela y por la mañana fue a su despacho y trabajó unas horas. Desde luego no tenía motivos para estar muy contento: el 8 de mayo del 2010 le habían extirpado un módulo benigno en el pulmón derecho y, en los últimos meses, se había tenido que someter a dos operaciones (una de rodilla y otra en el pie izquierdo). Pero lo peor, sin duda, eran los escándalos de su yerno, Iñaki Urdangarín. En verano explotó el caso Noos sobre supuestos negocios irregulares. El prestigio de la monarquía estaba cayendo por segundos.
5 de enero del 2013: popularidad bajo mínimos
Todo estaba saltando por los aires. La crisis económica del 2008 había dejado a una España desconfiada con los políticos y las instituciones, a las que empezaba a ver como estamentos totalmente podridos por dentro. La monarquía no se escapó a este juicio y comenzó su propio calvario. Claro que el Rey puso de su parte. En abril del 2012 se produjo la crisis de Botsuana: España entera comenzó a hablar de una tal Corinna y de sus suculentos negocios. Urdangarín, además, estaba imputado por supuestas irregularidades en el caso Noos. La crisis llegó a tal punto que muchos comenzaron a hablar abiertamente de una abdicación.
5 de enero del 2014: cumpleaños con Corinna y a pocos meses de abdicar
Juan Carlos pasó su cumpleaños con Corinna en Londres. Regresó a España a primera hora del día 6 para presidir la Pascua Militar. No había dormido, estaba agotado, muy torpe físicamente y apenas pudo leer el discurso que le habían preparado. La imagen de un Rey que no podía ni seguir un par de frases seguidas impactó en la opinión pública, cuya paciencia ya estaba a punto de llegar al límite.
Juan Carlos parecía un adolescente enamorado de Corinna (por lo que se ha podido saber después, incluso llegó a pensar seriamente en divorciarse de la Reina y casarse con ella). Nada hacía que entrase en razón. Pero no podía seguir así y, tras muchas maniobras, al Rey no le quedó más remedio que abdicar pocos meses después. Pero sus problemas no acabaron ahí.
5 de enero del 2021: primer cumpleaños en el exilio
El sinfín de escándalos hicieron que Casa Real tomase una decisión drástica: Juan Carlos tenía que marcharse de España. Un exilio de facto. Aunque en un principio no se supo adónde había ido, luego se descubrió que estaba en los Emiratos Árabes Unidos. Ahí sigue todavía. De momento.
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