Había entrado de servicio esa mañana a las seis, primero de patrulla y desde las ocho se encontraba en una cabina ubicada en un extremo del vallado controlando posibles llegadas por vía marítima. En teoría se presentaba como una jornada de trabajo más en vísperas de las vacaciones de verano, hasta que por los radiotransmisores saltaron las alarmas. "A través de las cámaras que hay instaladas, compañeros vieron un tumulto en el lado marroquí y cómo se iba acercando una gran cantidad de inmigrantes a la frontera. Yo no podía ver lo que estaba pasando pero a través de nuestras comunicaciones escuchaba que se pedían refuerzos", recuerda José María Benavente, un guardia civil que lleva 18 años destinado en Melilla.

El pasado 24 de junio, unos 2.000 migrantes intentaron entrar en España por el paso de Barrio Chino, en la frontera con Nador (Marruecos). Una parte consiguió su objetivo y logró saltar a territorio español. Al menos 23 perdieron la vida en la avalancha, un episodio que investigan la Fiscalía y la Oficina del Defensor del Pueblo y que ha puesto sobre las cuerdas a Grande-Marlaska. El ministro del Interior mantiene que todos los fallecimientos tuvieron lugar en el lado marroquí, una versión que ponen en duda la BBC -en un documental titulado How Spain looked on as dozens were crushed to death at its border (Cómo España vio cómo decenas de personas morían aplastadas en su frontera)- y los diputados que han visto las imágenes que grabaron las cámaras.

Benavente, que habla hoy como secretario de Comunicación de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en Melilla, se apresura a resaltar el "escaso" número de agentes que había a pie de valla cuando se inició la intervención. "No más de ocho", estima. "Conforme se iban acercando se fue pidiendo refuerzos, pero estuvimos superados en todo momento. Hubo que sacar arrastrando a dos compañeros que habían quedado inconscientes ante la avalancha que había y de la que no se veía el final", añade. Medio centenar de agentes resultaron heridos de diversa consideración.

La presencia de esa multitud de personas que intentaba acceder a territorio español de forma irregular obligó a activar al Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), la unidad especializada en el mantenimiento del orden público dentro del Instituto Armado. "Ya no podemos acceder al vallado y nos colocamos a pie de carretera para impedir que los que vayan saltando entren en la ciudad. Se sacó a gente de oficinas, de otros destinos, de los GRS... No llegaríamos al centenar", detalla Benavente.

Desde hace años, las asociaciones profesionales vienen demandando sin éxito un refuerzo de la plantilla estable en Melilla para poder hacer frente con garantías a intentos de salto masivos. A juicio de la AUGC, sería necesario llegar al millar de efectivos, lo que supondría casi doblar la dotación actual. "Una plantilla de 500 personas no puede controlar todo el trabajo que tenemos en Melilla y mucho menos saltos de estas características en una valla de 12 kilómetros", sostiene este guardia civil, que critica que no se hayan ofertado vacantes en la última convocatoria para reforzar este destino.

"No hubo prealerta"

A diferencia de otros intentos, José María Benavente explica que en esta ocasión no tuvieron comunicación por parte de los gendarmes marroquíes de lo que estaba sucediendo en su territorio y de la masa humana que se aproximaba al paso fronterizo para intentar franquearlo. "Esta vez no hubo prealerta, nos pilló como nos pilló. No hubo posibilidad de prepararnos de ninguna manera", apunta.

Las críticas de las asociaciones no sólo se refieren al déficit de plantilla. También censuran la falta de medios materiales con que realizan su trabajo ante la "agresividad" que muestran los migrantes, que portan ganchos en las manos y tornillería en los zapatos para poder trepar por el mallado. "Esa vez venían con una radial para romper el candado de la puerta. Poco está pasando", plantea el representante de la AUGC.

Guardias civiles denuncian falta de plantilla y de medios materiales pese al trágico intento de salto de junio

En este sentido, este guardia civil se queja de que los medios que tienen a sus disposición son "antiguos" y no todos de uso personal, como los trajes antitrauma: tienen que compartirlo. "Mi casco tiene más de 30 años y es tres tallas mayor. Me gira la cabeza entera", comenta.

Como publicó El Independiente, la Dirección General de la Guardia Civil cerró una compra de material antidisturbios para equipar a los agentes que protegen las fronteras de Ceuta y Melilla de los intentos de salto seis días después de la tragedia de Nador (Marruecos). En concreto, el encargo consistió en el suministro de 300 cascos y máscaras antigás para el control de masas, 300 escudos integrales y 300 chalecos antitrauma, ascendiendo el desembolso a 779.197,65 euros (impuestos incluidos).

Se trató de una contratación que el Cuerpo tramitaba de emergencia desde el 1 de junio, meses después de otro intento de salto en Melilla protagonizado por unos 2.500 subsaharianos. "Durante los primeros meses del año 2022, los intentos de entrada de inmigrantes irregulares en territorio español han aumentado de forma alarmante. De manera singular se ha sufrido en las fronteras de Ceuta y Melilla, donde recientemente se han batido récords de intentos masivos de entrada de personas de origen subsahariano, tanto por las cifras de participantes en esas acciones como por la violencia y agresividad empleadas en las mismas, causando numerosas lesiones entre el personal de la Guardia Civil que tiene la misión de hacer frente a las mismas", justificó la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, en las resoluciones por las que encargó el suministro del referido material antidisturbios.

"Jugarse la vida"

José María Benavente valora positivamente que se haya terminado ya la instalación de los peines invertidos que han sustituido las concertinas en todo el vallado -una promesa que Grande-Marlaska hizo a los pocos meses después de llegar al Ministerio del Interior- pero insiste en que faltan medios para reforzar la protección de la frontera, como la instalación de más cámaras. "Al final, el que tiene que intentar evitar el salto es el guardia civil, que no puede estar jugándose la vida", comenta. Y añade: "La actuación de la Guardia Civil fue impecable. Hay que ser muy valiente para ponerse ahí y no dar un paso atrás. Desde AUGC felicitamos a los compañeros".

El agente reclama también un protocolo de actuación que les dé seguridad en las actuaciones y evite complicaciones judiciales a posteriori. "Queremos que nos digan cómo, cuándo y dónde tenemos que actuar. Te estás jugando la vida en la valla y luego te está esperando el señor juez y a ver qué pasa. No nos respalda nadie", indica.