Fue un salto al vacío para unos y otros. Cada uno con sus incógnitas, riesgos e incertidumbres. Comenzó en mayo de 2018 y en la caída ha habido heridas, aciertos y virajes inesperados. Han pasado casi cinco años y ahora PNV y EH Bildu verán, de algún modo, ‘auditada’ la estrategia llevada a cabo en este tiempo. Mientras todos los sondeos detectan un evidente desgaste y pérdida de apoyo de los socios de Gobierno, de PSOE y Unidas Podemos, sus dos socios clave en el nacionalismo vasco ni siquiera acumulan un rasguño. No al menos según los sondeos electorales, que lejos de augurar un debilitamiento, refuerza sus posiciones.

Fue la formación de Andoni Ortuzar la que facilitó el pistoletazo de salida dando luz verde a la moción de censura que acabó con el Gobierno de Mariano Rajoy y alumbró el de Pedro Sánchez. Por el camino, los ‘jeltzales’ vieron cómo deberían apuntalar un Ejecutivo que terminaría coaligándose con la extrema izquierda de Podemos, que gestionaría el poder sin la estabilidad que el PNV siempre proclama y que perdían el foco y protagonismo vasco en Madrid para compartirlo con su archienemigo en las urnas vascas, EH Bildu.

Por su parte, la izquierda abertzale debía abordar por primera vez la disyuntiva de qué papel jugar en la política nacional. Su regreso a la Cámara Baja con un Ejecutivo de derechas parecía claro que debía seguir la senda de enfrentamiento y reivindicación de las singularidades vascas como argumento. La posibilidad de dar sostén a un gobierno progresista apoyado en formaciones como Unidas Podemos abría la puerta a un nuevo marco y escenario. De este modo, a EH Bildu se le presentó la posibilidad de compartir tribuna y hacer sombra al PNV como defensor único de los intereses vascos en el Estado y al mismo tiempo apuntalar su proceso de ‘mutación’ institucional y política iniciada desde el fin de la violencia.

La única referencia por ahora del resultado de ambas estrategias son los sondeos municipales y forales y según los últimos conocidos la sociedad vasca aprueba a ambos. Es cierto que Euskadi es una de las comunidades autónomas que no celebrará elecciones autonómicas el 28-M. En el País Vasco serán municipales y forales. También que el voto en una cita de comicios generales y el resto de citas con las urnas suele sufrir variaciones. Pero en todos los casos, según las encuestas el resultado de las dos principales formaciones nacionalistas vascas se ve reforzada.

A ocho o nueve meses de que se puedan celebrar las elecciones generales, ambas formaciones aseguran públicamente que la reeditarían, cada uno con sus matices. La formación de Ortuzar ya ha avanzado que su preferencia sería poder prolongar el Ejecutivo actual para continuar con los numerosos compromisos pendientes. El temor a la entrada o influencia determinante de Vox en un hipotético gobierno del PP es actualmente la causa principal del alejamiento entre el PNV y el PP, otrora socios de Gobierno.

Relaciones recuperadas con el PP

En la izquierda abertzale también la preferencia, la única en este caso, es que Sánchez pueda continuar tras las elecciones generales. En su caso, defienden que lo haga respaldado por una izquierda a la izquierda del PSOE comandad por Podemos, por los hilos de Pablo Iglesias y no por el Sumar que aspira a liderar Yolanda Díaz.

En Sabin Etxea son conscientes de que quizá el panorama político en España podría sufrir un vuelco importante en las próximas elecciones y ahí tendrían que pronunciarse. No sería la primera ocasión en la que el PNV modifica de estrategia, de opinión, en un breve espacio de tiempo en aras a la ‘estabilidad institucional’, la viabilidad de la gobernanza o la necesidad de asentar un clima social y político seguro y transparente. Lo hizo con Rajoy, a quien aprobó los presupuestos días antes de respaldar la moción de censura que lo sacaría de La Moncloa.

Por si acaso, el presidente del PNV ya se ha visto con el líder de los populares. Supone un pequeño avance después de la ruptura de relaciones en la que los nacionalistas se instalaron con el PP de Casado. Hasta el momento ambas partes no han profundizado mucho más, pero esa puerta, al menos, se ha vuelto a abrir. Los precedentes permiten imaginar que si es necesario encontrarían la vía para volverse a entender con el PP un lustro después de tumbar su gobierno. El resultado de las elecciones anteriores, las previstas para dentro de poco más de mes y medio, serán determinantes para resituarse en el tablero de equilibrios y entendimientos políticos.

En lo relativo a sus prioridades más próximas, el PNV y EH Bildu trabajan con un escenario optimista. Los de Ortuzar podrán revalidar o incluso mejorar la que es su mayor cuota de poder de la historia en el País Vasco. Es al menos lo que reflejan las encuestas de modo reiterativo. Los ecos de su papel en la política nacional y su gestión en la más próxima recibirían en aval de la ciudadanía. Así, los sondeos apuntan a que el PNV volvería a imponerse en las tres diputaciones forales y en las tres capitales vascas. Una posición que, junto a sus acuerdos de coalición con el PSE, le permitirían seguir gobernando el núcleo del poder institucional vasco.

El PSE, el deseado compañero de baile

EH Bildu tampoco parece haberse desgastado. Las encuestas le consolidan como la segunda fuerza en el País Vasco e incluso apuntan hacia un posible empate en San Sebastián con el PNV, lo que le podría acercar a disputar la alcaldía de la capital guipuzcoana. A ella presentará a quien ya la ocupó en 2011, Juan Karlos Izagirre. La apuesta de la izquierda abertzale parta estas elecciones municipales y forales en Euskadi intenta capitalizar el buen momento de apoyo social por el que atraviesa. Haber absorbido mucho del apoyo desengañado que ha abandonado a Elkarrekin Podemos le podría permitir mejorar resultados.

Así, en Gipuzkoa, su territorio fuerte, se presenta a las elecciones a las Juntas Generales con quien ha sido portavoz de la coalición en el Parlamento Vasco, Maddalen Iriarte. En Bizkaia lo hará con otro parlamentario de la Cámara de Vitoria, Iker Casanova, quien accedió al Parlamento tras abandonar la cárcel por una condena de 11 años por el caso 11/98 en el que fue condenado por pertenencia a banda armada. En Alava su cabeza de cartel será Eva López de Muniain.

El pulso en las instituciones entre el PNV y EH Bildu no es nuevo. Se visibiliza de modo más contundente en las citas municipales, en las que el juego de alianzas políticas que llevan a cabo unos y otro se traduce en ‘robo de alcaldías’ y venganzas cobradas en otros municipios durante el proceso de conformación de consistorios. Por el momento, el tercero en discordia, el PSE, es el aliado que ambos desean pero hasta ahora tan sólo ha mostrado interés real por uno de ellos. La sintonía entre el PNV y el PSE parece sólida y dificulta la aspiración de las formaciones de izquierda, Podemos y EH Bildu, de arrebatar cuotas de poder al PNV si se lograse un gran acuerdo progresista a tres bandas con el PSE.  

Compartir foco en Madrid

A nivel nacional la convivencia entre PNV y EH Bildu ha sido más bien incomoda. El PNV estaba acostumbrado a llevarse todo el foco de atención y a ser el único que regresaba al País Vasco con resultados tangibles fruto de sus acuerdos en Madrid. Ahora esa medalla la ha tenido que compartir con la izquierda abertzale. En esta legislatura los reproches cruzados rebajando el resultado del adversario han sido constantes. Los de Ortuzar se han entendido más con el PSOE y los de Otegi más con Iglesias.

La realidad es que el balance de ambos tras una legislatura casi agotada es más bien discreto. El PNV cerró recientemente la actualización del acuerdo del Concierto Económico. Pero su principal objetivo para este mandato era haber culminado el traspaso de competencias pendientes del Estatuto de Gernika. A puertas de que la legislatura culmine aún restan decenas de materias por transferir, muchas de ella ni siquiera se han llegado a abordar inicialmente. La cesión de la competencia de prisiones es sin duda la más relevante de las logradas y la que ha permitido el Ejecutivo vasco ponerse al frente de las prisiones en un momento histórico en el que el final de la dispersión de los presos de ETA ha disparado su internamiento en Zaballa, Martutene y Basauri.

Ha sido esta precisamente ésta la gran medalla de los de Arnaldo Otegi. La política de alejamiento de los presos de la banda iniciada en 1989 por el PSOE ha finalizado hace apenas dos semanas con el traslado de los últimos reclusos de ETA a Euskadi. El apoyo de EH Bildu al Gobierno, en particular a sus presupuestos, fue la ‘contrapartida’ que el propio Otegi deslizó para justificar su posición en favor del final de la dispersión. En el debe de EH Bildu queda la derogación íntegra de la reforma laboral del PP, a la que se comprometió el PSOE y no cumplió.