La advertencia fue clara: “Nosotros tenemos la llave que abre y cierra puertas”. La lanzó la entonces portavoz de EH Bildu en el Parlamento de Navarra, Bakartxo Ruiz el 2 de agosto de 2019. Estaba dirigida a la candidata a presidir la Comunidad Foral, María Chivite. Poco después, cinco de sus siete parlamentarios se abstuvieron para permitirle suceder a Uxue Barkos e impedir una vez más que Navarra Suma –la coalición UPN, PP y Cs- gobernara Navarra. En aquella ocasión el pulgar de Otegi permitió alumbrar el nuevo Ejecutivo socialista y frenar a UPN. Ahora, cuatro años más tarde, volverá a hacerlo. En ambos casos desde fuera del Gobierno, en una oposición singular que vigilará y condicionará a su antojo la acción del Ejecutivo. Bildu volverá a ser el ‘ama de llaves’ del Gobierno de Navarra.

En 2015 la izquierda abertzale formó parte del Gobierno de Barkos. Lo hizo asumiendo dos consejerías. La legislatura pasada, desde fuera, determinó cuándo se aprobaban leyes como los presupuestos y otras muchas. Es un poder sin desgaste que, si se agota la legislatura, volverá a tener hasta julio de 2027. Habrá transcurrido más de una década decantando el signo del poder en Navarra, impidiendo que quien hasta en tres ocasiones -2015, 2019 y 2023- ha ganado de manera holgada las elecciones no gobierne. Es Bildu quien ha facilitado que la Navarra progresista se imponga gracias a la alianza entre diferentes –nacionalistas, socialistas, ‘podemitas’, abertzales- a la Navarra conservadora y fracturada que hoy representa la derecha.

El acuerdo que la mañana de este martes rubricaron Chivite, Barkos y Alfaro iba a ser después presentado a EH Bildu. Formalmente la líder del PSN ha asegurado que no se ha negociado nada con la izquierda abertzale. Que su imprescindible abstención será ‘un regalo’ si así lo deciden las bases de Bildu que hoy participen en la consulta activada hasta esta medianoche por la coalición. En 2019 el apoyo a la abstención para facilitar al PSN su gobierno recibió el apoyo del 70% de las bases. En el aire aún sobrevuela el malestar de Bildu por la negativa del PSN de facilitarles la alcaldía de Pamplona mediante un ‘acuerdo progresista’ que impidiera a UPN hacerse con el Ayuntamiento de la capital navarra.

PSN, Geroa Bai y Contigo Zurekin ya se han repartido el Gobierno. Lo han hecho con el mismo peso que esta legislatura pasada: ocho carteras para los socialistas, tres para los nacionalistas vascos y una para la marca de Podemos en Navarra. Han pulido su programa, incluso han pactado sus discrepancias y el modo de resolverlas cuando afloren. Han sido necesarias semanas de tiras y aflojas y reuniones maratonianas de última hora para alcanzar un pacto de legislatura.

El futuro de UPN

El euskera es una de las materias en las que Geroa Bai aboga por terminar con la ‘zonificación lingüística’ en Navarra mientras el PSN defiende mantener el actual marco legal que establece adecuarlo a la demanda y realidad social en cada zona. El acuerdo entre las tres formaciones también pasa por aspectos como reclamar el desarrollo completo de la Ley de Amejoramiento navarro, la LORAFNA, -Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra- e incluso por crear una ponencia para ampliarla. En esta legislatura será cuando se deba materializar el traspaso de las competencias de tráfico de la Guardia Civil a la Policía Foral, una de las cuestiones que ha enfrentado a las formaciones de Gobierno y EH Bildu con los partidos de la derecha navarra.

La investidura de Chivite se producirá probablemente a comienzos de la próxima semana. Supondrá otro revés para la derecha navarra que ve como por tercera legislatura consecutiva debe conformarse con liderar la oposición. El líder de UPN, Javier Esparza, ha encabezado hasta en tres ocasiones la candidatura del principal partido foral sin que en ninguna de ellos los resultados le sirvieran para convertirse en presidente. En unos meses, la renovación en la dirección de la formación podría suponer el inicio de un nuevo periodo en UPN.

Sin duda, la fractura en la derecha frente a la capacidad de sintonías entre diferentes demostrada por las formaciones progresistas, incluyendo a EH Bildu en la operación, han supuesto una barrera infranqueable para un ámbito ideológico que hasta en siete legislaturas, más de tres décadas, ha gobernado en Navarra.

Hace ocho años que la derecha pisó la alfombra del poder en el Gobierno foral. Hasta entonces, la corrupción en el PSN que representaron figuras como las de Gabriel Urralburu y, en menor medida, Javier Otano, dejó una herida difícil de sanar en el socialismo navarro. Sin embargo, hoy la alianza que le permite gobernar es el rechazo a las formaciones de la derecha y extrema derecha navarra y que se ha consolidado como un ‘pegamento’ para cerrar acuerdos.

Un 'cordón sanitario' contra la derecha

A ello se suma que EH Bildu ya no genera un rechazo como sus marcas anteriores. Hubo años en los que los acuerdos entre ‘constitucionalistas’ permitieron algunos acuerdos clave en la conformación de Gobiernos. Por el camino, la derecha navarra lo ha intentado todo; la alianza en coalición con marcas como Navarra Suma y la concurrencia por separado. En ninguno de los casos ha sido posible sortear la suma alcanzada por el resto de formaciones, que han sido capaces de levantar un muro en torno a la derecha, una suerte de ‘cordón sanitario’ para impedirle bajo cualquier pretexto que gobierne, pese a ser de modo reiterado la lista más votada en Navarra desde las últimas tres convocatorias autonómicas.

Lejos quedan los Gobiernos de Miguel Sanz (UPN), entre 1996 y 2011, cuatro legislaturas consecutivas que parecían haber creado una estabilidad sólida e infranqueable para los gobiernos de izquierdas. Después llegó Yolanda Barcina y la secuencia se repitió. La legalización de la izquierda abertzale y el final de ETA cambio el escenario en Euskadi y Navarra y el peso en las instituciones de su nueva marca, EH Bildu, abrió un tiempo nuevo de alianzas. Hoy los de Otegi cuentan con un electorado en alza, sumaron más de 55.000 el pasado 23-J, frente a los algo menos de 48.000 de 2015.

Es, en definitiva, un poder clave que le permite mantener desde fuera el control, manejar las llaves del poder en Navarra y decidir si facilita o dificultar la designación de presidentes en Navarra.