Le dijeron que era un cambio de ciclo, un nuevo tiempo que requería el contexto político actual. Fue el diagnóstico que las direcciones territoriales reunidas en ‘cónclave’ en Sabin Etxea hicieron en su encuentro de esta semana. En su análisis tuvieron en cuenta la opinión del propio Urkullu, tras una ‘entrevista’ con el aspirante recogida en el procedimiento de toma de decisión previsto en el EBB. El jueves la decisión ya estaba tomada y se la comunicaron a Iñigo Urkullu. Este viernes, la noticia estalló: Urkullu no será el candidato del PNV en las elecciones autonómicas del próximo año.

El anuncio es fruto de una filtración más que de un calendario previsto y planificado. Hasta ayer el PNV aseguraba que aún restaban incluso semanas para llegar a este punto que ayer se precipitó. Esta vez, la convivencia armoniosa de la tradicional 'bicefalia' del PNV, de la estructura orgánica del partido que lidera Ortuzar y de la institucional que simboliza Urkullu saltó por los aires.

En las últimas semanas Urkullu ha reivindicado su gestión. Lo ha hecho en varios actos públicos. Pero en Sabin Etxea han creído que es hora del cambio, de otro perfil. Pese a que él nunca se ha negado a continuar, el futuro electoral del partido, hoy más en zozobra que nunca, ha sido más importante. También el nuevo tablero político surgido tras el 23-J. Ni siquiera la buena relación generacional de ambos dirigentes, con carreras políticas paralelas y una implicación en el PNV que siempre ha ido de la mano parecen haberse impuesto.

Esta vez parece que algo se ha roto en el corazón del PNV que se vio abocado a anunciar de urgencia una sesión de su dirección para el lunes para acelerar la designación del sustituto o sustituta de Urkullu. Es evidente que Urkullu no es Ortuzar. No son pocas las voces que ven cierto distanciamiento entre ambos fruto de la deriva del partido en los últimos años. Recuperar la centralidad perdida con la que siempre se ha identificado a Urkullu ha sido un debate evidente en el seno de la formación.

Una 'bicefalia' herida

Una deriva cuyo máximo responsable muchos han personificado en Ortuzar. Al aun lehendakari no se le identifica con muchos de los pasos dados por el PNV actual. El último, el fortalecimiento de la 'pinza' con el Junts de Puigdemont que escenificó el jueves el PNV, del que Urkullu siempre se desmarcó y con el que subrayó las diferencias, es una muestra más. El PNV ha optado ahora, fruto de la oportunidad política más que del programa electoral con el que se presentó, por acelerar su perfil más soberanista, del que Urkullu no parece su referente más reivindicativo.

El aún lehendakari siempre ha sido obediente y solícito a los requerimientos del partido al que se afilió muy joven. Acatar, al menos en público, de buen grado no poder optar a un nuevo mandato será su último servicio. Lo hará con discreción y lealtad, como ha acostumbrado a aceptar todos los requerimientos de la formación. En realidad, quizá termine siendo más un suspiro que un revés. Urkullu accedió a ser lehendakari más por aclamación de sus bases que por ambición personal. Con su marcha podría abrirse una renovación más profunda y quien sabe si una crisis aún más grave de la que ya padece el partido.

El lehendakari pertenece a una generación del partido que asumió el control de la organización tras la salida de Xabier Arzalluz en enero de 2004. Al hoy máximo ejecutivo de Repsol, Josu Jon Imaz, le sucedió como presidente del PNV tras imponerse a Joseba Egibar, el llamado a ser ‘delfín’ de Arzalluz. La salida inesperada de Imaz de la presidencia del PNV cuatro años más tarde llevaría a Urkullu a relevarle al frente del partido.

Iñigo Urkullu (1961), Aitor Esteban (1962), Andoni Ortuzar (1962), Joseba Aurrekoetxea, Koldo Mediavilla… integran la ‘cuadrilla’ de amigos vizcaínos que se afiliaron al partido a finales del franquismo y en plena Transición. Hoy lo dirigen. Ayer, esa historia reveló más de un rasguño fruto del tiempo. El final del ciclo que representa la salida de Urkullu supone, de algún modo, el final de una etapa en el PNV. Todo apunta a que también en la estructura orgánica de la formación habrá cambios. La salida de Andoni Ortuzar de la presidencia del PNV parece segura. El propio Ortuzar ha defendido la necesidad de renovar la dirección y de abrir un nuevo tiempo a otra generación. La suya, la de los conocidos como ‘Jobuvis’ –Jóvenes Burukides (cargos) vizcaínos- parece agotarse.   

La tercera legislatura, la del desgaste

El recorrido político de Urkullu ha sido intenso. Comenzó en 2000 como presidente del PNV en Bizkaia y al que siguió en 2008 la presidencia nacional del PNV. La asumió en un momento complicado, cuando el pulso del ‘caso Ibarretxe’ terminó por desplazar al PNV de Ajuria Enea. Urkullu optó por impulsar la renovación profunda de un partido centenario que no había conocido la oposición en democracia. Entre 2009 y 2012 se dedicó a abrir ventanas, a oxigenar las sedes y a renovar cargos y discursos. El PNV debía volver a la moderación de la que el exlehendakari lo había sacado.

Cuando 'la casa', logo incluido, estuvo renovada, el partido le pidió un paso más: optar a ser lehendakari y recuperar el poder que sentía arrebatado por aquella pinza PSE-PP que encabezó Patxi López. El 15 de diciembre de 2012 juraba el cargo ante el Árbol de Gernika. Lo hacía asegurando que sólo optaría a una reelección, que su aspiración era no superar los ocho años como lehendakari. En 2020 el partido volvió a pedirle que siguiera, que continuara otros cuatro años más. Y lo hizo.

Ha sido probablemente la legislatura de mayor desgaste de las tres. La más agitada, la de mayores tensiones y la que las urnas más han castigado. El impacto social, institucional y económico de la pandemia ha dejado un rastro muy duro en la Administración vasca. Lo ha hecho en forma de crisis profunda en la Sanidad vasca, la otrora ‘joya de la corona’ hoy con un prestigio dañado. También en el seno de la Educación, con tensiones por la aprobación aún pendiente de una nueva ley educativa y por huelgas en la enseñanza periódicas. Y por último, con la Ertzaintza, otro de los símbolos del autogobierno vasco más enarbolado por el PNV, levantado en protesta permanente desde hace más de un año.

A todo ello se ha sumado el inesperado revés que el PNV ha recibido en las urnas, tanto en las elecciones municipales y forales como en las generales. Perder uno de cada cuatro votos permite concluir que un cambio profundo se está produciendo en las bases del partido y en quienes hasta ahora le apoyaban. Transformaciones que el siempre bien calibrado termómetro social del PNV esta vez no supo detectar. Las tensiones en clave interna y los acuerdos a nivel nacional con el enjambre de alianzas que rodean a Sánchez han tenido un impacto negativo.

Una mujer candidata, la asignatura pendiente

Ahora el PNV intenta reconducir la nave. Situarse en modo de pelea electoral para frenar el ‘sorpasso’ de EH Bildu también en unas autonómicas. La pregunta que se debía responder era no sólo si Urkullu es el candidato adecuado para librar esa batalla –tras once años en el cargo- sino también si había tiempo para preparar una alternativa solvente. A la primera las direcciones territoriales del partido contestaron que no y a la segunda que sí.

Entre los nombres que podrían aspirar a suceder a Urkullu los de las mujeres parecen tomar protagonismo. El PNV nunca ha presentado a una mujer para aspirar a presidir un Gobierno en Euskadi. Además de la cuestión generacional, la soberanista puede adquirir importancia en el nuevo ciclo de encaje territorial que ha legado el 23-J.

Entre los cargos orgánicos, la mujer que con más fuerza suena es Itxaso Atutxa. La presidenta del PNV en Bizkaia –y mujer de Aitor Esteban- se ha prodigado de modo intenso en las últimas semanas. Izaskun Bilbao, veterana europarlamentaria del PNV, es otro de los nombres que han comenzado a lanzarse. Entre los hombres, quien fuera diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, ha vuelto a irrumpir con fuerza. Fue la apuesta personal de Ortuzar desde que llegó a la presidencia del PNV, presidió la Diputación de Bizkaia durante dos legislaturas, entre 2015 y 2023. Incluso Aitor Esteban, tras 19 años en el Congreso de los Diputados, suena como opción a valorar.

Por el momento todo son especulaciones. Este lunes el PNV volverá a reunir a su dirección para iniciar el proceso de elaboración de candidaturas. Su decisión será oficialmente una mera ‘propuesta’ a las bases, que podrán presentar otras opciones. La realidad es que una vez finalizadas las dos vueltas de las que consta el proceso la ‘propuesta’ del EBB será la elegida.

Una pugna con Bildu

Lo hará sin que por el momento se conozca la fecha de celebración de las elecciones. El lehendakari Urkullu es quien tiene la potestad para convocarlas. Todo apunta a que serán en marzo o en abril a más tardar. El PNV quiere huir del mes de junio, cuando tendrán lugar los comicios europeos. Hacer coincidir las autonómicas con las europeas el 9 de junio supondría correr el riesgo de que la polarización de ámbito nacional que se podría generar en la pugna PSOE-PP arrinconara las elecciones vascas.

El PNV se juega mucho en estas elecciones con las que concurrirá con un nuevo candidato o candidata. La sombra de EH Bildu, en tendencia electoral creciente en el último año, es demasiado inquietante. No parece que tema perder el Gobierno pero quizá sí pueda estar en peligro la ajustada mayoría absoluta que ahora ostenta con el PSE, lo que podría obligarle a apoyarse en el PP, un aliado incómodo en el contexto político actual.

A su favor podría tener que parece descartado que Arnaldo Otegi (Elgoibar, 1958) sea el cabeza de lista de EH Bildu. El líder de la izquierda abertzale representa una generación algo mayor que la del propio Urkullu. El aún lehendakari tiene 62 años, frente a los 65 de Otegi. La izquierda abertzale ya ha presentado en repetidas ocasiones a mujeres como candidatas a lehendakari, una opción que es muy probable que pueda repetir y que, en el caso de que el PNV haga lo mismo, supondría una novedad en la pugna por el Gobierno de Euskadi entre las dos principales formaciones vascas.