Son tres espejos que inicialmente no muestran lo mismo. En cada uno de ellos los protagonistas aparecen de modo diferente. Fuertes en alguno, en segundo plano en otros y difuminados y relegados en los menos favorecedores. Por ahora los ‘espejos de la política’ vasca, navarra y española no son iguales, pese a que cada vez comienzan a asemejarse más. La izquierda abertzale tiene prisa por ‘clonarlos’, por trasladar al País Vasco la ‘vía Navarra’ que ha funcionado en la Comunidad Foral y que ha tenido su reflejo en las alianzas multipartitas sobre las que se soporta el Gobierno de Pedro Sánchez. Una propuesta que pasaría por buscar puntos de encuentro entre Bildu, PNV y PSE y asilar entre ellos al PP de la ‘ecuación’ de la gobernabilidad de las instituciones.

A tal fin, a puertas de un proceso electoral, ha lanzado ya propuestas y ha cerrado acuerdos menores en los últimos días en Euskadi a modo de botón de muestra de la viabilidad de su planteamiento. En sólo unos días, Bildu ha pasado de arremeter contra PNV -al que en muchas ocasiones ha ubicado como partido 'de derechas' y al que enfrentarse como alternativa- y PSE a apoyar a Urkullu en la aprobación de dos leyes y respaldado al PSE para sacar adelante los presupuestos del Ayuntamiento de Vitoria.

Sin embargo, por el momento en Euskadi esa llamada a imitar la ‘vía Navarra’ parece estar lejos de ser correspondida a nivel autonómico. Ni el PSE ni el PNV han recogido ese guante. Incluso desde el Ejecutivo se ha apuntado que sólo es la ‘cara amable’ de la izquierda abertzale en víspera electoral a la que le acompañarán otros movimientos menos amistosos. Ayer el presidente del PNV, Andoni Ortuzar fue más lejos al asegurar que no les encontrarán en esa propuesta en la que sólo buscan "llegar a la lehendakaritza para hacer todo lo contrario que el PNV, es lo que siempre han dicho": "Hace falta más coherencia", afirmó anoche en Radio Euskadi.

Para Ortuzar, la verdadera intención de Bildu es "desposicionar" al PSE como aliado preferente del PNV y moverle de la máxima de desmarcarse de la izquierda abertzale que viene repitiendo el líder socialista, Eneko Andueza. El dirigente abertzale incluso subrayó la "profunda decepción" que el candidato a lehendakari de Bildu le causó al no abordar la signatura pendiente de reconocer el daño causado por el apoyo durante décadas a ETA: "Si Bildu puede aportar algo nuevo, si quiere tener una chispa de credibilidad es precisamente era en este ámbito y no lo ha hecho".

En apenas unos días en el País Vasco llegará al anuncio de elecciones autonómicas. Todo apunta a que Urkullu piensa en el mes de abril y en el domingo 21 como su opción. Veremos. Mientras tanto, las formaciones políticas han comenzado a sondear la situación, a explorar el terreno y a tomar el pulso para dibujar posibles escenarios. EH Bildu lleva tiempo haciéndolo. Subido en la ola electoral alcista, a la que la auparon las elecciones municipales y forales y las generales, de cara a las autonómicas los de Arnaldo Otegi lo intentan primero atraerse al PSE y ahora lo han hecho con el PNV. El rechazo de los socialistas se ha reiterado y el recelo de los de Ortuzar es una evidencia.  

Trasladarlo "a estos tres territorios"

El planteamiento de EH Bildu es arriesgado. Euskadi no es Navarra. Tampoco el Congreso de los Diputados es la Cámara vasca. Ni la realidad política, ni el peso de los partidos que deberían formar parte de esa “ecuación progresista” a la que llama a dar forma es comparable. El recién elegido candidato abertzale, Pello Otxandiano lo dejó claro el pasado miércoles, “hay que trasladarlo (el modelo navarro) a estos tres territorios”. Apeló a PNV y PSE a dejar a un lado sus “pactos excluyentes” –en referencia a los acuerdos con el PP para apartar e EH Bildu- y sustituirlos por “pactos inclusivos”. Una llamada a acordar la gobernabilidad a tres, con el liderazgo del partido más votado, y que pretendería no sólo “políticas de progreso” sino también arrinconar al PP.

Por el momento, ni socialistas ni jeltzales han abierto la puerta a acuerdos autonómicos con EH Bildu. Todo apunta a que la coalición PNV-PSE que hoy sustenta el Gobierno vasco y las principales instituciones vascas se reeditaría si dieran los números. Y los de las últimas encuestas, dan. El Sociómetro vasco del pasado mes de diciembre apuntaba a una suma de 40 asientos en la Cámara vasca –dos por encima de la mayoría absoluta- si se reditarse la actual coalición de gobierno entre de PNV (29 asientos, dos menos) y PSE (11 diputados, uno más).

Pero por su acaso, el “ejemplo de Navarra y Pamplona” que la izquierda abertzale llama a imitar en la Comunidad Autónoma Vasca EH Bildu lo está engrasando. Lo ha hecho cambiando de actitud en cuestión de semanas y apoyando medidas relevantes promovidas por el PNV y el PSE. Su actitud durante gran parte de la legislatura no auguraba este acercamiento. La izquierda abertzale se desmarcó de la Ley de Educación y no respaldó los presupuestos de Urkullu. Sin embargo, en los últimos días algo ha cambiado. Ha rebajado su posición para escenificar cómo podría ser ese “nuevo tiempo” de colaboración que propugna. Esta semana ha apoyado las leyes de Transición Energética y la referida a la Infancia y Adolescencia. Ayer, en Vitoria, Bildu accedió a apoyar los primeros presupuestos de la alcaldesa del PSE, Maider Etxebarria, que gobierna con el PNV. Un apoyo relevante si se tiene en cuenta que fue Bildu quien ganó las elecciones en Vitoria y si no gobierna es porque el PP lo impidió apoyando a la candidata del PSE.

Bildu-PNV, profundas diferencias

Ahora, EH Bildu se ve con opciones de Gobernar, o al menos de condicionar la conformación de mayorías. Los sondeos le permiten ser optimista. Por ello, ha puesto sobre la mesa la teoría de que gobierne la fuerza más votada y que los acuerdos para facilitarle la mayoría se pacten con el resto de formaciones “progresistas”. La hizo en Navarra y lo repitió en Pamplona, con el añadido de excluir a las formaciones de derechas.

Pero la izquierda abertzale sabe que en el hipotético caso de que se impusiera en votos, tendrá difícil encontrar aliados suficientes para alcanzar la mayoría absoluta que le sitúe en Ajuria Enea. Quizá Podemos-Sumar y poco más. El PSE, su candidato, Eneko Andueza, ha insistido una y otra vez que en ningún caso hará lehendakari al candidato abertzale. Hacerlo supondría además un desaire de tal calado hacia el PNV que tendría, sin duda, consecuencias en las múltiples alianzas de gobierno, a nivel municipal, autonómico e incluso nacional que mantienen los de Ortuzar y Sánchez.

El PNV nunca será un aliado para ceder Ajuria Enea a Bildu. Supondría engordar a su principal adversario político en Euskadi. Ni por poder, ni trayectoria ni modelo de país comparten grandes espacios. Pese a que ambos se engloban ahora en el ámbito de formaciones “progresistas”, las diferencias en ámbitos como el social o el económico siguen siendo muy importantes. Incluso en las aspiraciones y encaje territorial que propugnan para Euskadi la disparidad es sustantiva. Qué decir en materia de paz y convivencia, donde Sabin Etxea insiste que a la izquierda abertzale aún que queda un largo recorrido por hacer.

'Ecuación política' y exclusión

Trasladar la “ecuación política” de Navarra y Madrid a Euskadi supone además hacerlo en desigualdad de condiciones. Mientras en el Congreso de los Diputados el peso de PNV y Bildu es similar, incluso algo mayor el de la izquierda abertzale, en Navarra les separa un abismo y en Euskadi la izquierda abertzale sigue aún lejos –aunque cada vez menos- de los apoyos para gobernar Euskadi que recibe el PNV.

En los acuerdos multipartito cerrados en Navarra el PNV ha jugado un papel menor. Incluido en la coalición Geroa Bai, su peso y presencia electoral es minoritario. No así el de la izquierda abertzale, líder de la oposición en la capital Navarra y partido determinante en la Cámara foral. Y el PSN, gobierna Navarra por segunda legislatura consecutiva.

En la vecina Euskadi el PNV representa la historia de los gobiernos vascos desde la transición. Los ha liderado siempre, a excepción del periodo 2009-2012. El partido socialista, en cambio, ha sido un partido de la oposición, tradicionalmente sin opciones de gobierno pero que ha sabido convertirse en aliado preferente del PNV para integrarse en coalición para coliderar las principales instituciones. Y la izquierda abertzale, continúa hoy apuntalando el camino de la nueva senda que inició tras el final de ETA. De partido de confrontación institucional pasó a sufrir una década de ilegalización y a mutar después en una nueva coalición con aspiraciones de Gobierno.