La comparativa es tentadora. Uno acaba de celebrar las elecciones y el otro está llamado a hacerlo –probablemente- en cuestión de dos meses. Una radiografía rápida de Euskadi y Galicia podría asemejarles en muchos aspectos: ambas comparten zona geográfica, clima y mar y un pasado de flujos migratorios en busca de trabajo.

Las dos tienen lengua propia en fase de recuperación y una sociedad en la que los movimientos de carácter nacionalista lideran con solidez la oposición. En ambos casos desde posiciones de izquierda. Sin embargo, un repaso detallado de su realidad política demuestra que Euskadi y Galicía se asemejan más bien poco. Bastan cinco claves para acreditar por qué Galicia y Euskadi, al menos políticamente, no se parecen.

Fragmentación. En Euskadi, al contrario que en Galicia, no hay mayorías absolutas. Los gallegos han dado la victoria a un partido con mayoría absoluta en cinco ocasiones en los últimos 15 años.

En el País Vasco eso nunca ha ocurrido. Ni siquiera antes de la escisión el PNV la logró. Su mejor registro fue 32 escaños de entre 75 en las autonómicas de 1984. En el Parlamento Vasco la fragmentación en partidos siempre ha obligado a quien ha gobernado a tener que buscar alianzas. El PNV ha gobernado con partidos nacionalistas y con constitucionalistas. Apoyándose en siglas de izquierda y de derecha.

El Partido Socialista ha sido la formación con la que en más ocasiones ha gobernado. El PNV incluso ha tenido en su gobierno a consejeros de Izquierda Unida y de Eusko Alkartasuna, hoy integrada en EH Bildu.

La izquierda abertzale y Podemos son las dos únicas siglas que nunca han ocupado el Gobierno en Euskadi ni han actuado como socios externos preferentes.

En el caso de los populares, fueron el apoyo clave en el Gobierno de Patxi López como lehendakari y en varios gobiernos han actuado como apoyo imprescindible para Ejecutivos en minoría, como el que lideró Urkullu junto al PSE y que se apoyó en el PP de Alfonso Alonso.   

Nacionalismo, dos sensibilidades y una larga tradición. El nacionalismo en Euskadi no es un fenómeno reciente. Al contrario que en Galicia, su presencia ha sido mayoritaria desde la recuperación de la democracia. Tanto, que siempre, salvo entre 2009 y 2012, ha gobernado.

Un nacionalismo vasco de dos sensibilidades, el de izquierda extrema que representa hoy EH Bildu y el más moderado que encarna el PNV.

En Galicia el nacionalismo ha crecido en los tres últimos lustros. Lo ha hecho poco a poco y a costa hasta convertirse en una amenaza de alternativa real al PP. Para frenarlo, el PP recurrió a alentar los vínculos y similitudes del BNG con Bildu. Ese discurso del miedo hacia el fenómeno nacionalista parece haber funcionado. En Euskadi, en cambio, ese discurso apenas moviliza. Ni a favor ni en contra. La ‘normalización’ de la izquierda abertzale como un agente político democrático integrado está plenamente asumido.

Y los sondeos lo reflejan que más que nunca. Muestra de ello es que en las próximas elecciones autonómicas vascas el pulso por vencer en las urnas se librará entre dos opciones nacionalistas. En este caso, la que está llamada a ser ‘alternativa’ es la izquierda abertzale de Arnaldo Otegi. En el otro margen ideológico, el ‘constitucionalista’, también el pasado ha construido una realidad muy singular en Euskadi que poco se asemeja a la gallega.

El pasado violento que representó ETA y el respaldo social y político que obtuvo fue una de las causas que moldeó el tablero político actual, siempre en detrimento de PP y PSE. Las décadas de terrorismo con las formaciones constitucionalistas en el punto de mira de ETA limitó, en gran medida, su desarrollo y despejó el camino para una mayor implantación al nacionalismo.

El rechazo a Sánchez no mueve voto. La bandera de la pugna en clave nacional ha sido uno de los ejes de campaña en Galicia. Cuestiones como el miedo a dar entrada al Gobierno a una suerte de ‘versión de Bildu’, el fantasma de la ley de amnistía o la ‘inestabilidad Franquestein’ a la gallega por parte de alianzas imposibles del resto de partidos, han estado muy presentes.

En el País Vasco ese temor apenas se proclama. No en vano, dos de los tres principales socios de Pedro Sánchez, el PNV y EH Bildu, son parte de la ecuación del Gobierno de España. En ambos casos respaldan cuestiones como la amnistía, se alían contra el PP y defienden la necesidad de sostener a Sánchez como una oportunidad para avanzar en el camino soberanista.

Al contrario que en Galicia, el PSE es un partido con una imagen saludable entre los votantes vascos. El desgaste en otras comunidades no se percibe en Euskadi. El descalabro que el PSG ha sufrido en Galicia no se producirá en Euskadi. La anterior secretaria general del PSE logró recuperar y consolidar al partido que ahora lidera Andueza.

En el País Vasco los socialistas de Eneko Andueza ganaron las elecciones generales. Y en las autonómicas, los sondeos le auguran no sólo reeditar su peso actual en la Cámara sino incluso mejorarlo. Los socialistas vascos están lejos de la irrelevancia en la que las urnas han situado a los gallegos. Serán claves, ‘la novia’ de todos para conformar mayorías. El PNV les tiende la mano, pero EH Bildu también.

Feijóo y Sánchez, en juego sus alianzas, no sus liderazgos. En Galicia Alberto Núñez Feijóo se jugaba algo más que un gobierno autonómico. Perder su tierra o reeditarla condicionaría su futuro. Por su parte Pedro Sánchez libraba la batalla del castigo o el respaldo a su gestión al frente del PSOE y del Gobierno de España. Vencer a Feijóo era algo más que ganar Galicia. En el caso de las elecciones que en unas semanas se celebrarán en Euskadi nada de eso está en juego. No al menos según todos los sondeos. En ellos tanto el PSE como el PP no sufren grandes cambios. Un escaño arriba, uno abajo, parece que su peso en la política autonómica vasca se mantendrá.

En realidad, más que sus liderazgos lo que se juegan Sánchez y Feijóo son sus alianzas. Un EH Bildu crecido, con opciones de Gobernar con el apoyo del PSE situaría en un brete a Sánchez. Incluso un ofrecimiento de la izquierda abertzale al PSE para ocupar Ajuria Enea lo colocaría en un compromiso. Por ahora, los socialistas vascos afirman que no entrarán en ese juego. A su vez, un movimiento del PSE que desbancara al PNV del poder podría acarrear un juego de ‘venganzas’ en forma de final de su apoyo en el Congreso. Por su parte, el PP aspira a arrebatar voto al PNV, aumentar su presencia en la Cámara y ser, en su caso, la llave de Gobierno que pueda dar mayorías al margen de EH Bildu.    

Sumar y Podemos, las ‘barbas a remojar’. En el País Vasco el resultado de los comicios gallegos puede dar una segunda oportunidad a Podemos y Sumar. Ambos partidos han anunciado a sus respectivas candidatas. A día de hoy, los dos concurrirán por separado, Podemos con Miren Gorrotxategi y Sumar Mugimendua con Alba García. Sin embargo, los malos resultados obtenidos el pasado domingo en Galicia podría cambiar las cosas. Entre las bases de ambos partidos se ha activado un movimiento que reclama retomar las negociaciones para conformar una candidatura unitaria. La recogida de firmas ha acumulado ya cerca de medio millar de rúbricas. Desde Podemos insisten en seguir negociando pero por ahora la mano tendida no ha sido estrechada por Sumar.

Otro de los elementos que diferencia la realidad electoral vasca de la gallega es el mínimo para acceder al Parlamento vasco. En el caso de la Cámara gallega se debe alcanzar el 5% de los votos para poder acceder y en cambio en el Parlamento Vasco ese porcentaje desciende al 3%. Un porcentaje más reducido que lleva a las marcas minoritarias como Podemos y Sumar a confiar en poder tener presencia en la próxima Cámara vasca.