Es un mar de votos difícil de contraprogramar. Cada fin de semana comparten butaca, equipo y bandera. Una riada de ellos está hoy físicamente en Sevilla. Otra lo vivirá desde Euskadi con la misma intensidad. La final de la Copa del Rey que esta noche enfrenta al Athletic Club y el RCD Mallorca en la capital andaluza lleva semanas copando portadas, interés y conversaciones entre los ciudadanos vascos, en particular de los vizcaínos. Nada había suscitado tanto interés desde hace tiempo. Los políticos vascos llevan días ‘compitiendo’ con el fútbol para captar la atención de la ciudadanía por otro partido, el suyo, pero por ahora con muy poco éxito: el 51% de los vascos reconoce tener poco o ningún interés por las elecciones que se celebrarán dentro de apenas dos semanas, según el ‘Sociómetro’ del Gobierno vasco.

Y lo que es peor, en caso de que el combinado rojiblanco logre la Copa del Rey, la euforia amenaza con prolongarse aún cinco días más, hasta el 11 de abril, cuando se celebraría en Bilbao la victoria con la gabarra surcado la Ría a su paso por la capital vizcaína. Cinco jornadas en plena campaña electoral en la que reorientar la atención en clave política se antoja complicado.

Aficionados del Athletic Club observan un espectáculo callejero de flamenco en Sevilla.

En caso de victoria todos se felicitarán por haber logrado la Copa. Hace 40 años que el Athletic Club, el otrora ‘rey de Copas’ no obtiene una. La paradoja es que la mayor parte de las formaciones políticas que concurren en estas elecciones se declaran fervientes defensoras de la república. Tanto el PNV como EH Bildu, principales competidores por imponerse el 21-A, se han desmarcado de modo expreso de la Monarquía. El propio Urkullu se ha declarado abiertamente republicano. Es un sentimiento que comparten con la mayor parte de la sociedad vasca que se posiciona en favor de la república y que ve en la Copa del Rey, cuya final ha jugado algún equipo vasco en seis ocasiones en los últimos quince años, un escenario para manifestar en forma de gran pitada al son del himno de España.     

Fútbol y política son un binomio complicado. En la victoria del primero siempre aflora el segundo. La imagen de políticos fotografiándose con los vencedores de cualquier disciplina deportiva es una constante en la batalla por el voto y el favor de los ciudadanos. Pero en la marea electoral hacerlo también tiene sus riesgos. El respaldo excesivo a un equipo, en este caso el Athletic Club, puede suscitar rechazo o malestar en los simpatizantes del adversario. No hacerlo se convierte en una oportunidad demasiado tentadora como para ignorarla.

Propuestas electorales

En el País Vasco el fútbol se ha convertido en una plataforma que unos y otros han intentado rentabilizar con fines ideológicos. El último ejemplo son los programas electorales que estos días desgranan los candidatos. En el PNV no han dudado incluso en reservar un apartado específico a la reivindicación de la oficialidad de las selecciones vascas y entre ellas, sin duda la de fútbol es el buque insignia. El partido que la ‘Euskal Selekzioa’ jugó el pasado 23 de marzo contra Uruguay, y en la que participan jugadores vascos y navarros, volvió a ser aprovechada por formaciones nacionalistas para reivindicar la patria vasca: “Una selección, una patria”, afirmaba el PNV, formación que no dudó en organizar un mitin con su candidato, Imanol Pradales, ante una camiseta oficial del combinado de Euskadi con su nombre.  

El PNV concibe el deporte como un “factor de proyección internacional de Euskadi”. Un escaparate para defender su identidad propia y que tiene en el deporte una vía amable para enarbolar aspectos como el derecho a decidir. Su propuesta para el 21-A incluye promesas como la creación de un argumentario jurídico con el que acudir a las instituciones deportivas competentes en cada federación y deporte “para que respalden la oficialidad de las seleccione vascas”. Creará una entidad encargada de coordinar y representar a todas las selecciones vascas para avanzar hacia la oficialidad. El tercer pilar será la celebración de grandes eventos de carácter internacional y con gran impacto “como oportunidad de desarrollo de nuestra identidad nacional y de proyección exterior de Euskadi, consolidando la marca Euskadi Basque Country”.

En la izquierda abertzale el fútbol, el deporte en todas sus disciplinas, también se ha sabido aprovechar y exprimir políticamente. Lo hicieron con el último partido de la Selección vasca y el pasado verano, junto con el PNV, explotando el paso del Tour de Francia por Euskadi y el País Vasco francés para enarbolar ikurriñas y mensajes en favor del reconocimiento de la nación vasca y su derecho a decidir. Ahora, de cara al 21-A, EH Bildu se compromete a “profundizar en las labores a favor de la oficialidad de las selecciones vascas. Incluso señala que entablará “conversaciones” con el Consejo Superior de Deportes para que los equipos vascos puedan competir oficialmente. Añade que reactivará y actualizará “el proyecto para estructurar el Marco de Competición Oficial de Euskal Herria”.  

Cabacas y Zabaleta

En el entorno de la izquierda abertzale más extrema, la que mantiene hoy posiciones críticas con EH Bildu, también se han puesto los ojos en el fútbol. El control que en otro tiempo mantuvo la formación de Otegi sobre algunas ‘gradas’ ha pasado hoy a otros sectores abertzales. Es ahí donde se han comenzado a difundir algunos de los argumentos defendidos por colectivos como Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), partidaria de la amnistía para los presos “políticos” de ETA, defensora de otro modelo policial y que arremete contra la Ertzaintza.

Episodios trágicos ocurrido en el mundo del fútbol, como el asesinato a manos de un aficionado del Athlético de Madrid de Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad, en 1998 o la muerte, tras una carga de la Ertzaintza, del aficionado del Athletic Club, Iñigo Cabacas también han sido ampliamente explotados por sectores políticos afines a la izquierda abertzale. La última muestra fue la presentación de sus propuestas para un cambio policial presentada por EH Bildu este viernes. El acto se celebró en el mismo callejón en el que ocurrió el dramático suceso que hirió mortalmente a Cabacas en el año 2012.  

La selección española es otra de las banderas del fútbol que se ha empleado de manera reiterada con fines políticos. Formaciones como el PP siempre han apelado a la necesidad de lograr que ‘la roja’ pueda jugar en el País Vasco como símbolo de reafirmación y normalidad territorial de Euskadi como una comunidad autónoma más de España. Fue el único partido que se empeñó con vehemencia en que la candidatura de la Eurocopa 2020 que había logrado el estadio de San Mamés se llevara a cabo. En aquella ocasión, desde el PNV se anestesió la iniciativa impulsada muchos años antes por quien fuera alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna. El impacto de la pandemia y las elevadas exigencias sanitarias establecidas por el Gobierno vasco fueron el argumento que precipitó la anulación de la candidatura vasca.  

Quien fuera diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao (PNV), llegó a asegurar que no se daban las condiciones para que la selección española “jugara como local en San Mamés”. El propio lehendakari evitaba la crítica abierta pero señalando que su aspiración era que fuera Euskadi la selección que jugara como local en una Eurocopa. En la izquierda abertzale el rechazo siempre fue contundente, “es una colonización cultural”, llegaron a asegurar. En Elkarrekin Podemos la oposición se encauzó en términos de modelo competitivo por tratarse de “un evento masculinizado” que «discrimina a las mujeres» y en el que se corre el riesgo de que se produzcan incidentes, “es lo que sucede cuando la testosterona campa a sus anchas”, llegó a afirmar su entonces concejala, Carmen Muñoz.