El PP no aspira a ganar ni en el País Vasco ni en Cataluña, pero sí a ser determinante si la aritmética parlamentaria les da la llave de la gobernabilidad en ambas plazas. Los sondeos son unánimes en otorgar a los populares un margen de crecimiento notable, más en Cataluña que en Euskadi, y en la planta séptima de la calle Génova manejan la eventualidad de que su voto resulte indispensable, como ya lo fue, por ejemplo, para las alcaldías de Barcelona y de Vitoria. Pero a diferencia de entonces, la estrategia sería ahora diametralmente opuesta: "No vamos a dar nuestro apoyo a cambio de nada", advierten fuentes de la dirección nacional.

No quieren adelantar cuál será ese precio, pero sí que esta vez "no será gratis". Aluden a las elecciones locales del 28-M cuando facilitaron que el candidato del PSC, Jaume Collboni, se hiciera con el bastón de mando del ayuntamiento de Barcelona con tal de impedir el acceso de ERC a la alcaldía, o en Vitoria y Durango, donde se le cerró el paso a EH-Bildu, la fuerza política más votada en los dos municipios, a favor del PSE y del PNV, respectivamente. La misma tónica siguieron los populares en la Diputación Foral de Guipúzcoa, ahora en manos de los nacionalistas vascos.

Contribuir a la "estabilidad institucional"

Pero de aquel apoyo gratuito han sacado conclusiones agridulces. Primero, "porque no se nos ha reconocido nada, como si estuviésemos obligados a facilitar las cosas al PSOE o al PNV". Y, segundo, "porque de nada sirve actuar para impedir que los independentistas accedan a las instituciones y luego se pacte con ellos" como ha sido el caso de Barcelona, donde, si nada lo remedia, socialistas y ERC acabarán gobernando en coalición. Dicen en el cuartel general de los populares seguir dispuestos, por sentido de Estado, "a contribuir a la estabilidad institucional del País Vasco y Cataluña" si con sus votos pueden apuntalar un gobierno de Salvador Illa o de Imanol Pradales en alianza con los socialistas vascos, en caso de no alcanzar la mayoría absoluta, pero a cambio de contrapartidas.

En todo caso no aclaran si estas contrapartidas serán programáticas, institucionales o una mezcla de ambas, pero "deberán llamar a nuestra puerta para abrir una mesa de negociación". Es más, otro destacado dirigente popular denuncia el "desprecio" que no pocas veces, dicen, les llega de las filas socialistas o peneuvistas a pesar de su apoyo. Un ejemplo paradigmático de ello, recuerdan, fue el caso del actual portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados, Patxi López.

El único lendakari no independentista entre los años 2009-2012 gracias al apoyo desinteresado del PP -a quien dio finalmente la presidencia del parlamento autonómico- "ahora parece que quiere hacerse perdonar ese respaldo" desde la tribuna de oradores de la Cámara Baja, donde actúa a modo de durísimo ariete contra el primer partido de la oposición.

Alejandro Fernández ha apelado a su autonomía a la hora de abordar la política de alianzas postelectorales

Además, el candidato del PP a la presidencia de la Generalitat, Alejandro Fernández, ha apelado a su autonomía a la hora de abordar la política de alianzas postelectorales en caso de que sus votos sean determinantes para la gobernabilidad de Cataluña. Esta semana, en entrevista con Carlos Alsina, dejó muy claro que "no vamos a llegar a un acuerdo con Salvador Illa para que al día siguiente nos deje en la estacada y se entregue al separatismo porque Sánchez tiene sus acuerdos con ellos".

Tras afirmar que Illa "es un hombre educado, pero no es de fiar", los socialistas "tendrían que romper previamente todos sus acuerdos con el separatismo". Hace extensiva esa ruptura al Congreso de los Diputados, a las diputaciones y a los grandes ayuntamientos, en definitiva, un desiderátum, una carta de exigencias que cercena cualquier posibilidad de acuerdo, no muy del agrado de la planta séptima de la sede nacional del PP, que justifica las reticencias que generaba su candidatura.

Los sondeos con intención de voto en Cataluña apuntan a una clara recuperación electoral de los populares que, desde los exiguos tres escaños actuales, podrían escalar hasta los 13 o 14 y ser la cuarta fuerza política más votada de la región una vez desaparecida Ciudadanos y con el partido de Santiago Abascal a la baja. Esos buenos augurios, -además de alguna recomendación por parte de baronías como la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso-, desaconsejaron abrir una crisis interna para buscar otro candidato más del gusto de Génova. Por el momento, Fernández asegura cada vez que tiene ocasión que hay absoluta sintonía con Alberto Núñez Feijóo, independientemente de que en los planes de la dirección nacional aún se maneje la idea de buscarle un sustituto para el liderazgo territorial del partido.

El sistema vasco facilita la investidura

El crecimiento en Euskadi es algo más tímido para los populares que lo que arrojan las encuestas en Cataluña, pero les asegura el cuarto puesto en el ranking y la más que probable desaparición de la única representante de Vox. Todo apunta a la reedición del pacto de gobierno entre el PNV y el PSE, -independientemente de que EH-Bildu se alce con el triunfo electoral- siempre que peneuvistas y socialistas sumen mayoría o se queden cerca, y en ese segundo escenario entrarían en juego los siete u ocho diputados populares, encabezados por Javier de Andrés. Cabe recordar que, en todo caso, la investidura de Pradales no quedaría comprometida, dado que el sistema vasco impide votar en contra, sino sólo a favor, blanco o abstención, por lo que resulta elegido lendakari quien consiga más votos de la cámara autonómica.

En todo caso, la idea de Génova es conducirse con precaución en esos hipotéticos pactos para no comprometer la campaña de las elecciones europeas del 9 de junio, a la que dan máxima prioridad. Todo apunta a que cualquier escenario incierto tanto en Cataluña como en Euskadi que pudiera requerir de la intervención de los populares no se resolverá hasta después de celebradas éstas.