Pedro Sánchez atravesó el acceso a la sala de prensa de Ferraz aquel 12 de junio con la cabeza baja, visiblemente noqueado, con traje muy oscuro (azul oscuro casi negro), con el maquillaje muy acentuado, con la tristeza y la decepción marcados en cada palabra y en cada gesto. Acudió a un sepelio en el día tal vez más difícil de su carrera política, apenas horas después de encararse con quien había sido su número tres durante años, que le negó hasta la náusea que no era él el que aparecía en el devastador informe de la UCO, que aquello era un montaje, que no se reconocía en las transcripciones que los agentes hacían de sus conversaciones y que descubrían que era en realidad el jefe de una presunta trama corrupta que integraban también el exministro José Luis Ábalos y su exasesor Koldo García.

Este lunes, 16 de junio, cuatro días después, el Pedro Sánchez que se dirigió hacia el atril de Ferraz era otro. En realidad, era el Pedro Sánchez al que todos los suyos podían reconocer y el que ha forjado su biografía usando (y abusando de) una palabra, la resistencia. Ya había dejado atrás el luto, hasta en su atuendo —traje azul más luminoso, corbata verde, maquillaje no tan duro—, ya no pidió perdón una y otra vez, ya no dejó vencerse por el abatimiento. Quien hablaba a los periodistas era el Pedro Sánchez rocoso, recompuesto y hasta desafiante.

Porque eso quería trasladar: que había vuelto, que estaba dispuesto a dar la batalla, a "dar la cara". Y que no se va ni se irá. Que aguantará hasta 2027. Que no dimitirá. Que no convocará elecciones anticipadas. Que no planteará una cuestión de confianza. Que no remodelará su Gobierno. Que no convocará un congreso extraordinario del PSOE. Que un núcleo de cuatro personas, lideradas por la presidenta de la formación, Cristina Narbona, asumirá interinamente las riendas de Organización hasta el comité federal del 5 de julio en Madrid y que después designará a un nuevo jefe del aparato y a su equipo. Y que si PP y Vox quieren, que le presenten una moción de censura "cuanto antes", que allí estará él para hacerle frente. Y que si dentro del PSOE hay dirigentes que le cuestionan, que tengan la gallardía de confrontar con él en esa reunión del máximo órgano de poder del partido del sábado 5. Ninguna explicación más de cómo dos secretarios de Organización consecutivos pudieron engañarle y ninguna asunción de responsabilidad política más.

Ese era, a grandes rasgos, el contenido de la comparecencia del secretario general de este lunes, la segunda desde el estallido del escándalo Cerdán, la segunda también desde la moción de censura que le llevó en volandas a la Moncloa. Sánchez se expuso ante la prensa tras una reunión de la ejecutiva mucho más larga de lo habitual, de casi cinco horas. Pero si se prolongó tanto no fue porque arreciaran las críticas, o las dudas. No. Fue por el número de intervenciones, todas en una línea semejante, de respaldo al líder, de cierre de filas. Le dio manos libres en su propósito de continuar y de agotar la legislatura, de no desfallecer.

No podía extrañar a nadie porque la cúpula está hecha a su medida. "Ha sido una reunión muy constructiva, creo que apenas dos o tres personas [de una dirección compuesta por 53 personas, entre ejecutivos y natos] no pidieron la palabra… y bastante coincidencia en las intervenciones. Ha sido una especie de terapia de grupo, muy necesaria, para arrancar con ganas"; "unanimidad en su liderazgo y hasta 2027"; "ha sido muy muy productivo, se habló sobre por qué es mejor tomar una dirección y no otra, muy reflexiva y luego el presidente explicó todo, muy parecido a lo que contó en la rueda de prensa". Los testimonios de distintos integrantes de la ejecutiva federal eran parejos. Respaldo. Habían tenido delante al Sánchez más reconocible para ellos, rehecho después del terrible golpe de la semana pasada. Él les agradeció su "apoyo, empatía y solidaridad".

El presidente quiso primero retomar un cabo que no estaba sobre la mesa en su anterior rueda de prensa: los vomitivos audios de Ábalos y Koldo en los que hablan (y seleccionan) a mujeres prostituidas y las tratan como si fueran ganado: "Nos repugnan la falta de ejemplaridad, la zafiedad de las expresiones y el machismo que proyectan son absolutamente incompatibles con los valores feministas de esta organización y con nuestra identidad como partido. Nos repugnan, apenan e indignan".

Comparecencia "en la primera fecha disponible"

Esa fue casi la única concesión que se hizo al Sánchez de la semana anterior. Su mensaje de este lunes era otro. Era el del presidente que no representa solo al PSOE, sino a "millones de personas" que no quieren que gobiernen Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. La suma de PP y Vox. El combustible que necesita para movilizar a su alicaído electorado y que le sirvió para remontar de forma inesperada en las generales del 23 de julio de 2023. Primero, repasó las medidas aprobadas por la ejecutiva: expulsión definitiva de Ábalos tras 16 meses con un expediente abierto; baja voluntaria de militancia de Cerdán (y renuncia a su escaño), nombramiento de un equipo interino de Organización, encargo de una tercera auditoría de las cuentas del PSOE, comparecencia en el Congreso "en la primera fecha disponible" (hacia mediados de julio, por su agenda internacional), promoción de una comisión de investigación del caso Koldo y reunión con los socios de investidura. Después, el jefe del Ejecutivo pasó al ataque.

Recordó que la causa que involucra a Ábalos, García y Cerdán es "el único caso hasta la fecha de supuesta corrupción" que afecta al PSOE desde que lo dirige —dejó aparte las investigaciones a su mujer y a su hermano porque, repitió, "no obedecen a la verdad"—, y sin embargo el PP acumula una treintena de causas pendientes y Vox carga con una multa por financiación irregular. Ahí lanzó su desafío: si la derecha y la ultraderecha están tan "convencidas" de que no cuenta ya con mayoría parlamentaria para seguir al frente del Ejecutivo, entonces que le presenten una moción de censura para intentar derribarlo.

Y que lo hagan, les aconsejó, "cuanto antes", porque tras el verano pueden venir resoluciones sobre las "muchas causas" que lastran al PP y "se verá quiénes son los delincuentes de verdad". Sánchez no abandonó el tono retador en su comparecencia. Vino a decir que no aceptará lecciones de la oposición. Y de paso señaló a Isabel Díaz Ayuso por las sospechas de corrupción que pesan sobre su entorno o a Carlos Mazón por su "negligencia" el día de la dana. El líder socialista quería hurgar en la herida, consciente de que en los populares hay debate sobre si conviene o no presentar una moción de censura. Feijóo se ha negado hasta ahora porque sabe que los socios no han abandonado a la coalición y una derrota suya podría servir para reforzar a un Sánchez muy debilitado, pero no hundido.

Sánchez despejó las dudas sobre su propia continuidad y la de la legislatura. Reconoció que durante el fin de semana barajó "todas las opciones posibles" y, tras evaluarlas todas, y hablar con sus colaboradores más cercanos, resolvió que no debía tirar la toalla. Porque convocar elecciones ya, como algunos en su partido le piden, supondría regalar la Moncloa a PP y Vox, y eso sería una "irresponsabilidad". Dicho de otro modo: si adelanta las urnas, perdería muy probablemente la posibilidad de reeditar el Gobierno de coalición, cuando legítimamente, rubricó, tiene aún dos años por delante para seguir desplegando la hoja de ruta a la que se comprometió cuando fue investido. "No vamos a permitir que la posible corrupción de unos pocos ponga en peligro el buen rumbo del país [...], que eche por tierra la integridad de una de las administraciones más limpias, y que tumbe al mayor Gobierno progresista que aún queda en pie en la UE". Admitió que ha "fallado" en uno de sus compromisos, la lucha contra la corrupción, pero no en el resto, y por eso siente que ha de continuar hasta el final.

Las elecciones, dijo con claridad a la oposición y a las voces críticas en el PSOE que han asomado en estos cuatro días de pasión, "son cada cuatro años". "Así han sido y así seguirá siendo. No vamos a romper la estabilidad de España, que vive uno de sus mejores momentos de las últimas décadas para ponerlos en manos de la peor oposición que ha tenido la historia democrática de nuestro país". Su misión es una: "Mi deber como capitán es tomar el timón, capear esta tormenta, tomar las medidas necesarias para recuperar la confianza de los españoles en mi organización y proteger el Gobierno de coalición progresista". Sánchez se ponía el traje que ya se ciñó en 2023 y en el que se siente más cómodo, el de héroe de la izquierda —del conjunto de la izquierda— frente a PP y Vox.

El recordatorio de las primarias

El presidente acababa de reconstruir su relato, de recuperar su mochila, la que da sentido a esta legislatura desde el principio y la que le ha permitido cohesionar su maltrecha y diversa mayoría en el Congreso, pese a todas las dificultades. Porque el enemigo común de sus socios es, y ellos no lo olvidan nunca, la suma de PP y Vox. Un bloque de investidura que no le ha permitido aprobar ni un solo Presupuesto, que mantiene la agenda legislativa al ralentí y que ahora le pide muchas más explicaciones, incluida Sumar.

Al final de su comparecencia, y sin que mediara pregunta, lanzó un mensaje de consumo interno. Muy importante. Aquellos miembros del PSOE que "legítimamente están planteando distintas opciones" a sus decisiones, "que intervengan" en el comité federal del 5 de julio, que toda "crítica será bienvenida", dado que el partido cuenta con una "democracia interna que garantiza autonomía y que empezó con Alfredo Pérez Rubalcaba cuando aprobó las primarias" de 2014, con las que tuvo el "honor" de ser elegido secretario general por primera vez. El recordatorio no era baladí: Sánchez estaba apelando a su legitimidad de origen, el voto de la militancia, sabedor de que las bases socialistas le apoyan sin fisuras.

Lo cierto es que el presidente tocó los resortes necesarios. Porque, en los minutos siguientes, aquellos dirigentes que se habían mostrado más angustiados en los últimos días y que pedían soluciones drásticas echaron el freno. La ansiedad no se ha disipado porque el temor a que en los próximos días, semanas y meses el caso Koldo siga percutiendo sobre sus espaldas, erosionando más y más unas siglas centenarias, continúa ahí. Vivo. Pero distintos cuadros, cuando menos, le conceden el beneficio de la duda. "Veremos a ver", decía lacónicamente uno de los barones que sentía que sería inevitable convocar las generales en el otoño. "Su intervención creo que responde a que antes del comité federal declaran ante el Supremo Ábalos, Koldo [ambos el 23 de junio] y Cerdán [el 25], y que igual de aquí al comité pasan más cosas. Es la única explicación que encuentro. Vamos a ver qué pasa de aquí al día 5. Él ha hablado con la intención de propiciar un cierre de filas, pero el partido es un hervidero. Entre otras cosas, nadie quiere irse a Ferraz a achicharrarse allí", indican desde otra federación sanchista que pone cierta distancia. "Yo esperaba más, la verdad. Yo creo que la gente irá el día 5 a dar su opinión, probablemente sea el comité más sincero de todos los celebrados", apunta otro líder regional. "No queda otra que aguantar. Estos tipejos no pueden poner en solfa un Gobierno", resuelve un diputado autonómico. Para los críticos, lo que intenta el secretario general es "ganar tiempo", pero eso no quita para que el partido no suelte el miedo, "pero el comité federal es suyo, es un órgano aplaudidor".

Los cambios solo afectarán a Organización

Sánchez intentó tranquilizar a sus filas, advirtiendo de que no hay indicio alguno en el informe de la UCO de que el PSOE se haya financiado ilegalmente. Y él está "tranquilo" respecto a posibles grabaciones que puedan publicarse porque no tiene ninguna que le comprometa con la presunta trama criminal. Hasta rebajó incluso las expectativas de renovación profunda de la dirección que mayoritariamente se albergaban en el partido: los cambios, avanzó, serán limitados. Nombrará a un nuevo jefe del aparato y a su nuevo equipo. Es decir, que los relevos, como confirmaron fuentes muy próximas, afectarán al área de Organización. No se extenderán al conjunto de la cúpula. Por ahora al menos.

Quedan aún dos semanas para la cita del máximo órgano de poder socialista entre congresos y, en efecto, todo puede pasar, porque el PSOE sigue a merced de la evolución del caso Koldo. De más audios, registros, declaraciones, informes. De ahí que muchos dirigentes vean complicado aguantar hasta 2027. Pero Sánchez supo moverse rápido para intentar calmar las aguas, desactivar las críticas internas. "Se hace portavoz de la militancia, que está indignada, y ahí él conecta bien", resume un jefe de un aparato autonómico. Tocó la tecla interna que mejor le funciona. Y dejó otro mensaje que sabía que iba a ser bien recibido por los territorios: rechazó la posibilidad de un superdomingo. Ni lo ha provocado hasta ahora ni lo buscará, porque entiende que cada convocatoria necesita su espacio de debate, aunque es cierto que cada elección tiene su "dimensión nacional". El mayor temor que se sentía en las federaciones era que el presidente buscara solapar generales, autonómicas y municipales. No será así, pero no anticipó cuándo piensa ubicar las legislativas.

"Ya le pasó la pena. Juega como nadie, sin duda. Lee los estados de ánimo. Pedro ha decidido que él es el mesías y el que salva a España de la ultraderecha y listo. La escala de grises no existe", analiza un mando local. "Después del acto de contrición del jueves, el de este lunes es un 'aquí sigo' y 'a ver si podéis conmigo'. Pedro no es de doblar el volante... hasta que (tal vez) algún día se estrelle. Pero el partido ya ha reaccionado —observa un responsable que conoce como pocos la personalidad del líder—. Asume que está en modo resistiremos. A partir de ya no se oirá a (casi) nadie sugerir, siquiera en privado, que hay que resignarse a entregar el poder. Cuando la alternativa es entregar el poder a la derecha... cualquier riesgo parece asumible. ¿Qué garantías hay de que si entregamos el poder ya se salvan tres comunidades y una veintena de capitales de provincia. El riesgo bajo no existe. Es susto o muerte. Entregar el poder o jugártela. Esta es la disyuntiva que planteó Pedro a sus interlocutores este fin de semana. Y ni uno se atrevió a decirle: 'Disuelve las Cortes'". Y no, Sánchez no lo hizo. Ni pretende hacerlo.