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Hawking: el divulgador del Big Bang y los pelos de los agujeros negros

Muere el científico Stephen Hawking a los 76 años. Su divulgación del Big Bang y su teoría sobre agujeros negros popularizaron estos conceptos

Hawking: el divulgador del Big Bang y los pelos de los agujeros negros
Stephen Hawking en Cambridge | Doug Wheller

300 años tuvo que esperar el universo para tener una nueva estrella entre su firmamento de figuras ilustres tras la muerte de Galileo. 300 años, justos, pasaron entre el día de la muerte del astrónomo toscano y el nacimiento del físico teórico de Oxford. Popularizó el Big Bang (que no postuló) y los agujeros negros, a los que termonó poniendo pelo y dando brillo en forma de radiación que lleva su nombre.


La muerte de Stephen Hawking ha sorprendido. Porque llevaba muriéndose desde 1963, cuando los médicos no le dieron más de un par de años de vida.



Una vida de película. Una obra singular. Un icono de la divulgación. Esta es la vida de aportaciones de Stephen Hawking. | Vídeo: M.V.

Hawking padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA). La enfermedad lo postró en una silla de ruedas y fue reduciendo sus capacidades motoras hasta que una traqueotomía le robó su voz, que recuperó, metálica, en forma de ordenador que él mismo diseñó para poder expresarse y seguir dando clases, conferencias y espacios televisivos. Nació el icono. Quizás el icono pop vivo más famoso del mundo científico, con permiso de Einstein.

No revolucionó el campo académico como el padre de la Relatividad. No inauguró la ciencia moderna como Newton o el propio Galileo. No marcó giros copernicanos. Pero si está a la altura del olimpo de estos nombres es por su capacidad para haber llegado al público.

Si nos parece algo normal el Big Bang (cuya singularidad sí probó él, aunque el término es de 1948), en buena medida fue gracias a su labor investigadora y divulgativa. Si hablamos de agujeros negros con cierta naturalidad, también es por él. Con permiso de Carl Sagan y muchos otros y otras que han escrito y conferenciado sobre física teórica, su Breve historia del tiempo fue un superventas de la divulgación, casi sin precedentes desde la biografía de Marie Curie.

Su gran aportación científica, junto a Roger Penrose, es la de ver que el universo está lleno de singularidades en su espacio-tiempo, lugares y momentos en que la física conocida deja de funcionar. Se creía que los agujeros negros eran como bolas sin pelo (no hay nada más allá de su superficie), es decir, lo que cae dentro es irrecuperable. Pero aseguró que no eran tan negros y calvos como se creía, puesto que aunque ni la luz puede escapar de la succión de su gravedad, hay una radiación necesaria derivada de que los agujeros se van poco a poco evaporando.

Hawking (y otros) en 4 apuntes

    1. Un punto muy singular: ¿De dónde viene todo y hacia dónde va? En los setenta se sabía que el universo se expandía. Si cada partícula viaja desde un punto común, ese punto es una singularidad. Y esa singularidad es el Big Bang. Este es el primer límite de la teoría de la relatividad general, tal y como predijo Einstein.
    2. Otro punto (negro) muy singular: Sigamos con esas partículas que viajan por el espacio-tiempo. Siguen su camino hasta que topan con un lugar en que se desvían. Vengan de donde vengan, se dirigen a un punto muy concreto. Ese punto es un agujero negro, que se traga todo, incluida la luz. Hay concentrada muchísima gravedad. Cada vez más. Y su área debería crecer y crecer. Es otra singularidad, porque lo que entra, no sale. ¿O quizás sí?
    3. Los agujeros calvos tienen pelo: Cuando un artista pinta un agujero negro, lo dibuja o bien como tal (un círculo negro en medio del cosmos estrellado) o como eso mismo, desprendiendo un chorro o dos de luz y gas. Esa última imagen es una aportación de Hawking. Según él, sí que escapa algo del agujero con el tiempo, pues algunos se evaporan. Lo que ocurre es que eso que escapa está desfigurado. Es como si entrasen en el agujero palabras enteras y saliesen sus letras desordenadas. En este vídeo tratamos de explicarlo con una aspiradora. Eso vendría a contrastar con la idea general de que un agujero que se traga una estrella es indistinguible de otro que se traga un... astronauta, por jugar a la ciencia ficción. Por eso John Archibald Wheeler dijo en 1968 que los agujeros negros no tienen pelo. Hawking dijo que su alopecia no era tan pronunciada.

Al escapar algo ya hay pelos. O pelillos, más bien, porque otro físico, Andrew Strominger, no ha parado de rebatir esa idea a Hawking: por mucho que salga del agujero, la información (algo como decir si es rubio o moreno) ha desaparecido.

  1. Un universo que surge de la nada: ¿Es eso posible? ¿No hubo nada antes del Big Bang? Para él, no hubo. Descrito matemáticamente, venía a plantear un escenario en que los universos pueden, sin más, aparecer y expandirse. Lo que hubiese antes no se habría siquiera regido por las leyes físicas conocidas. ¿Puede demostrarse? Por ahora, no. Ya bastante tenemos con explicar por qué se expande el nuestro y qué ocurrió en el llamado periodo de inflación, cosa que trató de hacer Hawking tirando de física cuántica. Algo debía de estar insuflando energía en los momentos en que el universo se expandió muy rápido y nacieron las galaxias. Además, junto a Gary Gibbons, planteó la idea de horizonte, lugares donde nunca podremos llegar y de los que apenas podrían llegarnos sus ecos. Algunas de estas ideas están en este otro vídeo.

Comendador de la Orden del Imperio Británico (1982), no recibió el premio Nobel, pero sí el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1989) y el Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA (2015), aunque por descubrir los ecos del Big Bang en forma de microondas, junto a Viatcheslav Mukhanov.

Una vida personal de película

Se casó con Jane Wilde de la que se enamoró mientras estudiaba en Cambridge. Se casaron, ya con el diagnóstico de ELA presente, tal como retrató James Marsh en La teoría del todo (2014). Tuvieron tres hijos. Lo apoyó y cuidó incluso después de divorciarse de él en 1997. Hawking se casó después con su enfermera personal.

Ateo, irreverente y mordaz, tardaba ya un minuto en dictar 10 palabras a través de un ligero movimiento de su mejilla. Apenas ya sí podía mover los ojos. Seguía, pese a todo, dando grandes titulares en intervenciones estelares en congresos internacionales. Su última obsesión era que los humanos viajásemos a exoplanetas y la colonización de Marte. La ciencia actual no le daba la razón, pero él también trataba de escapar del particular planeta Tierra de su cuerpo. Hoy no ha ido al cielo. No creía en él. Pero se queda ahí, de donde nunca bajó.

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