Hay algo más de un centenar de personas en el mundo para las que el tiempo biológico pasa muy muy deprisa. Sammy Basso es una de ellas. Se hizo relativamente famoso en Italia explicando en charlas y redes sociales su condición: padece el síndrome de progeria. Tiene 23 años, pero su corazón y, por extensión, el resto de su organismo, es propio de un anciano. Decidió hacerse investigador y se unió al equipo de Carlos López Otín (entonces, en la Universidad de Oviedo).

Ahora, dos estudios desarrollados en ratones y basados en la edición genética CRISPR/Cas9 han logrado elevar la esperanza de vida en estos animales. Los dos ensayos, cuyos resultados se publican en Nature Medicine, han sido liderados por los catedráticos de Bioquímica españoles Carlos López Otín y Juan Carlos Izpisúa (Salk Institute, EE.UU.), y son trabajos independientes pero muy similares en el diseño y los resultados, según informa Efe.

El síndrome de progeria de envejecimiento acelerado Hutchinson-Gilford es una enfermedad rara que aparece en la infancia, acelera el envejecimiento y causa la muerte prematura. El paciente-investigador Basso se graduó por la Universidad de Padua y, en 2017, como parte de su trabajo de fin de carrera, se trasladó al laboratorio de López-Otín, donde se unió al proyecto y ayudó en los experimentos.

Un gen mutado que intoxica el cuerpo

El origen de esta enfermedad es una mutación en el gen LMNA, que provoca la acumulación de una proteína tóxica en el núcleo de las células, lo que produce un deterioro gradual en el organismo.

La esperanza de vida de los pacientes con progeria se sitúa en torno a los 14 años, y aunque se han desarrollado algunas terapias con resultados positivos, a día de hoy sigue sin haber ningún tratamiento eficaz contra esta enfermedad genética. El caso de Basso es excepcional. Acaban de sustituirle una deteriorada válvula del corazón, en Italia.

Con ligeras diferencias, los tratamientos propuestos por López Otín e Izpisúa Belmonte pueden ser los primeros con "efectos permanentes", ya que ambos utilizan el sistema CRISPR/Cas9, un sistema de edición genética que actúa directamente sobre el gen mutado haciendo que deje de producir la proteína tóxica de por vida.

El equipo dirigido por López Otín, en la Universidad de Oviedo, realizó el ensayo en un modelo murino, una cepa de ratones que sirve para estudiar una determinada enfermedad. López Otín, precisamente, denunciaba recientemente la persecución a la que venía siendo sometido desde el extranjero, a la par que destacaba la mala suerte de haber perdido a una parte de sus roedores de investigación debido a una enfermedad.

"En este caso, se trata de una cepa de ratones modificados genéticamente, generados en nuestro laboratorio, que tienen la mutación causante de la progeria y que presentan los síntomas de la enfermedad", explica a Efe Olaya Santiago-Fernández, investigadora de la Universidad de Oviedo y coautora del estudio.

Mediante el sistema CRISPR/Cas 9, lograron alterar el gen LMNA para evitar que se produzca la proteína tóxica que causa la enfermedad.vA continuación, inyectaron el sistema en ratones con progeria, observaron los efectos que producía sobre sus síntomas y constataron un aumento de la esperanza de vida en los ratones del 26,4 por ciento.

"No podemos hablar de curación porque para ello sería necesario corregir todas las células de los ratones o al menos eliminar todos los síntomas de la enfermedad, pero sí de efectos permanentes porque únicamente es necesario administrar el tratamiento una vez para que parte de las células dejen de producir la proteína tóxica de por vida", detalla la investigadora.

Además, debido al carácter multiorgánico de la progeria, el estudio también demuestra por primera vez la capacidad del sistema CRISPR/Cas9 para afrontar enfermedades sistémicas (las que afectan a todo el organismo).

Por su parte, el ensayo realizado por Izpisúa Belmonte en La Joya, California, obtuvo los mismos resultados que el de la Universidad de Oviedo, aunque los ratones ya tenían parte del sistema CRISPR/Cas9 introducido en sus células.

La coincidencia de los resultados de ambos estudios "da aún más esperanzas acerca de la utilidad de estos tratamientos", concluye Santiago-Fernández. Eso sí, no sería un camino válido para todas las personas. Hay quien ha desarrollado inmunidad anti Cas9, por lo que el trabajo de esa proteína o tijera molecular es imposible.

Aunque hasta ahora los diversos estudios preclínicos realizados con esta terapia para el tratamiento de diversas patologías son prometedores, todavía es necesario seguir investigando para garantizar su uso seguro en el tratamiento de los pacientes.