Muchas familias emigraron del Sahara Occidental a mediados de los años setenta, cuando la situación política y social escaló en 1974, en un momento en el que España dejó clara su intención de celebrar un referéndum para el territorio, que hasta entonces era la provincia 53ª de nuestro país. Al año siguiente, la tensa coyuntura que vivía la zona llevo al rey Hasán II de Marruecos a organizar la conocida marcha verde, que inició la invasión alauí del Sáhara español. Todo ello derivó en los Acuerdos Tripartitos de Madrid, en los que España, Marruecos y Mauritania se reunieron para discernir sobre el futuro del territorio tras el fin de la administración española.

En ese contexto, los padres de Saleh, un profesor de FP saharaui que ahora vive en Valladolid, recalaron en los campamentos de refugiados de Tinduf. En esta localidad argelina se localizan, aún hoy, cinco enclaves de acogida de saharauis: Bojador (antiguo 27 de Febrero), Dajla, Aaiún, Auserd y Smara. "Mis padres llegan ahí en 1975 y casualmente llegan con nacionalidad española, porque hasta ese momento el Sahara Occidental pertenecía a España. Eran españoles de pleno derecho a los que se les abandona en plena huida del Estado español al desierto. Les acoge Argelia para darles protección internacional, porque Marruecos invade el territorio y, durante esa invasión lleva a cabo una política genocida", expone Saleh en una entrevista con El Independiente.

En Smara, ciudad en la que se encuentra el campo más grande y en la que se fundó el Frente Polisario en 1973, los padres de Saleh formaron una familia de nueve hermanos. En 1985, diez años después de que se instalasen allí, nació Saleh. "Yo recuerdo una infancia maravillosa junto a mis hermanos, a pesar de la situación que vivíamos", señala. Y, durante esa niñez, siempre compartió con los miembros de su familia el "anhelo de mis padres de poder regresar a su país y su vínculo con España". "Desde pequeños nos inculcaron el sentido de que los campos de refugiados eran algo temporal, de que tenemos una tierra, una nacionalidad, una identidad, y que ellos estaban allí aguantando por nosotros, por lo que nosotros también teníamos que seguir aguantando, hasta que un día podamos recuperar nuestro añorado país". 

Soy un mestizaje de las dos culturas, como muchos niños saharauis que se quedaron entonces"

En Tinduf, la vida era muy precaria. Llegaban noticias, gracias a los niños que viajaban a España con programas de acogida, como Vacaciones en Paz, para pasar el verano, de que en España salía agua potable de unos tubos y que le daban a un botón y se encendía una bombilla. "Cuando eres pequeño tienes la atención puesta en el sitio en el que vives y lo que conoces es lo que han visto tus ojos. Muchas veces te cuesta imaginar lo que puede pasar en otros rincones del mundo. No teníamos televisión entonces, no nos llegaba ninguna imagen de cómo era Occidente", dice. 

Sin embargo, Saleh se enorgullece de los valores que adquirió en su infancia. "Casi nunca había visto un coche, nunca había visto un grifo, teníamos una vida muy pobre, pero muy digna, con unos ideales muy bien puestos, con una identidad, con un sentir de que éramos saharauis, de que no éramos argelinos y estábamos ahí de paso. De que teníamos un enemigo, que era el Estado marroquí, que había invadido nuestra tierra, pero que algún día íbamos a volver", insiste. 

"Desde pequeños nos inculcaron el sentido de que los campos de refugiados eran algo temporal, de que tenemos una tierra, una nacionalidad, una identidad"

Desde los campamentos, los saharauis tenían una opinión de los españoles y otra muy diferente de sus gobernantes: seguían recibiendo ayuda humanitaria por parte de la población civil española, pero, por otro lado, "el Gobierno español no se comprometía a dar pasos encaminados a que ellos y nosotros pudiésemos volver a nuestra tierra", refleja. Cientos de niños saharauis han pasado desde hace décadas sus veranos en España gracias al programa Vacaciones en Paz. En esa época del año, en Tinduf "las temperaturas pueden alcanzar los 55 grados". Cuando iba a cumplir 12 años, Saleh viajó por primera vez a nuestro país, a Valladolid. "Me recuerdo a mí mismo despidiéndome de mi madre y de mis hermanos, llorando, porque separarme de ellos fue traumático. Yo tenía una familia muy unida, muchos hermanos, lo pasaba muy bien".

"Pasé de no haber visto casi ningún medio de transporte a estar montado en un avión de noche", relata. Y al aterrizar en España conoció a quienes muchos años después se convertirían en sus padres adoptivos. "Era de noche y fue como un sueño que pasa muy rápido. Lo que más recuerdo es pensar que el día anterior estaba en casa con mis hermanos y mi familia y al día siguiente estaba con otra familia que enseguida se convirtió en una nueva familia". Siente un gran arraigo hacia su familia biológica. Habla casi todos los días con ellos y va a visitarles varias veces al año. Afirma que baraja la posibilidad de volver allí a vivir. "Yo siento que ahora mismo estoy entre dos tierras", señala y recalca que él, como otros niños saharauis que se quedaron en España, es "un mestizaje de las dos culturas".

1998, el punto de inflexión

Su historia en nuestro país discurre de forma paralela a algunos de los acontecimientos más importantes de su pueblo. En 1998, no pudo pasar el verano en Valladolid porque iba a tener lugar un referéndum de autodeterminación que el pueblo saharaui había acordado con Marruecos bajo los auspicios de la ONU. "Había mucha esperanza de que por fin íbamos a votar y esa votación para decidir si queríamos pertenecer a Marruecos o querían ser un país independiente". Ese plebiscito nunca llegó y "por desgracia", lamenta, en el verano de 1999 se retoma el programa de Vacaciones en Paz. 

"Siempre he sentido que, cuando terminase de estudiar, mi deber era volver a mi tierra"

Antes de que regrese a España, su familia española y su familia biológica se conocen en Tinduf y allí toman una importante decisión para Saleh. "El año 1998 supuso un cambio de inflexión para la sociedad saharaui, y mi madre y mi padre tuvieron que asumir que iba a seguir la dinámica de tener que mandar a sus hijos al extranjero a estudiar, porque en los campamentos de refugiados no se podía estudiar. En 1999, vengo en verano y ya me quedo a estudiar". 

Se convirtió en ingeniero agrónomo y ha dedicado toda su carrera profesional a la docencia y a la cooperación internacional. "Siempre he sentido que, cuando terminase de estudiar, mi deber era volver a mi tierra y, de hecho, siempre he soñado terminar de estudiar y volver a mi tierra, pero no a los campos de refugiados, sino a un Sahara Occidental libre. Como eso no sucedió, volví a los campos de refugiados, porque sentía que era allí donde tenía que estar, donde tenía que echar una mano". Y así lo hizo. Estuvo trabajando como profesor y con varias ONG, como Cruz Roja Internacional, en proyectos de cooperación hasta 2016, "unos cuatro años". Después obtuvo una beca para volver a España y estudiar el Máster de Profesorado y seguir trabajando en nuestro país como profesor de Secundaria. 

"Nosotros somos parte de la solución"

Hace tres semanas, unos amigos míos me preguntaban, cuando salí la noticia de que el líder del Frente Polisario estaba aquí, y la lectura que hice fue lo que ha ocurrido estos días: Marruecos tiene muchos medios de presión y no duda en utilizarlos contra España, en este caso. Asegura que interpreta los recientes episodios, como la llegada masiva de migrantes a Ceuta, con "mucha indignación", dado que "se está utilizando a personas, que son los únicos que tienen mucho que perder en este conflicto". Critica que se haya utilizado a estos migrantes "como moneda de cambio" y que esta sea la política que adopte el Gobierno marroquí. No obstante, matiza que el país vecino lleva "muchos años" presionando de esta manera con el conflicto saharaui, por lo que refleja que España "se acobarda" y no toma las riendas de la situación por "miedo" a que ocurra lo que finalmente ha sucedido. 

En su opinión, Marruecos utiliza otros métodos de presión, además del descontrol migratorio, como son el narcotráfico y las mafias que operan en el Estrecho de Gibraltar. "Es una guerra sucia y el Estado español no se tiene que amedrentar ante semejantes retos que le pone su vecino del sur", sostiene. Para Saleh, la alternativa para resolver el conflicto se centra en que Marruecos comience a negociar con los saharauis. "Marruecos realmente no tiene que presionar al Estado español. Con los que se tienen que sentar a negociar es con nosotros, porque nosotros somos parte de la solución y ellos no van a callar al pueblo saharaui. La legalidad internacional está de nuestro lado", concluye. 


Imágenes de los campos de refugiados de Tinduf: Mundubat Fundazioa (Flickr)