Colombia suena y arde. Suena a protesta e inconformismo, a instrumento de denuncia para unos y amenaza para otros. Y arde al ritmo de un grito que se oye desde hace varias semanas en una gran paradoja para Iván Duque, atrapado ya, en medio de un estallido social a lo ancho del país andino.
Cuando en febrero de 2019, el gobierno colombiano de Duque - osado por los asesores halcones de Donald Trump en Washington - intentó movilizar, con el sobrenombre del Venezuela Aid Live, al mundo del pop latino y el reguetón con un golpe sobre la mesa al intento estadounidense de forzar un cambio de régimen en Venezuela, poco debió imaginarse que dos años y medio después, el cambio que se reivindicaría - y no sobre un escenario pero sí con música- sería el suyo propio.
Colombia es atmósfera desde hace más de tres semanas de una fuerte crisis económica, política y social. Las protestas variopintas contra la reforma fiscal y otras medidas laborales y educativas del presidente Iván Duque, que llevaron a un paro nacional el pasado 28 de abril, no cesan, más bien todo lo contrario; crecen y desembocan en duros choques entre manifestantes y policías, y entre arte y violencia.
Con medio centenar de muertos y más de 1.300 detenidos en Cali y otras ciudades, la lista de demandas al Gobierno de Duque sigue y es equivalente al descontento social y frustración que se ha vestido de arte y músicos de todo tipo, prometedores de tomar la batuta que impulse el cambio y movilización social en todas sus vertientes.
Desde Colombia tierra querida hasta el quinto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, pasando por las gaitas, la cumbia, la salsa y hasta la flauta de la música indígena. Así sin foso ni escenario y de pie entre una multitud, músicos y cantantes líricos de las orquestas Sinfónica y Filarmónica de Bogotá, conservatorios universitarios u orquestas populares, han llenado las calles de arte para expresar su apoyo a una lucha implacable contra la corrupción, implementación de la paz o armonización del desarrollo económico con el medioambiente.
«Todas las manifestaciones artísticas que han surgido en el país han demostrado que la música es poderosa, que con la música podemos protestar, podemos no solo levantar nuestra voz sino también nuestro instrumento; podemos levantar nuestro arte para dar a conocer, para manifestarnos, para apoyar...Hay que seguir. Hay cosas que merecen ser cambiadas. Colombia necesita un cambio, necesita más oportunidades y nuevas personas que estén ahí», declaraba Susana Boreal una de las manifestantes y directora de orquesta colombiana en palabras para la Agencia Anadolu.
La música tiene un poder de transformación social profundo. Es una herramienta para la transformación social muy efectiva»
susana boreal
Rostros conocidos como los raperos afrocolombianos Chocquibtown, la famosa cantante Adriana Lucia o el conjunto de ska punk Doctor Krápula de Bogotá, se han sumado a la protesta y encontrado inspiración para sus letras en la lucha. Aunque sin duda, la voz que más ha sonado en este movimiento es la de René Pérez, el rapero-reggaetonero apodado Residente: «Si un pueblo protesta y marcha en medio de una pandemia, es porque su gobierno es más peligroso que un virus».
Strange Fruit, la banda sonora de la protesta
Las primeras notas de Strange Fruit, de la estadounidense Billie Holiday, no entonaban lo que más tarde supondría el inicio y premisa de lo que hoy es la música de protesta. Hasta mediados de los años treinta, aquellas canciones eran un fenómeno ajeno a lo popular; ritmos pràcticamente ni susurrados en marchas o huelgas sindicales.
Toda sintonía parecía un 'sin más' hasta que llegó una instantánea a ojos del mundo: la foto de dos hombres de raza negra linchados colgando de un árbol en Marion, Indiana. Aquello lo cambió todo, y la voz de Holliday entonando frases como «cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur, fruta extraña colgando de los álamos», impactó al globo terráqueo.
La melodía se convirtió en himno y la letra, en mensaje crítico a oídos de una sociedad que se retuerce en las ganas de ser escuchado.
Woody Guthrie, con This Land is your Land (1944), Bob Dylan, con Masters of War (1963), y Joan Baez, con Deportee (1971) fueron marcando un camino de partituras llenas de protesta por la desigualdad social, el surgimiento de movimientos guerrilleros o las dictaduras de algunos países. Camino que tiempo después y hasta hoy, retomaron bandas como The Clash, con White Riot (1977); R.E.M., con Exhuming McCarthy (1987) o Rage Against the Machine, con Sleep Now in the Fire (1999).
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