“Estamos en una ratonera. El Kremlin parece que ya se ha dado cuenta. Por eso insisten en invitar a Kiev a negociar”. El coronel retirado Alexander Zhilin escribió recientemente estas líneas en su canal de Telegram, que cita FT, al tiempo que lamentaba que la guerra se encamina a “un desastroso final” para Moscú tras haber creído que la invasión sería como la anexión de Crimea en 2014. Zhilin ha difundido la teoría de que la OTAN habría tendido esta trampa a Rusia. Revela cómo es inconcebible para muchos en Rusia cómo las fuerzas ucranianas llevan desde septiembre cosechado éxito tras éxito: en la región de Járkov, la estratégica localidad de Lyman, y ahora se encaminan a tomar la ciudad de Jersón. En siete meses y medio de guerra, Rusia no ha logrado ninguno de sus principales objetivos. Se busca culpable de todos estos fracasos y los halcones ultranacionalistas tienen en su punto de mira al ministro de Defensa, Serguei Shoigu, en el cargo desde 2012. 

Al principio de la guerra en Ucrania, que sigue siendo una “operación militar especial” como fue denominada aquel 24 de febrero de 2022, quien osara criticar a las Fuerzas Armadas corría riesgo de cárcel o incluso desaparición forzada. Sin embargo, ahora el líder checheno, Ramzan Kadirov y Yevgueni Prigozhin, fundador del grupo de mercenarios Wagner, son los primeros en ridiculizar a los generales rusos y apuntan a que deberían perder su rango y combatir en primera línea. Incluso los acusan de traidores.

Al más alto cargo que ha sacrificado Putin ha sido a Dimitri Bulgakov, viceministro de Defensa, y jefe de logística, que es uno de los talones de Aquiles de las tropas rusas. Lo hizo recientemente, al cumplirse los siete meses de la invasión, y nombró en su puesto al coronel general Mijail Mizintsev, quien dirigió personalmente el asedio a Mariúpol, uno de los episodios más sangrientos de la guerra. Es conocido por los ucranianos como el carnicero de Mariúpol. Además, ha sido reemplazado el comandante de la zona occcidental, Alexander Zhuravlev, por Roman Berdnikov. Pero cada vez son más las voces que quieren que Putin apunte más alto.

Serguei Shoigu es rara avis en el entorno de Putin porque no proviene ni del Ejército ni del KGB. Había sido ministro de Emergencias entre 1991 y 2012, lo que le permitió un gran acceso a la información de todos los ministerios, también de lo relacionado con terrorismo.

Hasta ahora presumía de haber modernizado el Ejército ruso, dando importancia a la Inteligencia militar (GRU), que se supone que está detrás del intento de envenenamiento del opositor Alexei Navalni. Con Putin solía ir a cazar y pescar en Tuva, la república budista de Siberia, en la frontera con Mongolia, donde nació hace 67 años.

También tenía peso ideológico en el círculo más estrecho de Putin e incluso se llega a pensar en que podría ser su sucesor. Su gran éxito fue la anexión de Crimea en 2014, y como un paseo similar habían concebido la invasión de Ucrania, pero nada salió como esperaba él y su entorno. 

La alianza de Kadirov y el líder de Wagner

Son otros los que ahora ganan peso. El checheno Kadirov acaba de ser ascendido a coronel general, justo después arremeter contra el general coronel Aleksander Lapin, por fracasar en la defensa de Lyman, y al jefe de las Fuerzas Armadas, Valery Guerasimov, por haber ignorado sus advertencias. Recientemente ha dicho que estaba preparando a sus hijos adolescentes para el combate. Defiende el uso de armamento nuclear. La línea es dar más poder a los que defienden una línea más cruenta en el campo de batalla. 

Kadirov dio una fiesta este viernes para celebrar que había batido el récord como persona más sancionada por las potencias occidentales. "Amigos, como saben, se han registrado dos récords rusos en cuanto al número de sanciones en mi contra y contra mis familiares y asociados... Nunca pensé que Occidente me ayudaría con esto", señala Kadirov en su Telegram. Este viernes felicita a "nuestro líder nacional, una de las personalidades más influyentes y destacadas de nuestro tiempo, el patriota número uno del mundo". Habla de Vladimir Putin.  

Quien ha ido más lejos en sus críticas al ministro ruso de Defensa ha sido el vicegobernador de la anexionada región de Jersón, Kirill Stremousov, quien, en un video de cuatro minutos, ha culpado a “generales y ministros” de no entender los problemas del frente. En la región de Jersón, las tropas ucranianas están avanzando a gran velocidad. En muchos casos, los rusos abandonan su material que están reciclando los ucranianos. “Lo que estamos escuchando es que si fueran el ministro de Defensa que está permitiendo que la situación llegue a este límite ya se habrían pegado un tiro”, señala Stremousov, quien ha mostrado su apoyo al nuevo general coronel Kadirov. 

El vicegobernador de Jersón diferencia entre “los héroes que están dando su vida en la defensa de Rusia” y “los ministros, generales, saqueadores corruptos y otra escoria”. Jersón, Zaporiya, Donetsk y Luhansk acaban de incorporarse a la Federación Rusa tras un simulacro de votación, realizada en plena guerra y sin reconocimiento de la comunidad internacional. Rusia ni siquiera controla estas regiones sobre el terreno, así que esta proclamación ha sido una performance de cara al pueblo ruso, a quien empiezan a llegar otras versiones menos edulcoradas de lo que sucede en el campo de batalla. 

El Ministerio de Defensa tendrá que responder por mucho de lo que ha hecho y por lo que no ha hecho antes y durante la guerra"

Igor girkin, ex alto cargo FSB

Uno de los más feroces críticos contra Shoigu ha sido Igor Girkin, ex alto cargo de la FSB (Servicio Federal de Seguridad, ex KGB), que coincide con Kadirov en pedir que se castigue más duramente a Ucrania. “El Ministerio de Defensa tendrá que responder por mucho de lo que ha hecho y por lo que no ha hecho antes y durante la guerra. Y esto implica que tienen que caer cabezas. Y me refiero a una gran cabeza”, escribe Girkin, que fue comandante militar en Donetsk, en Telegram. A Shoigu le suele llamar como alias “contrachapado” para subrayar su debilidad e inconsistencia. 

También se atribuye a estos enemigos de Shoigu la difusión de imágenes de soldados que carecen de entrenamiento o quejándose de las condiciones en que son trasladados al frente, como si fueran ganado. Rybar, bloguero pro Kremlin con casi un millón de seguidores, difunde este material, que pone en entredicho al Ministerio de Defensa. También el presentador ultranacionalista Vladimir Solovyov ha dicho en su tertulia que pone los pelos de punta las condiciones de los movilizados. 

"No sé si el Ministerio de Defensa está informando al comandante en jefe", dijo Kadirov. Es decir, al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. Kadirov, aliado con Yegueni Prigozhin, el llamado chef de Putin por sus negocios ligados a la gastronomía, y jefe de los mercenarios de Wagner, no han pedido de forma explícita la cabeza de Shoigu, pero Putin se ve forzado a hacer equilibrios como se aprecia al ascender a Kadirov. O bien le sacrifica y reconoce claramente que Rusia está perdiendo la guerra, o le mantiene con el peligro de que le acabe salpicando el control de daños. 

En la superficie es un conflicto entre el ejército regular y los freelancers de todo tipo... Todos son leales a Putin. Pero si el curso de la guerra sigue tan favorable a Ucrania, la ira puede volverse contra Putin"

leonid bershidksy, bloomberg

"No vas a escuchar a Kadirov o Prigozhin, criticar al comandante en jefe. En la superficie, es un conflicto entre el ejército regular y los freelancers de todo tipo: combatientes voluntarios chechenos, mercenarios de Wagner, nacionalistas como el coronel retirado Igor Girkin (Strelkov) o el más moderado Andrei Gurulyovv, ahora diputado, antes teniente general. Todos son leales a Putin, salvo el comentarista Strelkov, pero si el curso de la guerra sigue tan favorable a Ucrania, la ira puede volverse contra Putin", señala el editor y columnista ruso Leonid Bershidksy en Bloomberg. 

De esta manera, en el plano militar se está librando una batalla interna entre Kadirov y Prigozhin, quien podría tener aspiraciones de suceder a Putin, y Shoigu, y un Guerasimov, que ha salido del primer plano. Shoigu también aparece y desaparece. Y no es la primera vez que hay rumores sobre su inminente caída, ya que la guerra ha dado escasísimas alegrías a la Federación Rusa. En el plano político, el aislamiento es cada vez más evidente, y el propio Putin acaba de reconocer ciertos daños económicos. 

De hecho, la corrección que hizo Putin sobre la movilización generalizada parcial, de la que excluyó a los estudiantes, era un arponazo contra su ministro de Defensa, Sergei Shoigu. “El Ministerio de Defensa no introdujo a tiempo los cambios legales necesarios para que no se incluyeran a algunos de los movilizados”, dijo Putin esta semana. 

Un 69% de la población está preocupada por la evolución de la situación sobre el terreno y miles de rusos han salido del país. "Si hemos cometido errores, los corregiremos. Los que hayan sido llamados al combate sin una razón apropiada, volverán a casa", dijo Putin ante el Consejo de Seguridad. A Putin no le gusta nada reconocer errores así que habrá un culpable antes o después.

El presidente de la comisión de Defensa de la Duma, el coronel general (retirado) Andrei Kartapolov, ha apuntado al Ministerio de Defensa al que acusa de mentir a los rusos y que es una dinámica que debe parar pero que no llega a “determinados líderes”. Hay quienes interpretan que es una clara demanda de dimisión de Shoigu. El problema para Putin es que se quedaría sin escudo y expuesto a su nuevo coronel general, el checheno Ramzan Kadirov y su aliado Evgueni Prigozhin, poco fiables. Prigozhin es uno de los oligarcas más favorecidos por Putin. 

Putin carece de argumentos para seguir propagando que la operación militar especial mantiene su curso y acabará en éxito. El líder ruso no tiene héroes a los que aferrarse, salvo el carnicero de Mariúpol, y los necesita más que nunca. Acaba de cumplir este viernes 70 años y nunca antes había estado tan cerca de sentir lo que significa la derrota. Antes de que caiga él, tratará de deshacerse de todo aquel que le estorbe, aunque haya sido un fiel servidor durante décadas. Hay ruido de sables en los pasillos del Kremlin y Putin buscará cómo salvarse.