"La decisión del gobierno israelí de cortar el suministro de alimentos, agua y electricidad a una población civil cautiva amenaza no sólo con agravar una crisis humanitaria cada vez mayor; podría radicalizar aún más las actitudes palestinas durante generaciones, erosionar el apoyo mundial a Israel, hacer el juego a los enemigos de Israel y socavar los esfuerzos a largo plazo para lograr la paz y la estabilidad en la región".

Así, con meridiana claridad, el expresidente de Estados Unidos Barack Obama (2009-2017) ha denunciado a última hora de este lunes que la estrategia militar de Israel en la Franja de Gaza puede resultar "contraproducente" para el futuro del Estado judío y la estabilidad de Oriente Próximo.

En un largo comunicado sobre la guerra de Gaza, expresó su condena al "horrible ataque" del brazo armado de Hamás contra Israel, reivindicó que el Estado judío tiene "el derecho a defenderse" y aplaudió la estrategia de la Administración de Joe Biden de apoyo incondicional al Gobierno israelí.

Al mismo tiempo, opinó que es "importante" que Israel respete el derecho internacional en la guerra contra Hamás en Gaza, evitando "en la medida de lo posible" la muerte de la población civil.

La estrategia de Israel puede ser "contraproducente"

Subrayó que "el mundo está siguiendo de cerca los acontecimientos en la región y cualquier estrategia militar israelí que ignore su impacto humanitario podría resultar contraproducente".

Obama recordó que miles de palestinos ya han muerto en los bombardeos israelíes, muchos de ellos niños, y que cientos de miles han sido desplazados de sus hogares.

El expresidente demócrata criticó especialmente la decisión de Israel de cortar el acceso a alimentos, agua y electricidad en Gaza porque empeora "la creciente crisis humanitaria".

Además, advirtió que podría radicalizar a los palestinos, erosionar el apoyo internacional a Israel, seguirle el juego a los adversarios del Estado judío y dificultar el proceso de paz en la región.

"Es importante que quienes apoyamos a Israel en este momento de necesidad impulsemos una estrategia contra Hamás que minimice el número de víctimas civiles", dijo.

En ese sentido, aplaudió la apertura el fin de semana del paso de Rafah entre Gaza y Egipto para permitir la entrada al enclave de camiones con ayuda humanitaria que estaban varados desde hacía días.

Estados Unidos ha expresado su pleno apoyo a Israel en su combate contra las milicias de Hamás, al tiempo que ha defendido la apertura de un corredor para la entrada a Gaza de ayuda humanitaria y la salida de los extranjeros que están en la Franja.

Biden dijo este lunes que deben ser liberados todos los rehenes de Hamás en Gaza antes de explorar un posible alto el fuego de los bombardeos israelíes.

Comunicado íntegro de Barack Obama

Han pasado 17 días desde que Hamás lanzó su horrible ataque contra Israel, matando a más de 1.400 ciudadanos israelíes, entre ellos mujeres, niños y ancianos indefensos. Tras semejante brutalidad indescriptible, el gobierno y el pueblo estadounidenses han compartido el dolor de las familias, han rezado por el regreso de sus seres queridos y han declarado, con razón, su solidaridad con el pueblo israelí.

Como afirmé en un post anterior, Israel tiene derecho a defender a sus ciudadanos de semejante violencia gratuita, y apoyo plenamente el llamamiento del presidente Biden para que Estados Unidos apoye a nuestro aliado de siempre en la persecución de Hamás, desmantelando sus capacidades militares y facilitando el retorno seguro de cientos de rehenes a sus familias.

Pero aunque apoyemos a Israel, también debemos tener claro que la forma en que Israel lleve a cabo esta lucha contra Hamás es importante. En particular, importa -como el Presidente Biden ha subrayado en repetidas ocasiones- que la estrategia militar de Israel respete el derecho internacional, incluidas las leyes que tratan de evitar, en la medida de lo posible, la muerte o el sufrimiento de la población civil. Defender estos valores es importante por sí mismo, porque es moralmente justo y refleja nuestra creencia en el valor inherente de toda vida humana. Defender estos valores es también vital para construir alianzas y moldear la opinión internacional, aspectos todos ellos fundamentales para la seguridad de Israel a largo plazo.

Se trata de una tarea enormemente difícil. La guerra siempre es trágica, e incluso las operaciones militares más cuidadosamente planificadas suelen poner en peligro a la población civil. Como señaló el presidente Biden durante su reciente visita a Israel, el propio Estados Unidos ha estado a veces por debajo de nuestros valores más elevados cuando se ha visto envuelto en una guerra, y tras el 11-S, al gobierno estadounidense no le interesó hacer caso ni siquiera de los consejos de nuestros aliados cuando se trataba de las medidas que tomamos para protegernos contra Al Qaeda. Ahora, tras la masacre sistemática de ciudadanos israelíes, una masacre que evoca algunos de los recuerdos más oscuros de la persecución contra el pueblo judío, es comprensible que muchos israelíes hayan exigido a su gobierno que haga lo que sea necesario para erradicar a Hamás y asegurarse de que semejantes atentados no vuelvan a repetirse. Además, las operaciones militares de Hamás están profundamente arraigadas en Gaza, y sus dirigentes parecen esconderse intencionadamente entre la población civil, poniendo así en peligro al mismo pueblo al que dicen representar.

Aun así, el mundo sigue de cerca el desarrollo de los acontecimientos en la región, y cualquier estrategia militar israelí que ignore los costes humanos podría acabar volviéndose en su contra. Ya han muerto miles de palestinos en los bombardeos de Gaza, muchos de ellos niños. Cientos de miles se han visto obligados a abandonar sus hogares. La decisión del gobierno israelí de cortar el suministro de alimentos, agua y electricidad a una población civil cautiva amenaza no sólo con agravar una crisis humanitaria cada vez mayor; podría endurecer aún más las actitudes palestinas durante generaciones, erosionar el apoyo mundial a Israel, hacer el juego a los enemigos de Israel y socavar los esfuerzos a largo plazo para lograr la paz y la estabilidad en la región.

Por lo tanto, es importante que quienes apoyamos a Israel en estos momentos de necesidad fomentemos una estrategia que pueda incapacitar a Hamás y, al mismo tiempo, minimizar el número de víctimas civiles. La reciente decisión de Israel de permitir la entrada de camiones de ayuda en Gaza, impulsada en parte por la diplomacia entre bastidores de la administración Biden, es un paso alentador, pero tenemos que seguir liderando a la comunidad internacional para acelerar la llegada de ayuda y suministros críticos a una población de Gaza cada vez más desesperada. Y aunque las perspectivas de paz futura parezcan más lejanas que nunca, debemos pedir a todos los actores clave de la región que se comprometan con los líderes y organizaciones palestinos que reconocen el derecho de Israel a existir para empezar a articular una vía viable para que los palestinos logren sus legítimas aspiraciones de autodeterminación, porque esa es la mejor y quizá la única forma de lograr la paz y la seguridad duraderas que anhelan la mayoría de las familias israelíes y palestinas.

Por último, al abordar una situación extraordinariamente compleja, en la que tantas personas sufren y las pasiones están comprensiblemente exaltadas, todos debemos hacer todo lo posible por poner de manifiesto nuestros mejores valores, en lugar de nuestros peores temores.

Eso significa oponerse activamente al antisemitismo en todas sus formas, en todas partes. Significa rechazar los esfuerzos por minimizar la terrible tragedia que acaba de sufrir el pueblo israelí, así como la sugerencia moralmente ruinosa de que cualquier causa puede justificar de algún modo la matanza deliberada de personas inocentes.

Significa rechazar el sentimiento antimusulmán, antiárabe o antipalestino. Significa negarse a meter a todos los palestinos en el mismo saco que Hamás u otros grupos terroristas. Significa evitar un lenguaje deshumanizador hacia la población de Gaza, o restar importancia al sufrimiento palestino -ya sea en Gaza o en Cisjordania- calificándolo de irrelevante o ilegítimo.

Significa reconocer que Israel tiene todo el derecho a existir; que el pueblo judío tiene derecho a una patria segura en la que tiene raíces históricas ancestrales; y que ha habido casos en los que anteriores gobiernos israelíes hicieron esfuerzos significativos para resolver el conflicto y ofrecer una vía para una solución de dos Estados, esfuerzos que finalmente fueron rechazados por la otra parte.

Significa reconocer que los palestinos también han vivido en los territorios en disputa durante generaciones; que muchos de ellos no sólo fueron desplazados cuando se formó Israel, sino que siguen siendo desplazados a la fuerza por un movimiento de colonos que con demasiada frecuencia ha recibido el apoyo tácito o explícito del gobierno israelí; que los dirigentes palestinos que han estado dispuestos a hacer concesiones en favor de una solución de dos Estados con demasiada frecuencia han tenido poco que demostrar por sus esfuerzos; y que es posible que personas de buena voluntad defiendan los derechos palestinos y se opongan a determinadas políticas del gobierno israelí en Cisjordania y Gaza sin ser antisemitas.

Pero, sobre todo, significa que debemos optar por no asumir siempre lo peor de aquellos con quienes no estamos de acuerdo. En una época de constante rencor, trolls y desinformación en las redes sociales, en un momento en el que tantos políticos y personas que buscan llamar la atención ven más ventajoso derramar calor que luz, puede que no sea realista esperar un diálogo respetuoso sobre cualquier tema, y mucho menos sobre una cuestión con tanto en juego y después de que se haya derramado tanta sangre. Pero si nos importa mantener abierta la posibilidad de paz, seguridad y dignidad para las futuras generaciones de niños israelíes y palestinos -así como para nuestros propios hijos-, entonces nos corresponde a todos hacer al menos el esfuerzo de modelar, con nuestras propias palabras y acciones, el tipo de mundo que queremos que hereden