Está demostrado que los debates electorales cambian muy poco la imagen que los votantes tienen de los candidatos. Pero por una vez esto podría ser diferente. La vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se verán las caras por primera vez -y no es una metáfora- el próximo martes en un plató en Filadelfia que podría terminar erigiéndose como el lugar donde sucedió uno de los debates más importantes de la historia de Estados Unidos, entre los que se encuentra el de Kennedy y Nixon, el de Reagan y Mondale... o el que acabó con la carrera presidencial de Joe Biden, el pasado mes de junio.
La diferencia en esta ocasión es que quien debate por el lado del Partido Demócrata no lleva ni dos meses siendo la candidata de la formación a las elecciones. Según un estudio llevado a cabo por investigadores de Harvard y de la Universidad de California, los cara a cara ni ayudan a los votantes a decidirse ni consiguen que los que ya se han decidido cambien de opinión. "Me sorprendió mucho", dijo Vincent Pons, profesor asociado de Harvard. "Cuando ves las cifras de la cantidad de personas que siguen esos debates televisados y toda la atención que suscitan en los medios, tiendes a pensar que los debates importan".
Otros estudios han encontrado que la mayoría de quienes siguen los debates ya se han informado apropiadamente y saben por qué han elegido a su candidato. En las investigaciones realizadas en Estados Unidos, juega un papel importante que antes del primer debate los candidatos llevan meses haciendo campaña, lo que les da a los estadounidenses mucho tiempo para decidirse. Y eso es lo que podría ser diferente en esta ocasión. Joe Biden no renunció a la carrera presidencial hasta el domingo 21 de julio, la misma semana en la que el Partido Republicano celebró su Convención en Milwaukee, y Harris no se convirtió oficialmente en la candidata hasta el 2 de agosto. Es decir, que desde que el público sabe que ella es la escogida demócrata hasta este debate apenas ha pasado poco más de un mes, con lo que los espectadores aún tienen mucho que descubrir de la afroamericana y asiática-americana.
Una de las pruebas de las muchas que muestran que Kamala Harris es aún una desconocida para buena parte de los estadounidenses, pese a que lleva cuatro años siendo la vicepresidenta del país, es lo que se dice de ella. Según un análisis del New York Times, de las 325.000 veces que hasta el momento se han emitido anuncios electorales sobre Trump y Harris -pagados por los comités de acción política o PACs, hablaremos más adelante de ellos-, el 95% se han centrado en ella, en quién es, en advertir sobre sus posiciones, sobre su rol como heredera de Biden; en llamarla "comunista" y "zarina de la frontera", en retratarla como la candidata que no frenará la inmigración ilegal. Sin embargo, en lo que llevamos de campaña no queda nada claro dónde se posicionará Kamala Harris en un sinfín de temas diferentes. Ha sido la vicepresidenta, sí, pero no ha estado en la primera línea como otros números dos de otros gobiernos anteriores, y hasta la semana pasada ha evitado a toda costa a la prensa, con lo que aún hay mucho que descubrir de ella.
Todos esos interrogantes llevan a pensar que el foco del debate del martes estará en Harris, y no en Trump, pese a que este intentará lo contrario. Pero los estadounidenses ya han visto en otros seis debates las salidas de tono del magnate, conocen su estilo, saben de sobra dónde se posiciona políticamente en todos los temas y difícilmente podrá robar la atención a una candidata que ha estado tan cerca y a la vez tan lejos de las cámaras como Harris.
Los 90 minutos del debate transcurrirán con los micros cerrados cuando no sea el turno de hablar del candidato, porque ABC ha decidido mantener las mismas reglas que rigieron el anterior. Por tanto, no se escuchará a quien hable fuera de su tiempo, pese a los intentos del equipo de Harris por cambiar esta norma. Su equipo esperaba poder presentarla a ella como la candidata del orden, y él el de los gritos, las interrupciones y las salidas de tono. Algo así ya sucedió en el debate de Harris contra el entonces candidato a vicepresidente de Trump Mike Pence, que dejó en el "estoy hablando yo" de ella uno de los momentos más recordados del encuentro.
El discurso de Trump, por tanto, se centrará en atacarla, algo que el candidato apenas ha tenido tiempo de hacer. En la Convención Republicana, uno de los eventos que más atención suscita alrededor del partido -y que lo hizo especialmente en esta ocasión, al tener lugar solo días después del intento de asesinato de su candidato-, toda la atención y las críticas tuvieron como objetivo al entonces candidato Joe Biden. El "torcido" Biden y su edad, su falta de rapidez, sus errores de los últimos meses y su incapacidad para continuar cuatro años más se llevaron todo el protagonismo, con algunas pinceladas más centradas en la política, como cuando se le acusaba de la fuerte inflación, de un supuesto repunte de la criminalidad en las ciudades y del repunte en las entradas de inmigrantes ilegales, o cuando se le señalaba como responsable de la guerra de Ucrania o de Gaza.
En cambio, la Convención Demócrata estuvo centrada en el apoyo absoluto a su líder -parecía increíble que unas semanas antes todo hubiese estallado por los aires-. Sus delegados la encumbraron como la candidata del cambio, quien ha llegado para reapropiarse de las palabra libertad y patriotismo, que recuperará el aborto como derecho fundamental y quien más y mejor luchará por la clase media. Ella el martes tendrá la oportunidad de atacar a Trump por solo pensar en sí mismo y en sus amigos multimillonarios, pero también de trazar su propio perfil, por primera vez desde que es candidata, sin un guion ni leer el texto en un teleprompter.
Porque a lo largo de la historia, aunque no datos muestren debates cambios opinión, sí han conseguido formar la imagen de los candidatos para la historia. En el primer debate televisado de la historia, el joven y fotogénico senador John F. Kennedy venció al entonces vicepresidente Richard Nixon, que se vio agobiado, sudoroso y fuera de forma (las elecciones las ganó Kennedy, quien dio la vuelta a las encuestas tras el encuentro). En 1980, Ronald Reagan se enfrentaba a fuertes críticas por su edad -entonces era el candidato de mayor edad que jamás se había presentado- pero se ganó al público respondiendo a una pregunta al respecto diciendo que no haría sangre de lo joven e inexperto que era su contrario, el demócrata Walter Mondale (ganó Reagan).
En el cara a cara de George Bush, Bill Clinton y Ross Perot de 1992, el primero no paraba de mirarse el reloj de pulsera y contestó a una pregunta sobre la deuda pública diciendo que no la entendía (ganó Clinton). Y hace solo dos meses, en junio, los titubeos, las frases a medias y la incapacidad para enhebrar un discurso coherente sobre los éxitos de su mandato provocaron el fin del presidente Joe Biden, pese a las mentiras de Trump. En esta ocasión, Harris y Trump podrían pasar al olimpo de los cara a cara o podrían no hacerlo, pero si de algo no queda duda es de que ella quedará retratada para siempre. Y si aún necesita una razón más para verlo, que sea esta: podría ser el primero y el último entre ambos.
El cara a cara entre Donald Trump y Kamala Harris se emitirá en ABC News a las 9 de la noche del próximo martes, horario de la costa este estadounidense, y 3 de la madrugada del miércoles en España.
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hace 1 mes
Kemala Harris, esa nulidad a la que nadie ha votado en las elecciones primarias y puesta a dedo por el aparato del Partido Demócrata, desaparecida durante 4 años de inexistente labor como vicepresidenta, con un estruendoso fracaso en la gestión de la crisis de la frontera, con una jeta enorme para decir una cosa y su contraria como su postura sobre el fracking (antes no, ahora sí) o los inmigrantes ilegales (antes había que regularizarlos, ahora hay que devolverlos). Pero en cambio tiene un aparato de propaganda bestial en todos los medios.