Josep Borrell estuvo este domingo en la manifestación de Barcelona. Su discurso al final de la gigantesca marcha por la unidad de España fue inequívocamente catalán, inequívocamente español, inequívocamente europeo.

El ex presidente del Parlamento Europeo -al que Pedro Sánchez barajó como presidente del PSOE- no tuvo ningún problema en mezclarse con dirigentes del PP y de Ciudadanos en defensa de la Constitución. Todo el mundo sabe lo que piensa Borrell sobre el secesionismo.

Nada más concluir su enardecida declaración, Sánchez colgó un tuit: "Gracias Josep Borrell por tu firme compromiso a favor de una Catalunya integradora, de entendimiento y sin exclusiones".

Pero, ¿por qué no acudió el líder del PSOE a Barcelona? ¿Está o no de acuerdo con el contenido completo del discurso de Borrell? ¿Tiene alguna pega a lo que dijo en la tribuna el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa?

Había algún líder suelto del PSC en la mayor manifestación pro española que se haya celebrado nunca en Barcelona. Pero el líder de ese partido, Miquel Iceta, tampoco estuvo allí. Acudió, sin embargo, a la manifestación del sábado celebrada en la Plaza de Sant Jaume para reclamar "diálogo". El propio Sánchez se congratuló de las decenas de manifestaciones que se convocaron el sábado frente a los ayuntamientos bajo el lema "Hablemos, parlem", en las que se pedía a los convocados que acudieran vestidos de blanco y sin banderas.

El propio Iceta me reconoció la semana pasada en Espejo Público que ahora hablar con Puigdemont no serviría de nada. Pero el diálogo, para la dirección del PSOE y el PSC, se ha convertido en un subterfugio táctico. Permite estar aquí y allá. Justo lo que le gusta a Podemos en el asunto de Cataluña.

El líder del PSOE tendría que haber acudido a la manifestación de Barcelona. Hacer tacticismo con la cuestión catalana es un error que puede pagar caro

Si el PSOE juega a la equidistancia, lo pagará caro. Con todos sus errores, Rajoy tiene la ley de su parte y la legitimidad que le da el ser el presidente del gobierno. El presidente de la Generalitat quiere hacer saltar por los aires la Constitución y la unidad de España y, mientras no ceje en su empeño, hablar no tiene ningún sentido.

Hacer una marcha sin banderas puede quedar bien, pero elude la cuestión fundamental de lo que ocurre en Cataluña: la estelada no representa más que a una minoría de catalanes, mientras que la bandera constitucional los representa a todos. ¿O acaso la bandera que llevaron este domingo en la mano cientos de miles de catalanes no es la misma que colocó Sánchez a su espalda en uno de sus discursos más sonados?

Sánchez, que ganó las primarias merecidamente y con holgura, tiene ante sí su mayor reto político: acertar en la cuestión de Cataluña. La ambigüedad sólo le provocará quebraderos de cabeza y la desconfianza de sus votantes que, mayoritariamente, quieren una España unida.

La reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría por la actuación de la Policía y la Guardia Civil el 1-O ha sido un botón de muestra de lo que el PSOE no debe hacer. No sólo Alfonso Guerra -otro al que no se le puede decir que no hable claro- y muchos líderes de la vieja guardia socialista, sino una parte importante del Grupo Socialista recibieron la noticia con sorpresa y con disgusto.

El secretario general del PSOE tiene ahora la oportunidad de convertirse en un auténtico hombre de Estado

Susana Díaz, que, aunque perdió, logró un apoyo sólido en las primarias, sabe que ésta puede ser su oportunidad para volver a dar la batalla. Si el PSOE de Andalucía (junto a diputados y senadores de otras regiones como Castilla-La Mancha o Extremadura) rompe la disciplina del Grupo y presta su apoyo a Rajoy para adoptar medidas extraordinarias en Cataluña, Sánchez habrá perdido toda su credibilidad y la segunda oportunidad de liderar un partido que tiene que ser alternativa de gobierno.

Algunos dirigentes del partido no paran de decirle a Sánchez que debe alejarse de Rajoy, que no debe dejarse contaminar por el PP. Para hacerlo tiene muchas oportunidades. Jugar al tacticismo cuando estamos hablando de cosas tan importantes como la unidad de España no es una buena idea. El secretario general del PSOE tiene ahora la oportunidad de convertirse en un auténtico hombre de Estado.