No hay nada en Susana que sea precipitado. Ni unas elecciones ni un pésame. Susana era como el ave oscura de los dioses o de la cosecha que se posaba en los postes antes de que rodara una cabeza en el PSOE. Primero, en el PSOE andaluz, desde los jefes de barrio hasta Griñán. Luego, en el PSOE nacional: Rubalcaba, la primera caída de Pedro y, ténganlo por seguro, la segunda y última. Atando los nudos o afilando el hacha, allí estaba Susana al alba de todas las muertes, tras las que se inventaba un nuevo amanecer de cortinilla, con ella como la chica del tiempo que te trae el sol como el desayuno.

No hay una muerte natural con Susana, con quien vino una especie de Imperio Romano aceitunero. No sólo sus jefes o sus contrincantes, sino que las épocas y las legislaturas también mueren por su mano. Cuando dejó al lado el cuerpo de Griñán como el de un viejito montañés congelado por las cejas y por los ERE, ya aseguró que con ella en la Junta de Andalucía se inauguraba un “nuevo tiempo”. En sus relojes o en su poder geológicos, las legislaturas no son nada. Ella navega en un continuo político-temporal, o sea este PSOE que lleva casi 40 años gobernando en Andalucía, así que terminar o empezar una legislatura le parece una insignificancia, apenas pasar una página en su calendario de caja de ahorros regional. Aun así, con ese cuidado que los dueños de las cosas les prestan a las insignificancias porque son suyas, será ella siempre la que pase la página, la que remate la legislatura con su pulgar, como un insecto o una colilla. Lo contrario sería decir que hay asuntos que ella no controla en Andalucía. Un caos impensable, vamos.

No sólo sus jefes o sus contrincantes, sino que las épocas y las legislaturas también mueren por su mano

Susana ya mató la anterior legislatura andaluza, en la que estuvo apoyada por una IU que parecía contentarse con que le dejaran poner por algún despacho de la Junta sus pancartas de feria agrícola o de república del cannabis. A pesar de eso, Susana llegó un día alegando “inestabilidad”, ante la cara abotargada de los lideres andaluces de IU, que parecían dormir cómodamente en su tractor, y se fue a unas elecciones porque le convino. Le conviene otra vez ahora, antes de que el juicio de los ERE y los tiques de puticlub de sus empresas públicas le afeen la nana maternal que usa ella tanto. Antes, también, de que Pedro Sánchez se termine de descascarilar o romper como el muñeco de china que es. En esta ocasión, es cierto, le conviene igualmente a Ciudadanos, que debe mover el panorama electoral, que parece que sólo existe Cataluña y esa figura flamígera de Delacroix que es Inés Arrimadas. Pero es Susana la que ha decidido que sea así, tras mirar en las llamas del futuro, como hace siempre.

Le vienen bien a Susana estas elecciones, antes de que lleguen las luchas globales o filosóficas, de democracia esencial o de supervivencia de España, que se jugarán a partir de ahora. La fecha aún le permite hablar a una Andalucía que sigue mecida en sus olas de aceite moro y metal lorquiano. Después de 40 años, Susana no puede encontrar ya nada nuevo que decir, pero tampoco hace falta. El PSOE andaluz ha llegado a la perfección de la ideología sin hechos, repitiendo lo mismo como un villancico popular. Más cuando Susana aparece en Canal Sur como una Virgen María de zambomba que se peina entre cortina y cortina con peines de plata fina y demás peces que le beben en el río.

Susana besará viejitos, a los que parece que ella pone la pomada, y sacará la derechona de zahón y cortijillo, aunque el cortijo en Andalucía es del PSOE, y no necesitará mucho más

La política en Andalucía es tan especial, tan religiosa, tan eterna, tan solariega, como la Virgen de barquilla que es Susana, que uno duda de que se puedan sacar de ahí muchas conclusiones para la política nacional. En cualquier otro lugar, subrayar que tras más de 102.000 millones de euros de ayudas europeas Andalucía ha vuelto al grupo de las regiones más pobres, las regiones “en desarrollo”, y que no sólo no converge, sino al contrario, diverge con Europa y España; esto, decía, en cualquier lugar sería definitivo. Pero Susana besará viejitos, a los que parece que ella pone la pomada, y sacará la derechona de zahón y cortijillo, aunque el cortijo en Andalucía es del PSOE, y no necesitará mucho más. Es lo que ha funcionado, y nada indica que haya cambiado.

En Andalucía hay un PP con un líder arenista, o sea a contrapié, y además endeblón, Juan Manuel Moreno Bonilla, al que nunca le han servido los números, la realidad, ante la mitología socialista andaluza. Y otro de Ciudadanos, Juan Marín, que es simplemente increíble, alguien que ha sido la muleta y el bombero de Susana a cambio de zurrapas políticas. Teresa Rodríguez, que une a IU y Podemos, sí tiene fuerza, pero en Andalucía no hay izquierda a la izquierda del PSOE para ser significativa contra él, salvo que vuelvan a la “pinza”. Y lo que pasa en Podemos, entre las ansias de control de Pablo Iglesias y sus centrifugados regionales, es difícilmente mesurable y trasplantable.

En Andalucía, en fin, es todo tan exótico que yo me sonrío al pensar en los analistas que intenten traspasar lo que pase allí a sus pizarras madrileñas

En Andalucía, en fin, es todo tan exótico que yo me sonrío al pensar en los analistas que intenten traspasar lo que pase allí a sus pizarras madrileñas. Susana no es del todo la anti-Sánchez (cada vez los veo más parecidos), pero quizá Andalucía sí es la antipolítica. Ahora, cuando España otea otras guerras de religión, Susana intentará que no se mueva la vieja teología de Andalucía, el estatismo de sus cielos de pobre, indistinguibles del infierno, y separados del resto de la política como están separados de la realidad. Suerte, pues, a los agoreros y a los pronosticadores. Lo que es seguro es que, si Susana se mantiene en el poder, seguiremos vigilando su sombra, como la de esos animalillos de hospital de campaña que huelen la muerte o quizá sólo las longanizas.