Pablo Iglesias se va a "dejar la piel" para que los presupuestos pactados con Pedro Sánchez salgan adelante. No es la primera vez que el líder de Podemos se deja la piel en algo. Pero ahora, reconozcámoslo, tras unos meses fuera de foco, el líder populista ha logrado ser de nuevo centro de atención política. Como si fuera un ministro sin cartera o un vicepresidente en la sombra, asume un papel protagonista en la consecución de unos votos sin los que las cuentas públicas quedarían en papel mojado abriendo así el escenario de un adelanto electoral que no conviene a Podemos.

Iglesias acudirá este viernes a la cárcel de Lledoners a parlamentar con Oriol Junqueras. El voto de ERC es vital. Sin él es impensable que el PDeCat de Puigdemont pueda plantearse siquiera la posibilidad de abstenerse. Se trata, insiste el presidente de Podemos, de repetir la mayoría que echó a Rajoy de la Moncloa en la moción de censura. La diferencia con lo que ocurrió a finales del mes de mayo es que ahora los independentistas quieren sacar algo a cambio: o la garantía de que los presos del procés no serán condenados (previo cambio de criterio de la Fiscalía), o bien el compromiso para celebrar un referéndum de autodeterminación (algo a lo que, en principio, el gobierno no está dispuesto).

Las posibilidades de que los presupuestos salgan adelante son mínimas. ¿Cómo van a justificar ante la ANC, Òmnium, la CUP y los CDR Puigdemont, Junqueras o el president Torra que han dado sus votos para que Sánchez siga en el poder si no hay la más mínima garantía de avance del procés?

Aunque el gobierno mantiene vías abiertas de diálogo tanto con Junqueras como con la portavoz de JxC y consejera de Presidencia de la Generalitat Elsa Artadi (que ya ha mantenido varios encuentros con la vicepresidenta Carmen Calvo), permite que Iglesias juegue también sus bazas. Tal vez porque él puede llegar más lejos a la hora de prometer futuras concesiones si se garantiza la estabilidad del ejecutivo.

Pablo Iglesias da otro paso en el aggiornamiento de su organización. Deja de consultar a las bases y asume políticas que antes calificaba de conservadoras. Pero, al mismo tiempo, asume el papel de vicepresidente en la sombra

Logre o no su propósito, lo cierto es que Iglesias está en su salsa. Hace visible su papel como hombre de estado, como pieza imprescindible o catalizador de ese bloque anti derechas que se gestó con la moción de censura.

Sin embargo, Podemos sigue siendo, al menos sobre el papel, la "izquierda alternativa", un modelo distinto de organización en el que las decisiones importantes tienen que contar con la opinión de las bases. Pero ahora Iglesias ha incumplido ese principio fundamental. Ha firmado a un acuerdo sobre presupuestos que supone, de hecho, un pacto de estabilidad con el presidente del gobierno sin que los militantes de Podemos hayan dicho esta boca es mía.

No se trata de una cuestión menor. El borrador de presupuestos que se dio a conocer el lunes tras un Consejo de Ministros extraordinario supone aceptar políticas que hasta no hace mucho eran denostadas por Podemos, como por ejemplo el cumplimiento de unos estrictos objetivos de déficit público. El castigo a "los ricos" se ha quedado en este plan presentado a Bruselas en una moderada subida del IRPF a los que ingresan más de 130.000 euros (con una recaudación de poco más de 300 millones de euros). El impuesto a la banca se ha sustituido por una tasa a transacciones financieras que no trastoca esencialmente la cuenta de resultados de las entidades. De las eléctricas, ni hablamos. El gran éxito de Podemos en la negociación ha sido el compromiso del gobierno de subir el salario mínimo a 900 euros a partir de 2019.

¿Es ese el presupuesto por el que votarían las bases de Podemos? No lo sabemos y seguramente no lo sabremos nunca porque Iglesias ha decidido eludir la consulta a los militantes no vaya a ser que rechacen el plan que ya está firmado y en el que, para su aprobación definitiva en el Congreso, él y su número dos, Pablo Echenique, se están dejando la piel.

Lo que estamos viendo no es ni más ni menos que la conversión de Podemos en un partido como los demás, en el que la dirección toma las decisiones (táctica) que considera más oportunas para conseguir sus objetivos (estrategia). Eso puede ser bueno para el sistema, aunque suponga reconocer que la casta no esta tan mal al fin y al cabo.

El aggiornamiento de Podemos tiene lugar en un momento vital interesante de su indiscutible líder.  Se ha convertido en padre, tiene un estupendo chalet y el subsiguiente crédito hipotecario... y ahora hasta no ve mal un cierto rigor presupuestario. ¿Para qué consultar a las bases?