Lo más adusto que dice Morante es que de Vox no se lleva ningún beneficio económico, lo que le hace apenas esbozar una sonrisa es que bromea a sus hijos (“¡para ponérselo más fácil!”) con que mata a los toros para comérselos.

Entre ambos polos, a Morante de la Puebla se le ve en su sosiego pero preocupado. Y herido. Herido por la avalancha de ataques a su profesión, a sus creencias. A las costumbres: no cesa con esta queja. Y se ve llamado al contraataque, sin llevarse un duro, pero azuzado por la nobleza que detecta en Vox y, en particular, en su líder.

Atacan a las costumbres, a las tradiciones, voto a Vox.

Se admiten más interpretaciones demoscópicas y hermenéuticas, pero créanme que así es la realidad destilada, la convicción, de este militante de montera y boina. Porque Morante en el campo aparece tocado de Elósegui , así casual,  no en vano esta empresa de boinas nació en 1858 en Tolosa con el nombre de La Casualidad. Pantalón a rayas de traje campero (“los vaqueros del siglo pasado”, dice el torero) y guayabera blanca que, irremediablemente, conduce por un hilo invisible al habano de gran calibre que no tarda en prender rodeado de encinas y cerdos ibéricos caninos a esa hora del mediodía.

Atacan a las costumbres, a las tradiciones, voto a Vox. Se admiten más interpretaciones demoscópicas y hermenéuticas, pero ésta es la realidad de Morante

Hace unos años, en una mañana de goyesca en plena Ronda urbana, se acercó comiendo pipas a una antitaurina para contarle su película: que él era torero y no asesino. Fíjense si tienen oportunidad en la manera, dedito inquisitivo, con la que llamó la atención de la vociferante. Pura sensibilidad en la gresca.

Morante de cerca, ahora que a final de esta temporada cumplirá 40 años, parece mucho mayor, sobre todo cuando salta cual tertuliano de hablar del Brexit o la fragilidad de Europa a los recuerdos que le trae la estancia en la que charla donde pisaron Manolete y Joselito (El Gallo), a quien tanto venera. Nada tiene que ver con aquel novillerito sevillano al que Miguel Flores organizó un homenaje en el hotel Victoria para dar “ambiente” a su presentación en Las Ventas. Cosas de apoderados de una pieza. Ni el Viña P queda, claro.

Desde que se hizo matador de toros en 1997, Morante se ha retirado tres veces. Desde problemas psíquicos reconocidos y tratados, hasta el hastío por el sistema taurino instaurado, sintetizado en el hartazgo por los criterios veterinarios que tanto dañan a la Fiesta. Y en éstas sigue. ¿De qué sirven tres veterinarios para analizar una corrida, es como si te atendieran tres médicos en la consulta?, reflexiona.

Erre que erre también con el peso de los toros: si están muy gordos, “no caben en la muleta”.

Desde que se hizo matador en 1997, se ha retirado tres veces. Desde problemas psíquicos hasta el hastío por el sistema taurino instaurado

Son argumentos del gremio conocidos; chirría más oírle hablar de inmigración, sin lugar a dudas. Le sale, no obstante, su alma llana, de pueblo, como se honra en decir. No para de preguntar a los guardeses de la finca, quienes echan de comer a los toros y a los cochinos, a las vacas recién paridas, y se ríe Morante -ahora sí- con sus descansos de sábado mezclando cervezas, vallenato y partidos de fútbol en guaraní.

Cuando Sánchez Dragó en Santago Abascal. España vertebrada (Planeta) empieza a relatar sus toreros amigos el tiempo se para, como su verónica, en Morante. Los ditirambos no se hacen esperar: un arcángel, un filósofo, con la mitad del cuerpo en la tierra y la otra mitad en el cielo, como Paula.

Rafael de Paula llegó a apoderarle hace pocas temporadas. Palabras mayores, eternas, en el toreo de capote: de Paula y de Morante. De lo mejorcito de la Historia del Toreo. La suerte es que de Morante, aún en la treintena, por muy poco, aún podemos disfrutar en el ruedo. ¿Hasta cuándo?