El debate de Atresmedia no aportó grandes novedades sobre el celebrado 24 horas antes en RTVE. Fue demasiado largo, bronco y, en algunos momentos, aburrido. Es lo que tiene la aberración de hacer dos confrontaciones con cuatro candidatos seguidas.

La diferencia con el primero es que los ponentes ya iban con la lección aprendida y resabiados. Hasta el punto de que alguno perdió los papeles al querer repetir estrategia o al querer corregir errores. Rivera se sentía ganador de la primera confrontación y acudió a la segunda con ganas de volver a ser el centro de atención, pero sus continuas interrupciones, sobre todo al presidente del gobierno, no le ayudaron a reforzar su imagen de líder de la oposición, sino que le convirtieron en un invitado molesto. Hasta el punto de que Pablo Iglesias le llamara "maleducado" e "impertinente". El líder de Ciudadanos volvió a brillar cuando se habló de Cataluña, pero, en este debate, ese asunto se trató a los postres y no fue ni mucho menos el eje de la discusión.

El candidato socialista, por su parte, abandonó el tono frío y distante del primer día y entró en el cuerpo a cuerpo. No sólo volvió a llamar "mentirosos" a los representantes de Ciudadanos y el PP, sino que imitó a Rivera en lo peor: no dejó de interrumpir a sus contrincantes siempre que tuvo ocasión.

Sánchez fue el peor de los cuatro contendientes. Demasiado nervioso, no dudó en recurrir a un documento falso

Rivera y Sánchez compitieron ayer en ofrecer a los espectadores variados objetos para animar la disputa política. El líder de Ciudadanos, además de otra fotografía (esta vez de la secretaria general del PSE con Otegi) y una ristra de casos de corrupción socialista, le llevó al presidente su tesis doctoral copiada en parte. Sánchez, a su vez, le llevó a Rivera el libro de Sánchez Dragó sobre Santiago Abascal, en un esfuerzo un tanto patético de meter a Vox como fuera en la discusión para restregárselo por la cara a los candidatos de PP y Ciudadanos.

Sánchez fue el peor de los cuatro contendientes. Demasiado nervioso, no dudó en recurrir a un documento falso que atribuyó a la Junta de Andalucía para denunciar una presunta fabricación de listas negras de los profesionales que se dedican a temas de violencia de género. "Falso es falso", dijo en una ocasión durante el debate, en esa fórmula que le ha dato tanto éxito de repetir conceptos como si eso fuera la garantía de un compromiso. Pues bien, Sánchez ayer recurrió a un fake para atacar a sus adversarios. Rubalcaba diría aquello de "no nos merecemos a un presidente que nos mienta".

Casado, escaldado de lo que le ocurrió el primer día, trató de sacar la cabeza para no verse ninguneado por Rivera. Y, en parte, lo logró. Fue más agresivo y no se dejó pisar el terreno. Incluso le paró los pies a Sánchez cuando éste le señaló con el dedo como si fuera un defensor de violadores.

Lo peor de todo es que al ciudadano le queda la sensación de que ninguno de los cuatro candidatos le llega a gustar del todo, a no ser que uno sea un militante convencido

Mejoró el líder del PP pero no hasta el punto de convertirse en el centro del debate. Limitó la superioridad que mostró Rivera un día antes, pero sigue sin aparecer como el presidente de gobierno que quiere llegar a ser.

En la bronca, Pablo Iglesias brilló por sus llamadas constantes a la moderación y al sosiego ¡Quién le ha visto y quién le ve! A veces resultó un tanto mojigato. Pero seguro que convenció a algunos votantes de izquierdas que ven ahora en él a alguien que podría pactar con el PSOE sin necesidad de echarle al monte. No es que fuera original en sus ideas, pero esa pose de chico bueno no le va mal.

Lo peor de todo es que al ciudadano le queda la sensación de que ninguno de los cuatro candidatos le llega a gustar del todo, a no ser que uno sea un militante convencido. La gente quiere soluciones y, para ello, serán necesarios consensos, que, a la luz de los visto en los dos debates, parecen casi imposible de lograr.

Los debates seguro que han servido para que muchos de los votantes indecisos hayan decidido por quién votar el próximo domingo. Pero me temo que todavía hay otros tantos que siguen igual de despistados y no decidirán hasta el último momento.