¿Se imaginan a Adolfo Suárez participando en los dos debates políticos que hemos visto esta semana en televisión?, ¿o a Felipe González, o a Rajoy bajando al lodazal en el que algunos convierten la actividad pública?

Estos debates electorales han descubierto la personalidad oculta de los cuatro candidatos, los cuatro sobreactúan para no mostrarse tal y como son. El débil dando la imagen de hombre fuerte, el violento simulando ser pacífico, el arribista dominando en apariencia cuestiones que desconoce y el inexperto sobreviviendo a los otros tres, que no es poco.

Sin sonrojarse manipulan los datos estadísticos a su favor, juegan con la desmemoria del votante para colar falsedades, insultan, pierden el respeto, y transforman un debate de ideas en otro Sálvame de la televisión. Suerte tuvimos de los moderadores para evitarlo. Curiosa contradicción, los periodistas controlando a los que deben dirigir este país para que se comporten con educación.

En estos debates se manipulan sin sonrojarse los datos estadísticos a su favor y juegan con la desmemoria del votante para colar falsedades

Aseguran que los debates ayudan a decidir el voto a los indecisos, seguro que en algún porcentaje habrá sido así, para en otros ha sido útil para reafirmarse en qué candidato no votarán nunca, y en general los dos debates han servido para poner aún más bajo el nivel de algunos de nuestros políticos que aspiran o son presidentes del Gobierno.

En general, el nivel medio de nuestra clase política no es mejor que el social que lidera empresas, medios de comunicación y negocios en nuestro país. Sobrevivimos a las circunstancias que nos han tocado vivir, sin profundizar en ellas y mucho menos resolverlas. La política actual es, a la sociedad española, como el fast food a la alta cocina.

Ninguno de los cuatro candidatos, tras más de cuatro horas de debate, ha entrado en una cuestión primordial para nuestro futuro: por qué España tiene una deuda tan alta que no podrá pagar en décadas. A pesar de tener un doctor de economía como presidente, no nos ofreció explicaciones de por qué en 10 años hemos descendido de estar en el G8 a ocupar la posición decimocuarta entre los países más ricos de Europa.

La política actual es, a la sociedad española, como el 'fast food' a la alta cocina

El déficit público sigue disparado, pero nos felicitamos por pagar solo 30.000 millones de euros de intereses de la deuda en lugar de 35.000 como estaba previsto. Patético. Estos datos provocan la huida de inversores a Portugal o Irlanda, países que gracias a los hombres de negro logaron reducir su déficit público. Aquí los únicos hombres de negro que vimos fueron los del debate y lo aumentan año tras año, alguno sin bajarse del Falcon.

Seguimos con una mayoritaria clase política que no ve más allá de los próximos cuatro años. Hay problemas de este país que no se resuelven sin plantearlos a diez años vista y de ellos nadie se ocupa.  

Son las primeras elecciones generales con cinco fuerzas políticas que se dividirán el grueso de los votos. Nunca tuvimos tantas opciones y tan diversas y, sin embargo, muchos seguirán votando a la contra y con la nariz tapada para que no gane el peor.

Nunca tuvimos unas elecciones con tantas opciones, pero muchos seguirán votando con la nariz tapada para que no gane el peor

Si en los ochenta se votaba ideología, en los noventa cambio y en el nuevo milenio estabilidad, ahora quieren dirigir nuestro voto hacia el personalismo de los candidatos, no hacia la ideología, como si de unas municipales se tratara. Casado busca el voto a su persona como si eso bastara para regenerar un partido que arrastra lo peor de la política del pasado. Iglesias se reinventa una y otra vez para sobrevivir: de manifestante violento a padre de familia numerosa reflexivo y moderado. Rivera se cansó de ser el niño bueno de la política, la eterna promesa y pasa a la acción con el gran apoyo de Arrimadas a su lado, pero sin tener todavía mayoría suficiente. Y Sánchez intenta seguir siendo el presidente que nunca debió ser, aunque le sale a todas horas el jefe de la oposición que lleva dentro.

En estas elecciones los partidos se difuminan, las siglas desaparecen y son los líderes los que deciden el voto. No podemos votar en unas generales a las personas. Lo haremos posiblemente en las municipales, incluso en algunas autonómicas, pero no en unas generales donde el proyecto político puede marcar los próximos años de forma definitiva.

Ahora quieren dirigir nuestro voto hacia el personalismo de los candidatos, no hacia la ideología

Ninguno de los cuatro partidos que aparecieron en estos debates tenía la misma ideología hace tan solo cuatro años. El PSOE de ahora es el Podemos de antes; el PP de hoy se parece más a Vox; Cs al PP de hace cuatro años; y Podemos, resquebrajado y dividido, se reinventa en algo tan parecido al PSOE de Sánchez que cuesta distinguirlos.

Reflexionen, piensen en quién puede gestionar mejor España y voten. Pero no voten con el corazón, sino con la cabeza. Que las emociones no les lleven a arrepentirse a los pocos meses de su voto.