Dejando ya agosto como excusa y como pararrayos de los tormentones políticos (en Madrid lo que cayó parecía un castigo para estos faraones de perfil que tenemos en los partidos), la izquierda se dispone a escenificar distancia y la derecha se dispone a escenificar desavenencia, que es algo más burgués, más fino y por supuesto más despectivo. Pronto, el Congreso se volverá a abrir como la chimenea de mármol de la casa, después de este verano de cazadores de perlas y adolescentes lagos azules, y habrá que empezar a aparentar o justificar los fracasos esperados o las desesperanzas triunfantes, para la próxima campaña o para el próximo milagro. Lo notaremos en las primeras comparecencias que se pedirán o no se pedirán, en que se suba a la tribuna Sánchez como si se subiera el capitán Nemo, o se suba Carmen Calvo con su mejor cara de Medusa; en que se suba por el Open Arms o por la listeriosis de esta España en una eterna matanza de pueblo. Comienza el espectáculo, pues, aún con las legañas de barro y limón del verano, que nos deja los ojos como almejas pochas.

Sánchez sigue sin querer coalición e Iglesias sigue sin aceptarlo. En realidad, lo difícil de aceptar es que PSOE y Podemos sean parte de un mismo algo, y es lo que Iglesias no entiende. Lo de la izquierda es un mero contenedor de chuches y por eso Sánchez ha estado hablando de “socio preferente” y “programa progresista”. Pero no quiere nada con el poscomunismo (Errejón dixit) de Podemos. No por nada, sino porque el radicalismo le estropea el perfil apolíneo. Como tampoco favorece a los otros aliarse con esa gente de mesón, capilla y bacía de Vox. Iglesias confía más en la necesidad de Sánchez que en las afinidades ideológicas (Sánchez no tiene ideología sino intereses), pero el presidente no se ve con esa necesidad, o prefiere creerse la nana de Tezanos. Iglesias estará entre escenificar la distancia de la izquierda verdadera con la socialdemocracia traidora (Marcuse) para relanzarse en las nuevas elecciones, o en aceptar la humillación de ser tontos útiles, sin siquiera una trona para Echenique.

Mientras, en la derecha o el centro derecha se desprecian y se odian aun dándose besos sin mejilla, igual que esas damas de concursos o asesinatos reposteros o florales. Lo de España Suma no cuaja ni en el PP. Los barones que ven que no necesitan experimentos se desmarcan, al menos en sus feudos. Otros, sin calibrar el repliegue inconsciente del españolito estándar ante lo rancio, ante esos cartujos de cerámica de suvenir que son Vox, quieren incluir al partido de Abascal. El proyecto de Casado, el gran PP aznariano y mesetario, era al fin y al cabo unir todo a la derecha del PSOE… Pero la rama liberal dice que no, que en Vox son como los nacionalistas, que vienen de la tribu para devolvernos a la tribu, a la sangre cruda y a la empalizada con pieles de conejo colgadas. Eso defiende Cayetana, que es la cariátide del PP, con sus llamas de acanto bajo unas vigas que a veces parecen zozobrar entre los mercaderes y el tabernáculo.

En agosto, nuestros líderes aún tenían excusa para dormitar o para que los partiera un rayo. Ahora sólo les queda como explicación su egoísmo y su incompetencia

Pero da igual. Vox no quiere saber nada de España Suma, camina solo hacia ese sol con cactus de los héroes, con manta trotona y cantimplora de arena. Y Cs sigue insistiendo en que son un proyecto independiente, aunque lo que quieren decir es que Rivera no se presta a hacer el dúo dinámico con Casado, alguien a quien quiere desbancar. Su desavenencia es de hermanos bíblicos, de hijos del mismo dios o del mismo faraón, que no piden alianza sino tragedia. Aún debe de volver Rivera, de su Tíbet o de su útero, aunque no creo que haya cambiado sus ideas en un verano iniciático de bicicletas y besos con moras.

Así van a entrar en el septiembre de las depresiones y los coleccionables. Todos parecen suicidarse un poco por la novia perdida o por el gris reencontrado en la ciudad: la izquierda con sus sectas, la derecha con su arrogancia y el votante con su resignación. Todos excepto Sánchez, a quien los conflictos favorecen, a quien todas las telenovelas políticas dejan de guapo. España hace reset ahora, en la política como en los armarios, para encontrarnos lo mismo, sólo que con todo el mundo más cansado, más cínico y más jodido. En agosto, nuestros líderes aún tenían excusa para dormitar o para que los partiera un rayo con toda naturalidad. Ahora sólo les queda como explicación su egoísmo y su incompetencia.