Lo que había estado haciendo Sánchez todo este terso verano suyo, verano de safaris y corales y esquí acuático sobre delfines, ha sido por lo visto abrirse o fabricarse una tercera vía. Para esta tercera vía no hace falta ni mucho trabajo ni mucho tiempo ni mucha sombra. La tercera vía se puede pensar en agosto, cuando el sol hace siluetas barrigonas y regala esa agradable oscuridad roja al cerrar los ojos y vaciar la mente en la arena como un cubito de agua de mar. Se puede pensar como el medio crucigrama de guardar la digestión. Apenas se trata de rellenar “dios egipcio del sol” o “antiguamente do” o “padre de Matusalén” y el crucigrama ya se considera aceptablemente completado y la siesta aceptablemente empezada. Y la tercera vía, claro, esperanzadoramente encauzada. Porque el crucigrama progre, con esa pereza de la sangre parada en la mollera y de una cultura de cenita con Trivial, se rellena igualmente por los picos con unos cuantos tópicos poco más que monosilábicos o bíblicos. “Público”, “derecho”, “igualdad”, “justicia”, “solidaridad”, “sostenibilidad”. Y así, a mitad de la siesta, ya tiene uno como 300 propuestas por lo menos, dispuestas en una sopa de letras, para que las busquen los colectivos sociales y esas asociaciones de médicos mimos, y parezca que las encuentran ellos, dura y trabajadamente, la sociedad civil picando en una mina para Sánchez.

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