Ésta de Galicia es la apuesta reina no sólo de las elecciones autonómicas que se van a celebrar allí y en el País Vasco el próximo 5 de abril sino de toda la legislatura en la medida en que el PSOE tiene la posibilidad real de asestar un golpe mortal a las posibilidades de recuperación del Partido Popular en un futuro que abarque más allá de los próximos cuatro años.

Desde Ferraz se dice que las dos campañas, la vasca y la gallega, tienen para ellos la misma importancia. Mentira. Los socialistas vascos tienen por delante un trabajo relativamente cómodo por lo seguro: las perspectivas electorales del PNV siguen siendo excelentes a pesar del incidente del vertedero de Zaldibar y al PSOE la bastaría con mejorar ligeramente sus resultados para conformar un gobierno de coalición con los nacionalistas que sume mayoría absoluta.

No hay amenazas en el horizonte de ninguno de los dos partidos sino, al contrario, unas perspectivas mejores que la realidad que actualmente tienen ambas formaciones. Será, por lo tanto, un trabajo con red y con unos sondeos que auguran dos o tres escaños más para el PNV, con lo que sumaría 31 o 32 diputados y un crecimiento también del PSE que pasaría de los 9 escaños que ahora tiene a los 10, según el sondeo publicado en ABC el domingo pasado, o incluso a los 11 o 12 que le augura el sondeo hecho público por la ETB, la televisión autonómica del País Vasco, que coincide en darle al PNV los mismos diputados que le da el sondeo de ABC.

Es verdad que, según las previsiones numéricas, los peneuvistas podrían pactar también un gobierno con EH-Bildu pero esa es una opción muy improbable y que debemos descartar por muchas razones, una de las cuales es que las negociaciones del PNV con el Gobierno de Pedro Sánchez les está dando unos excelentes resultados en términos de cesión de competencias y de aumento de la financiación.

Esas buenísimas relaciones se mantendrán durante la legislatura, el PNV apoyará los Presupuestos Generales del Estado y a partir del 5 de abril cerrará un acuerdo de coalición con el PSE de Idoia Mendia. Ningún problema, por lo tanto, y muy pocas incertidumbres. Ambas formaciones van sobre seguro.

El PSOE tiene la posibilidad real de asestar un golpe mortal a las posibilidades de recuperación del Partido Popular en un futuro que abarque más allá de los próximos cuatro años

Galicia es harina de muy otro costal. Aquí de lo que se trata es de descabalgar a Alberto Núñez Feijóo de la mayoría absoluta, lo cual se conseguiría con que el actual presidente gallego obtuviera 37 escaños, es decir, que ganara las elecciones pero perdiera el gobierno dado que no hay ninguna fuerza en el parlamento con la que el PP pueda pactar.

La pérdida de la mayoría absoluta, es decir, la pérdida del poder de Feijóo, supondría una formidable victoria para un Partido Socialista cuyo objetivo esencial es demoler el último bastión de fortaleza del PP y, por extensión, de Pablo Casado. Porque, aunque los populares gobiernan en Madrid, Andalucía, Castilla y León y Murcia, lo hacen en coalición con Ciudadanos y apoyados por los votos de Vox. Sólo en Galicia se puede atisbar todavía la memoria del poder inmenso que un día ejerció el PP sobre el gobierno de la nación y sobre la inmensa mayoría de los gobiernos autonómicos.

Es Galicia la plaza sobre la que Pablo Casado podría iniciar, si Feijóo consigue aguantar y repite por cuarta vez su victoria, el proceso de fortalecimiento del PP y su reconstrucción para volver a constituirse en una fuerza capaz de desalojar al Gobierno de Pedro Sánchez del palacio de La Moncloa. Por eso mismo es Galicia la plaza a la que los socialistas quieren sitiar hasta lograr la rendición de su adversario.

Y hay que decir que, aunque las encuestas le siguen otorgando a Núñez Feijóo no menos de 38 diputados, lo que significa la tan ansiada mayoría absoluta, las perspectivas del PSdeG han mejorado sustancialmente con el liderazgo de Gonzalo Caballero hasta el punto de que en las elecciones generales de abril de 2019 el PSOE se alzó como la fuerza más votada en Galicia, desplazando al PP al segundo lugar por primera vez en la historia de los populares gallegos.

Es verdad que esa victoria política duró apenas siete meses y se desvaneció en las elecciones de noviembre de 2019, cuando el PP recuperó su primera plaza. Pero ese resultado de abril y lo que los sondeos pronostican al Partido Socialista para las elecciones autonómica de abril de este año permiten a los de Gonzalo Caballero -sobrino del alcalde de Vigo, Abel Caballero- albergar la esperanza de poder desbancar a Feijóo de la presidencia de la Xunta.

Y no porque aspiren a conseguir una lejanísima mayoría absoluta sino porque se consolidarían como primer partido de la oposición, con una estimación de voto de 8 puntos más que en 2016, y podrían pasar de tener catorce diputados a 19 y hasta 21. Es un hecho que el PSdeG llega a estas elecciones en su mejor momento de los últimos 10 u 11 años.

Sólo en Galicia se puede atisbar todavía la memoria del poder inmenso que un día ejerció el PP sobre el gobierno de la nación y sobre la inmensa mayoría de los gobiernos autonómicos

Y, dado que el BNG también podría doblar sus votos y sus escaños y pasar a obtener 11 diputados frente a los seis que consiguió en el 2016, la opción de repetir un gobierno bipartito o tripartito de izquierdas con Esquerda -la coalición de Podemos- no es inverosímil. Y a eso van a apostar a muerte los socialistas desde Galicia y también, y con toda la fuerza que da el Gobierno, desde Madrid.

Hay que decir de todos modos que las Mareas continúan el derrumbe que ya iniciaron en las municipales de mayo cuando perdieron las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol y en estos momentos las encuestas de intención de voto dicen que de los 14 diputados que tienen en la actualidad podrían quedarse en tan sólo dos y con la duda incluso de si van a llegar a alcanzar el mínimo 5% requerido para tener opciones de lograr representación parlamentaria.

Pero ahí entra la apuesta de Pedro Sánchez y de sus ministros que van a volcar toda la fuerza de de convicción que proporciona el ocupar el poder y poseer el Boletín Oficial del Estado en favor de las opciones de Gonzalo Caballero. Por eso su presencia en Galicia va a ser considerablemente más frecuente y más intensa y va a estar más volcada que en el País Vasco.

El presidente del Gobierno y sus ministros tienen, y van a utilizar con profusión, un arma electoral imbatible que es la de las promesas. Contra ese arma tendrá que luchar el actual presidente gallego a base de emplear otra munición de buen resultado históricamente acreditado: la de recordar los éxitos de su gestión en contraste con las reiteradas promesas no cumplidas del Gobierno, lo cual fomenta siempre el sentimiento de victimismo.

Si Feijóo consigue convencer a sus paisanos de que el Gobierno socialista está maltratando a los gallegos financieramente y también desde el punto de vista del incumplimiento de las infraestructuras prometidas, como el AVE, habrá ganado un trecho considerable en esta batalla electoral que se anuncia a sangre y fuego, calle por calle, casa por casa, porque lo que está en juego va mucho más allá del gobierno de la Xunta.

Está en juego nada menos que la hegemonía para muchos años en toda España del Partido Socialista y la supervivencia como formación política alternativa de gobierno del Partido Popular. Es por eso un pulso trascendental.

Ésta de Galicia es la apuesta reina no sólo de las elecciones autonómicas que se van a celebrar allí y en el País Vasco el próximo 5 de abril sino de toda la legislatura en la medida en que el PSOE tiene la posibilidad real de asestar un golpe mortal a las posibilidades de recuperación del Partido Popular en un futuro que abarque más allá de los próximos cuatro años.

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