Ha traído Sánchez la lotería, niño con oro de banda de música, niño con esas monedas de ratoncito y de niño que son los botones, niño con los grandes sonajeros del dinero rodando por las escaleras. La lotería de Navidad es un niño moliendo una trompeta de oro y Sánchez es un niño recogiendo dientes de leche por Europa. Vienen los dos niños de la mano, como ardillas que nos traen nueces, entre miguitas de duende. El Gordo cae en un bar de cuponeros, como siempre, y los fondos europeos caerán donde diga Sánchez. Los dos niños cantan igual, como gnomos de bosque talando el dinero.

Hemos tenido consejo de ministros el día de la lotería, para que el dinero suene a xilofón, a providencia y a consuelo. Ya hay que formalizar esos fondos de Europa, y el día de la lotería, día españolísimo en que el dinero parece ir cortándose en jamoneras para ser repartido, es una ocasión inmejorable para hacer nuestra esa fortuna europea, como cuando cae el euromillón. La lotería, además, aquí no es azar, sino que siempre hay un santo de comodita o un karma de una riada o una fecha de alianza que se encarna en la suerte para resarcirnos, compensarnos o animarnos, o eso seguimos pensando. La lotería, en fin, creen algunos que es algo así como el socialismo de Dios. Yo creo que esto ha sido lo que ha inspirado a Sánchez.

En un día así, Sánchez es el niño predestinado o el calvo de la lotería o el jorobado de la suerte o el santo de los exámenes de autoescuela que ha bendecido nuestro décimo o nuestra subvención. Hasta María Jesús Montero, que aunque hable de muchos millones parece que solo está pregonando camarones, que aunque te dé dinero parece una bruja con caramelos, sale a explicarnos el consejo de ministros y se diría que lleva otra manivela de dejar caer premios por los bares de barrio, como esas rifas de baraja. Esos fondos europeos se supone que tendrán comités técnicos, consejos consultivos y no sé si revisores de tren, cosa que suena a esos señores de la lotería que están sentados ahí como desde el franquismo, mirando unos números con caligrafía de ditero antiguo. Pero no son ellos los que traen la suerte, claro. La suerte la trae el santo o la desgracia, y Sánchez es las dos cosas. Al final, pues, tras la suerte o la justicia, solo estará Sánchez con sus ministros de Santa Cena, una Santa Cena con pianola de dinero.

La suerte la trae el santo o la desgracia, y Sánchez es las dos cosas. Tras la suerte o la justicia, solo estará Sánchez con sus ministros de Santa Cena, una Santa Cena con pianola de dinero.

Este año no nos toca nada como siempre, pero está Sánchez con una pedreílla. Después de romper el décimo, nos damos cuenta de que tenemos a Ábalos al lado de Montero y de Calvo, un Ábalos que parece ese chiquillo grandón que saca las bolas con la chaqueta del año pasado, que yo creo que siempre hay uno en cada sorteo. Sí, no nos ha tocado la lotería y ahí siguen el aciago bicho y el sombrío curro y la pobre cesta de la compra solo con un pollo ahorcado, pero está el Gobierno de Sánchez con una segunda oportunidad, como con un décimo del Niño. O con un consuelo. Por ejemplo, el consejo de ministros también aprobó la suspensión de los desahucios y de esos cortes de luz que te dejan con un transistor y un anafe. No ha habido ningún gobierno que haya acabado con la pobreza, pero el socialismo y la Navidad llaman a demorarla y a romantizarla. Entre un pobre y un pobre con candil puede parecer que no hay diferencia, pero en ese matiz hay teologías e ideologías enteras.

Por si acaso Ábalos no nos parecía suficientemente lotero y navideño, ahí como un repetidor de los niños de San Ildefonso, como un niño mayor que ha bebido vino quinado con el mazapán, Iglesias también quiso salir. Salió en otro vídeo de Twitter, esta vez más cuidado, no sólo con su cabeza delante de la cámara del portátil como un flexo de escritorio, sino de medio cuerpo ante todo ese papel moneda de banderas del Estado, como si fuera una maja gubernamental más que un Santa Claus republicano. También quería él revindicar su lotería, como la quiere revindicar no ya el ángel al que se le reza o la mano inocente que te trae el premio, sino el dueño de la administración, con un orgullo monetizado. Siempre hay que sospechar del que reclama los méritos del alivio de la pobreza sin hacer nada contra la pobreza en sí, porque los pobres no son sino su clientela y querrá que haya más, no menos.  

Ha traído Sánchez la lotería, en fin, que no parecería lotería si no la trajera Sánchez. Quiero decir que si hubiera normas transparentes y comisiones independientes y criterios objetivos, medibles y comprobables para llegar a ese dinero de Europa o de aquí, para esas revoluciones tecnológicas, para ese bálsamo del hostelero o para esa heroica resiliencia contra el bicho, me habría quedado sin artículo. Pero solo está Sánchez, niño con el leotardo cargado de monedas como un enano minero, niño con oro de flauta en las manos y oro de coro en el pelo, todo falso o prestado.

Ha traído Sánchez la lotería, niño con oro de banda de música, niño con esas monedas de ratoncito y de niño que son los botones, niño con los grandes sonajeros del dinero rodando por las escaleras. La lotería de Navidad es un niño moliendo una trompeta de oro y Sánchez es un niño recogiendo dientes de leche por Europa. Vienen los dos niños de la mano, como ardillas que nos traen nueces, entre miguitas de duende. El Gordo cae en un bar de cuponeros, como siempre, y los fondos europeos caerán donde diga Sánchez. Los dos niños cantan igual, como gnomos de bosque talando el dinero.

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