Podemos se cabreaba en la oposición y se cabrea en el Gobierno, quizá porque lo suyo no es más que un cabreo sostenido hecho forma de vida, de arte y de promoción, como el cabreo de Beethoven. Es un cabreo fundacional pero inútil, una forma de política que no sirve ni siquiera para la venganza, sólo para la fantasía. Podemos iba a poner en su sitio a las eléctricas, que te anuncian con un girasol sonriente los sablazos y tienen en nómina a más ex presidentes y ex ministros que electricistas, pero resulta que hasta Garzón te saca el mismo girasol para explicarte que el recibo de la luz siga subiendo. Con Podemos también iba a caer la monarquía, apenas viéramos cómo le sienta a Iglesias el traje ciudadano, ese traje de viajante planchado con la ducha, pero al final la monarquía es más popular que nunca. Para disimular su inutilidad, lo que hace Podemos es cabrearse más, cabrearse con el PSOE, cabrearse con soponcio y con tetera. Pero es un cabreo y un soponcio para la platea.
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