Bajo el cielo de artesonado de Madrid, con las Torres de Colón descubiertas de su gorrito art déco como dos tiesos toreros saludando, decenas de miles de personas protestaron no sólo contra la máquina sanchista de indultar, sino de desmontar la democracia. Uno no es mucho de manifestaciones, pero me doy cuenta de que a veces la gente no sale a la calle para tener razón, pidiendo la razón como pide paso una estampida, sino que sale a la calle porque tiene razón y quiere como repartirla, como aguadores. Hay gente que sale a la calle para lo suyo, a cosechar en el cemento, y gente que sale a la calle para lo de todos. Hay gente que sale a la calle como saldría una tanqueta, maciza y fuera de lugar, a avasallar o a invadir, y gente que se diría que está sacando sólo un santo cívico para que llueva. Ni siquiera tienen que pensar igual, como no tienen que pensar igual los labriegos con el sembrado seco ni los ciudadanos que quieren seguir siendo ciudadanos y no siervos de la gleba, como decía Savater el otro día.

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