
La ministra Teresa Ribera, en el Congreso.
Dos largos y agónicos años esperan a Podemos y eso lo saben sus dirigentes mucho mejor que los militantes o los inscritos, como ellos se llaman. Dos años en los que lo único que les salva por el momento de la catástrofe electoral más absoluta es su permanencia en el Gobierno, en una contradicción de libro porque es también esa permanencia la que les está perjudicando electoralmente ya que les tiene las manos atadas en asuntos especialmente sensibles para sus potenciales votantes.
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