El presidente de Ucrania intervino este martes en el Congreso de los Diputados para pedir "más armas y más sanciones" contra Rusia. Zelenski fue al grano, su discurso no es retórico ni alambicado, es un grito pidiendo ayuda. Se refirió al horror que hemos visto en Bucha y lo comparó con la barbarie del bombardeo de Guernica, ciudad en la que la Legión Cóndor ensayó con macabro éxito la táctica de la destrucción total.

Todo el Congreso aplaudió en pie la alocución del presidente de Ucrania. Después, el presidente del Gobierno afirmó: "La esperanza de Europa está depositada hoy en Ucrania".

Acierta Pedro Sánchez al vincular el futuro de la Unión Europea con lo que suceda en Ucrania. Por eso, Europa tiene que hacer todo lo que esté en su mano para que Rusia no pueda ganar esta guerra.

Hasta ahora, Europa se ha movido con lentitud. Ha ido por detrás de los acontecimientos. Durante los primeros días de la invasión, parecía existir el consenso en que las tropas de Putin destrozarían las defensas ucranianas en un par de semanas. Pero la determinación y el coraje de la población de Ucrania han conseguido frenar la ofensiva y, en estos momentos, Kiev ha logrado romper el cerco del poderoso ejército ruso. Es esa resistencia heroica la que despertó la conciencia de la UE de que había que parar el expansionismo ruso, porque esta no es sólo una guerra por territorios, sino una confrontación en la que están en juego valores como la libertad, la soberanía, el respeto a los derechos humanos.

Las imágenes de la matanza de Bucha, que pronto seguramente veremos repetidas en otras ciudades a medida que vayan siendo liberadas, evidencian el modus operandi de Putin. No es la primera vez que sus tropas actúan con una crueldad inhumana. Lo hicieron ya en Chechenia y en Alepo. Pero como triunfaron, aplastando a la resistencia chechena o ayudando a mantenerse en el poder a Bachar el Asad, Occidente miró para otro lado. Luego, en 2014, Rusia se anexionó Crimea y tampoco pasó nada. Los intereses económicos primaron sobre cualquier otra consideración. Pero ahora, las cosas han cambiado. No sólo por la cercanía -Ucrania es Europa-, sino porque hay todo un pueblo y un líder que van a luchar hasta la extenuación contra el invasor.

Si, como dijo Sánchez, "la esperanza de Europa está depositada en Ucrania", hay que ser consecuentes. La UE tiene que dejar de importar petróleo ruso y no financiar más la injusta guerra de Putin. Los valores deben estar por encima de los grados de la calefacción

La posición de la UE es ciertamente contradictoria. Mientras envía armas a Ucrania y da apoyo humanitario a los refugiados, cada día entrega 700 millones de euros a Putin a cambio de petróleo, gas y carbón. Es decir, que está financiando la guerra al dictador.

Hasta ayer mismo, la UE no acordó la expulsión de parte de las legaciones diplomáticas rusas y la suspensión de las compras de carbón. Alemania y Austria constituyen la vanguardia de la resistencia a endurecer las medidas económicas. Polonia y los países bálticos están en el lado opuesto, porque, aunque necesitan el gas y el petróleo ruso, saben que, de ganar Putin, serán los próximos en la lista.

Afortunadamente, Francia e Italia ya han empezado a cambiar de postura. Emmanuel Macron declaró el lunes en France Inter que las sanciones debían incluir "el carbón y el petróleo". Lo primero ya se ha conseguido. Tanto Borrell como Von der Leyen son firmes partidarios de un endurecimiento y están desplegando una ofensiva política en toda Europa para que Alemania dé su brazo a torcer.

Putin no va a cejar en su cruel guerra mientras siga recibiendo dinero de Europa. Sólo un daño económico irreversible puede frenar la masacre y hacer que el sátrapa se replantee sus objetivos. Tenemos que ser conscientes de ese hecho.

Pero, al mismo tiempo, hay que aceptar que llevar adelante esas duras sanciones tendrá consecuencias para los ciudadanos europeos. Habrá que hacer sacrificios. Los líderes europeos no pueden pretender que la derrota de Putin se lleve a cabo sin que los ciudadanos se vean afectados. Es incoherente por parte de Pedro Sánchez afirmar, como hizo ayer, que "Putin no va a conseguir su propósito" con un plan económico que no incorpora ni una sola medida de ahorro energético. A los ciudadanos a veces hay que pedirles sacrificios. Y este es uno de esos momentos en los que hay que poner los valores por encima de la calefacción.

Si Putin se convence de que los europeos no están dispuestos a perder un poco de su bienestar -aunque sea por unas semanas- por defender la independencia de Ucrania, no habrá quien le pare.

Europa, por tanto, debe suspender la compra de petróleo a Rusia y, si mantiene la ocupación, después habría que suspender la compra de gas.

Junto a estas medidas, la UE debería dejar de dar largas a la incorporación de Ucrania como socio de pleno derecho. No se puede defender que el futuro de Europa está ligado a lo que suceda en Ucrania y, por otro lado, dejar al país en la puerta a la espera de una decisión burocrática que puede llevar meses, si no años. La prosperidad de Ucrania depende de su ingreso en la UE. Si eso no sucede, muchos de los que ahora ven en Europa su salvación mirarán a la Unión como un club de remilgados burócratas.

Los españoles sabemos lo que es sufrir en solitario la barbarie de una guerra. Picasso dejó para la memoria de todos la imagen del bombardeo de Guernica, un cuadro que se convirtió en todo un símbolo. De nosotros depende que los que han causado el horror en Bucha no ganen esta injusta guerra.