Si la pandemia no había resultado suficiente para hacer ver a Europa que también pueden pasarnos cosas horribles, la invasión de Ucrania ha terminado de convencer a muchos de que la historia se escribe con crudeza y que no bastan las buenas palabras para que todo vaya bien.

Encajar el rompecabezas de la geopolítica es francamente complejo y mezcla muchos intereses, pero uno de ellos es la dependencia energética, que marca el paso de las decisiones que tanto España como la Unión Europea y Estados Unidos, han tomado desde la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, la ideologización de la energía mantiene algunas posiciones miopes que pretenden discutir si llegaron antes el huevo o la gallina.

Algunos países financian su amenaza contra Occidente con el dinero que obtienen del gas que nos venden

Ucrania es un país soberano y nada justifica su invasión, pero si se quiere dar explicación a la agresión por parte de Rusia, no podemos recurrir a la amenaza de la proximidad de los países OTAN al país más grande del mundo. Si existía un compromiso de Minsk, también existen los Memorándum de Budapest de 1994, en los que Ucrania entregó 5.000 armas nucleares y otro material de guerra a Rusia a cambio del compromiso de ésta de respetar su integridad territorial y la de otra lista de países.

Volviendo a la dependencia energética europea, conocemos los objetivos marcados para 2030 y 2050, pero no lo que va a ocurrir de aquí a entonces. Los valores occidentales son distintos a los de Marruecos, Argelia o Rusia, países de los que dependemos para garantizar nuestro suministro de gas, y lo estamos viendo tanto en la guerra de Ucrania como en la presión que Marruecos ha ejercido sobre España y otros países para fortalecer su posición frente al Sahara.

La dependencia del gas que nos debilita, fortalece además las posiciones de los países mencionados, que financian su amenaza contra Occidente con el dinero que obtienen del gas que nos venden. Un círculo vicioso de interdependencia en el que nosotros tenemos las de perder. De ahí que la transición energética no solo debe perseguir la reducción de emisiones o el acceso barato a la energía, sino también, la reducción de nuestra dependencia energética. En la tormenta perfecta que vivimos, estamos en momentos de escasez, no solo provocada por la especulación, sino por la escasez de gas respecto a la demanda.

Europa necesita generar su propia energía y las opciones son pocas

Nos encaminamos hacia la primavera, buscando un respiro en la demanda, pero no podemos relajarnos. Al final del verano, volveremos a la misma situación y debemos tomar medidas.

Ante la escasez, reducción del consumo, mejora de la eficiencia y electrificación de la demanda. Europa necesita generar su propia energía y las opciones son pocas. Renovables y nuclear son técnicamente una buena combinación, pero ni es tan fácil desprenderse del gas, ni construir nuevas centrales nucleares es una opción inmediata o barata.

La prioridad, insisto, debe ser la suma de descarbonización y reducción de la dependencia de los países que amenazan nuestras libertades y nuestra forma de pensar. La superioridad moral que algunos se arrogan y el eurocentrismo, no son suficientes para sostener nuestro modelo de desarrollo. Los que se rasgan las vestiduras por la asimetría con la que Europa ha reaccionado a los conflictos fuera de sus fronteras y la vehemencia con la que estamos actuando en la invasión de Ucrania, deben entender que nos jugamos mucho más que una crisis humanitaria.

Rusia necesita a Europa y sabe que, en menos de dos décadas, si no tiene un contrapeso con el que ejercer la fuerza, será irrelevante en la escena internacional y probablemente, caerá en los brazos de China. Por tanto, solo le queda la opción de la demostración de fuerza para, por un lado, mantenerse en el poder y por otro, sostener su relevancia internacional.

Nos estamos jugando la integridad de nuestras fronteras, nuestro acceso a la energía, nuestro crecimiento y nuestra posición en el tablero de juego.


Jorge González Cortés es director de desarrollo de negocio de Gesternova y presidente de Contigo Energía