El PP se encuentra ahora con la paradoja de estar interesado en absorber los votos que en las anteriores elecciones andaluzas fueron a parar a Ciudadanos y al mismo tiempo necesitar que el partido naranja sobreviva para aportar a Juanma Moreno los tres o cuatro escaños que necesitaría -ya veremos lo que dicen las urnas- para eludir de una vez por todas la presión a la que pretende someterle Vox con eso de que, aún en el caso de que necesitara uno sólo de sus votos parlamentarios para lograr la investidura, ese voto se le negaría si no aceptara que Vox entre en el gobierno.

Ya sabemos que Moreno Bonilla pretende gobernar en solitario pero eso hay que poder hacerlo y mantener ese gobierno en el tiempo y con estabilidad. Y eso no es tan fácil cuando le faltan los votos necesarios para completar su mayoría.

Ahí es donde comienza la negociación y, en última instancia, el chantaje. Un chantaje al que nunca someterían los diputados de Ciudadanos al más que previsible presidente de la Junta.

Ha dicho Juan Marín que si él consigue en solitario su escaño, es decir, si nadie más de su partido logra su acta de diputado, él presentaría su dimisión. Grave error del que debería sacarle cuanto antes su jefa Inés Arrimadas.

Primero porque, aunque no tenga sentido que Marín ocupara la presidencia, sí que lo tendría, y mucho, que siguiera desempeñando la consejería que ahora ocupa en funciones, Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local, lo que otorgaría una continuidad en la responsabilidad del ejercicio que siempre es muy apreciada por los ciudadanos.

Pero no sólo eso: también supondría un gran apoyo para Juanma Moreno, con quien ha establecido en estos cuatro años pasados una excelente y productiva relación política.

Pero, sobre todo, porque su continuidad sería la demostración de que el partido naranja puede que agonice pero no estaría definitivamente muerto, que es lo que pretende conseguir Inés Arrimadas cuando presenta el caso de los liberales alemanes que desaparecieron del parlamento pero han vuelto a aparecer en él y además ahora mismo forman parte del gobierno de coalición.

Si no está todo perdido para Cs será porque gentes como Juan Marín permanecen ondeando la bandera del partido naranja

Si no está todo perdido para Ciudadanos será porque gentes como Juan Marín permanecen ondeando la bandera del partido naranja, aunque de momento pueda ser que la ondeen en solitario. No debe renunciar.

Por lo que se refiere a Vox, es verdad que el órdago lanzado por Macarena Olona durante el debate de Canal Sur -eso de que si necesitara usted uno solo de nuestros votos para su investidura no se lo ofreceríamos si a cambio de eso no entramos en el gobierno- tiene todo el aspecto de ser una baladronada. Impropia, en cualquier caso de un asunto tan serio como una hipotética repetición de elecciones, caso de fracasar la investidura de Juanma Moreno.

Pero sea como sea, es una muestra de cómo se plantea Vox la entrada en la Junta de Andalucía: imponiendo. Y esa no es de ninguna manera una buena carta de presentación para una formación política que no tiene la menor experiencia de gestión de la cosa pública.

Olona o Santiago Abascal, tanto monta en este caso, deberían ser más humildes porque de lo que se trata, además de defender unos cuantos principios irrenunciables, es de organizar, para mejorarla, la vida de ocho millones y medio de ciudadanos.

Y esa es una actividad llena de complejidades de las que sus futuros diputados no tienen de momento la menor idea. No es, por lo tanto, el tono que se espera de una formación virgen de experiencia gestora.

Para impedir ese tipo de imposiciones no estaría de más que Ciudadanos obtuviera dos o tres escaños, que serían agua de mayo para el presidente de la Junta. Pero los electores deciden.

Y sólo un apunte más, éste referido al Gobierno de Pedro Sánchez. Bien está que los barones del PSOE acudan como un solo hombre a apoyar al candidato Juan Espadas, bien está que los ministros acudan a su vez a hacer lo propio si forman parte del Partido Socialista.

Pero que el presidente Pedro Sánchez utilice el Consejo de Ministros para anunciar en sus mítines medidas destinadas a todo el país como propaganda electoral es más de lo que se debe tolerar.

El conjunto resultante, ministros volcados en la campaña más las decisiones del Consejo utilizadas como respaldo al candidato socialista, evidencian sobre todo un grado de desesperación considerable ante la posibilidad, no ya de que Juan Espadas no gane las elecciones, sino de que no consiga igualar en escaños y en votos los obtenidos por Susana Díaz, descabalgada manu militari por Pedro Sánchez, tras las últimas elecciones andaluzas de 2018.

Ésa sería la verdadera humillación suprema para Pedro Sánchez, la que le dejaría descolocado de ese papel de líder indiscutido en un partido hecho ahora a su imagen y semejanza.

Esperaremos a la noche del día 19 para examinar hasta donde llegaron las aguas en este concreto aspecto.