En las próximas semanas el objetivo número uno de Moncloa y su terminal política, el PSOE, va a ser desacreditar a Feijóo. De hecho, desde mediados del mes de agosto no hay día sin que algún ministro (a veces dos) arremeta contra el líder del PP, en ocasiones recurriendo al insulto. Es la prueba más evidente de que Pedro Sánchez se ha tomado muy en serio el efecto Feijóo.

El presidente se ha propuesto doblarle el pulso a las encuestas, que le vienen siendo adversas desde hace seis meses. A finales del mes de febrero sucedieron dos cosas de forma casi simultáneas: la defenestración de Pablo Casado y la invasión de Ucrania. En apenas 48 horas, la hoja de ruta del presidente del Gobierno quedó desbaratada. Por un lado, a Casado ya le había tomado la medida: tras una ligera remontada en los sondeos, a partir del otoño de 2021 el PP se frenó, como consecuencia fundamentalmente de la guerra interna entre el líder del partido y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Por otro lado, la guerra frustró las expectativas de Sánchez de una fuerte recuperación económica, basadas en la llegada masiva de fondos Next Generation. La economía no le iba a ayudar a ganar las elecciones, sino todo lo contrario.

Lo que desde luego nadie preveía en el poderoso equipo de análisis de Moncloa era que la sola llegada del presidente gallego a Génova iba a suponer un revulsivo tan claro e inmediato en las expectativas de voto del PP. Hasta tal punto, que incluso el fiel Tezanos tuvo que doblar la cerviz y admitir que si hoy se celebrasen elecciones, ganaría el partido conservador con cierta holgura.

La prueba más evidente de la fortaleza del PP y la debilidad del PSOE fueron las elecciones andaluzas del mes de junio, en las que Moreno Bonilla se alzó con la mayoría absoluta. Tampoco Vox tuvo el resultado que esperaba y, de hecho, esa es una de las razones de la retirada de la política de Macarena Olona, la figura más emblemática del partido después de Santiago Abascal. De Unidas Podemos, mejor no hablar. Junio significó también el primer gatillazo de la aventura política de Yolanda Díaz.

En fin, Andalucía fue un mazazo para Sánchez y también para el leit motiv de su argumentario frente al PP: que era Vox quien le marcaba la pauta, que PP y Vox prácticamente eran dos opciones similares.

Llegó el mes de julio y el presidente, en lugar de hacer crisis de Gobierno, hizo crisis de partido. Aunque a día de hoy, según ha reconocido en conversación con periodistas en su periplo por Colombia, Honduras y Ecuador, no descarte cambiar algún ministro antes de final de año para lanzarle como candidato en las municipales y autonómicas del mes de mayo.

Moncloa quiere convertir a la presidenta de la Comunidad de Madrid en la Maléfica de la derecha y a Feijóo en una marioneta que baila al son que Ayuso le marca

Sánchez, dicen en su entorno, ha regresado de las vacaciones "con las pilas cargadas". El partido ha llamado a rebato a sus huestes para llevar a término una campaña con actos repartidos por toda España, muchos de ellos con la presencia del propio presidente del Gobierno.

¿Cuál es el hilo conductor de esta ofensiva? Desacreditar a Feijóo y poner de manifiesto que quien marca la pauta en el PP es la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Ayuso se ha convertido en Maléfica y Feijóo es un fraude que, bajo una capa de moderación, esconde a un guiñapo de la derechona.

Que el PSOE centre sus dardos en Ayuso es lo mejor que le podría pasar a la presidenta madrileña pensando en los comicios del mes de mayo. Eso le permitirá confrontar con Sánchez y pasar olímpicamente del candidato socialista, que aún no se sabe quién va a ser.

Feijóo tiene más años y mucha más experiencia que Casado. Así que es difícil que pique el anzuelo. El presidente del PP sabe que Ayuso es un activo muy importante del partido. Que sus triunfos se los puede apuntar sin ningún problema, porque él cuando se la juega no es en mayo, sino en diciembre de 2023.

Los hechos, por otra parte, demuestran que Feijóo no es ningún rehén de Ayuso. Cuando ganó el Congreso y nombró a la nueva dirección tan sólo colocó a un madrileño (Pedro Rollán) en el Comité de Dirección del partido. El poder se lo repartieron Galicia y Andalucía. Esa fue la lectura que hizo unánimemente toda la prensa, de izquierdas y de derechas.

Es verdad que Ayuso es mucho más ágil que la dirección nacional de su partido a la hora de marcar posición. Ejemplo de ello ha sido la decisión de recurrir ante el Tribunal Constitucional el decreto de medidas para el ahorro energético, cosa que no hará Génova. Cuando se discutió en el Comité de Dirección la posición del partido en el Pleno que había de convalidar el decreto de medidas, hubo unanimidad en que el PP debía votar en contra. Pero nadie mencionó a Ayuso.

La relación entre los equipos de dirección de Génova y de Sol son bastante fluidas, nada que ver con lo que ocurría en tiempos de Casado. Ahora bien, Feijóo sabe que las batallas que puede dar la presidenta de la Comunidad en Madrid no pueden condicionar la política del partido a nivel nacional. Mientras que Génova va a poner todo el peso de la oposición a Sánchez en el terreno de la economía, Madrid buscará un cuerpo a cuerpo centrado en los valores, en la ideología (liberalismo/comunismo), como ya hizo en mayo de 2021 con un resultado excepcional.

En fin, que los asesores de comunicación del Gobierno y del PSOE van a tener difícil demostrar que Feijóo baila al son que le marca Ayuso. Y en política, cuando el argumento es falaz, lo que suele suceder es que el tiro sale por la culata.