Nos creíamos que todo estaba solucionado por zurrar a los señores de los puros en su hoguera ritual, carbonífera y luciferina, pero resulta que no. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que no es un club de habanos ni de galgos sino un organismo creado por iniciativa de la Unión Europea, ya prevé que España entre en “recesión técnica” a principios de 2023, o sea que nuestro PIB ya caerá en el último trimestre de este año, con toda su poesía otoñal y su lagrimeo de nieve. Sin duda sólo son agoreros, curanderos o brujos, que diría Sánchez a la vez que expone sus presupuestos mágicos hechos de ingresos mágicos y alubias mágicas. El Instituto de Estudios Económicos también ha hablado de un “gasto público ineficiente y cortoplacista”, y el Círculo de Empresarios, por su parte, de unos presupuestos “imprudentes, insolidarios e irreales”. Pero yo creo que en estas afirmaciones lo que hay es mucha peste a puro, a loción de barba y a pata de conejo supersticiosa. Olvidan que aquí tenemos un Gobierno de la Gente, contra el que nunca ha podido la realidad.

Toda Europa se prepara para entrar en recesión, salvo, por supuesto, la España del Gobierno de la Gente, que suena a sustituir la gobernanza y la economía por una tómbola en la plaza, cosa que a mí me parece un éxito seguro. Rishi Sunak, nuevo premier de Reino Unido, millonario, leve y juncoso, habla de “tomar decisiones difíciles” porque se enfrentan a una “profunda crisis económica”, mientras aquí Sánchez presume de números como de tipito y sólo prepara para este invierno turrón presupuestario y bonos para el metro igual que paseos en trineo. Es normal si se piensa que aquí no puede haber más crisis que la eterna crisis española, la guerra entre derecha e izquierda, entre ricos y pobres quevedescos, de comedia de corrala, y eso ya lo ha solucionado Sánchez sacando el trabuco fiscal y la máquina de hacer gachas. Una vez que se ha quitado a los ricos para dar a los pobres, al Gobierno de izquierdas, al Gobierno de la Gente, ya no le queda nada más que hacer. Todo lo que venga será ya inevitable, como han sido inevitables el bicho, Putin o el precio de la merluza o de la luz, ya merluza abisal o luz de ciencia-ficción. 

Sánchez es incapaz de lidiar con la realidad y no hay nada más real que el sufrimiento, así que todo será negación, exculpación, resignación o consuelo

Europa ve venir la recesión, pero en España no vemos venir nunca nada. A todos aquí se les pone cara de Solbes, esa cara de búho de perchero de biblioteca que tenía Solbes negando la crisis con un zureo de voz y un baile egipcio de cuello o de gafas. O se les pone cara de Zapatero, esa cara de presidente pillado por la crisis como la cara de un mimo despintado por la lluvia del parque. Sánchez tiene más o menos la misma cara cataclismo tras cataclismo, esa cara de maniquí con ropa de tenis en un escaparate que arde. Tampoco se le nota nada a María Jesús Montero, escayolada de cara por los gobiernos del PSOE andaluz. Mucho menos se le va a notar a Yolanda Díaz, que está como hipnotizada por su izquierda de aromaterapia. Pero yo diría que se le nota a Calviño, que de repente, durante un segundo, parece raptada como una ninfa por sus propios papeles, o suspendida de una coma decimal como de un gancho de carnicero. La cara para las catástrofes es la misma o es diversa, pero lo malo de Sánchez es que nunca buscará soluciones ni reformas, sino culpables y parches. 

Sánchez nunca va a salir en plan Sunak, a decirnos que hay que rajar o que hay que sufrir, como un cirujano bien vestido (le leo a Ana Alonso que Sunak viste de Savile Row, donde viste Carlos III y donde vivía Phileas Fogg, que es verdad que estaba como casado con su armario). Sánchez es incapaz de lidiar con la realidad y no hay nada más real que el sufrimiento, así que todo será negación, exculpación, resignación o consuelo, que no es tomar medidas sino lo contrario. En Europa se preparan para enfrentarse a la recesión, pero Sánchez sólo se enfrenta a la crisis rebajando penas por sedición, reforestando de momias los cementerios y mojando con un chorro de flor de broma los puros, gordos y grasientos como jamones, de los señores de los puros, también gordos y grasientos como jamones.

Nos avisan de lo que viene desde ese Londres estirado, supurante, mineral e inmemorial como una capital de estalagmitas; nos avisan de lo que viene también desde aquí, a través de organismos y asociaciones que el búnker de la Moncloa considera bandadas de cuervos. Pero Sánchez pretende hacernos creer que lo que pasa en Europa no va a pasar en España, que aquí tenemos un Gobierno de la Gente mientras por allí tienen tristes musicales dickensianos y mucha palidez calvinista. La postura de Sánchez descarta tomar medidas porque todas las medidas están ya tomadas, o sea que se ha decretado la persecución del rico con su pinta de pingüino y ya sabemos que el exceso de los ricos se transformará directamente en estado del bienestar. Toda la economía que sabe o practica Sánchez parece este truco del almendruco, y ciertamente es así.La verdad es que Sánchez sólo quiere su presupuesto, cualquier presupuesto, que a él le supone algo así como el aplazamiento de una sentencia o la postergación de un cruel despertador. Por eso anda más pendiente del delito de sedición que de una recesión que no se parará volando las chisteras de unos ricos que no usan chistera. Se puede decir que los presupuestos no son reales, pero la realidad, al menos hasta ahora, nunca ha podido con Sánchez. Lo que Sánchez busca es tiempo, no soluciones. Y para conseguir tiempo, ya digo, bastan unos malos y algunos parches. Eso es lo que defiende con su cara de Zoolander (esa mirada acero azul) o su cara de Dick Turpin (no vamos a decir Curro Jiménez porque ahora toda la moda presidencial, heroica y masculina es británica, que ya vimos a Feijóo con su posado de regatista de Oxford en jersey). Y así, con esas caras, esos malos y esos parches nos dirigimos, una vez más, al siguiente apocalipsis.