El mundo entero celebra en este viernes 25 de noviembre -jornada en la que firmo este artículo que ustedes leerán mañana sábado- el Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres. Esa violencia que mata, cada año, tristemente, a miles de ellas en todo el mundo y cuya existencia tratan de negar en vano un buen puñado de políticos en España y resto del mundo, cegados por su odio y su populismo de extrema derecha. 

Muy a pesar de muchos, este Día Internacional ha quedado embarrado por la polémica política generada en la tarde del pasado miércoles por la actitud, que yo califico sin ningún paño caliente como puramente fascista, de una diputada de Vox contra la ministra de Igualdad, Irene Montero. Unos insultos  incalificables y unas inadmisibles insinuaciones, ‘usted sólo ha explorado a fondo a Pablo Iglesias’, que han hecho que el foco mediático se haya desplazado de la atención a las mujeres que sufren palizas o que son asesinadas hacia los intereses electoralistas -de cara únicamente a su fiera parroquia- de una ultraderecha que ejerce, sin miramientos, lo que la propia afectada, la ministra Irene Montero, calificó de violencia política. Algunos estarán pensando que exagero llamando fascistas estas palabras y actitudes, yo creo que NO exagero. Intentar eliminar un adversario político de esta forma no merece otro nombre. Estos no son solo insultos y falta de respeto, estos señores y estas señoras han superado cualquier línea roja de la dignidad política e humana. 

La violencia SÍ tiene género… pero no filiación política

A las víctimas de este terrorismo machista y heteropatriarcal no se les pide su adscripción ideológica, así como tampoco son relevantes sus simpatías políticas hacia la izquierda o hacia la derecha. Mueren desde todos los extremos del arco ideológico. Tampoco sus asesinos corresponden sólo a una única y determinada devoción política. Pero eso a los fascistas no les importa en absoluto. Viven tan sólo preocupados por sus repugnantes intereses electoralistas a corto plazo. 

El despreciable discurso machista de la diputada Carla Toscano ha conseguido ocultar también la necesidad de una corrección en la ya famosa ley del ‘Sí es sí’ que, por ciertas deficiencias técnicas, sin duda subsanables, rebaja las penas de algunos de los agresores, agravando el sufrimiento de las víctimas y de sus familias. Un informe de ‘Hay Derecho’ subrayaba en los últimos días que en España se está poniendo en riesgo el Estado de Derecho, pero no tanto por las más o menos lamentables deficiencias jurídicas de algunos textos legales, sino por la polarización política y un creciente enfrentamiento en el que -me permito añadir- todo vale ya con tal de perjudicar o incluso de tratar de destruir al adversario parlamentario, al que se ha convertido ya en enemigo.  

Los errores de Irene Montero, si es que los ha habido, serán corregidos. El daño que ella ha sufrido es más difícil de separar

En los últimos días vengo repitiendo que muchos, casi siempre desde la misma formación política, Vox, con sus palabras llenas de odio han conseguido -enfocándolo desde su propio punto de vista- volver a colocar en el centro del escenario político y con la mayoría de las simpatías a su favor, por la agresión que ha sufrido, a una ministra que no estaba pasando por su mejor momento, tras las primeras rebajas de condena de las que se han beneficiado algunos agresores. Irene Montero puede ahora, legítimamente, solicitar el amparo de las fuerzas políticas democráticas y el de casi toda la sociedad, salvo la parte más enferma de la misma. Sus errores, si es que los ha habido, serán corregidos. El daño que ella ha sufrido es más difícil de reparar.

El Supremo pondrá las cosas en su sitio, pero los políticos deben también estar en el suyo.

Los errores del legislador no son algo nuevo, ni exclusivo de España. Tan es así que, desde la propia Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez lo ha repetido ya en los últimos días en múltiples ocasiones, se apunta hacia el Tribunal Supremo como necesario instrumento que substancie una unificación doctrinal para que, si ha podido generarse alguna confusión en las últimas semanas, quede solventada a la mayor brevedad posible. Las víctimas no merecen menos. Y los agresores, que deben pudrirse en la cárcel, tampoco son acreedores a un menor castigo. 

Durante la mañana del propio viernes 25 de noviembre, la Audiencia Provincial de Madrid daba a conocer su decisión, a pesar de que algunos jueces han votado en contra, de apartarse del criterio de la Fiscalía y aplicar la reducción de condenas para violadores o agresores sexuales que lo soliciten. El Tribunal Supremo, repito, deberá emplearse ahora a fondo en este maldito asunto. 

Jueces y fiscales cada vez más sensibilizados… ¿y los políticos?

‘No busques justificaciones a tus comportamientos violentos’. Es el título de la campaña que, en España, ha lanzado la Fiscalía General del Estado, y que está dirigida a desmontar las falacias de los agresores, de los maltratadores, de los asesinos. El primer paso para erradicar una lacra como la Violencia de Género es conocerla, sacarla a la luz, no darle la espalda, ya sea por sectarismo o por cobardía, y denunciarla con toda la contundencia posible. Esto y una necesaria sensibilización, claro está. Los jueces y los fiscales suelen insistir en que están suficientemente formados. Tal vez, aunque me permito añadir que nunca es suficiente. 

Echo en falta, sin embargo, este tipo de campañas en el ámbito político. Ya conocemos, porque son recurrentes y necesarias, las que se promueven desde el Gobierno de España y desde el Ministerio de Igualdad. También las que lanzan con cierta frecuencia los partidos más progresistas del arco parlamentario. Pero echo en falta una mayor contundencia por parte de las fuerzas políticas que basculan desde el centro derecha a la derecha liberal e incluso conservadora. A los ultras los sigo dando por perdidos, como es natural. Son una anomalía del sistema a la que habrá que ir combatiendo con las urnas, aunque no me cabe duda de que acabaremos por vencerles porque somos muchos más y desde luego mucho mejores que ellos. Su estupidez, con el lamentable incidente que ha marcado esta semana política a punto de terminar, no tiene límites, como se ha visto, y será la que acabe por enterrarles. El viernes pudo verse a Alberto Núñez Feijóo y a Juanma Moreno arropar a las víctimas, en los actos oficiales de conmemoración de este Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres, pero me gustaría tener el pleno convencimiento de que todo el PP está volcado con esta causa. La necesaria distancia en esto, como en muchos otros asuntos, es imprescindible para el partido que lidera quien aspira a heredar, o al menos a competir por hacerlo en poco más de un año, la jefatura del gobierno de España. 

Hasta que no se consiga en España una plena sensibilización, judicial, política y social, mucho me temo que la democracia en nuestro país no podrá ser calificada como perfecta ni de una calidad plena. Es trabajo de todos, y es urgente, aislar no sólo a los agresores, sino también a los fascista negacionistas que se empeñan en negar la existencia de esta evidente violencia y que con su comportamiento tratan de manchar la imagen de quienes, desde el gobierno o desde cualquier ámbito público, tratan de luchar contra ella.