Cándido Conde-Pumpido se dejó visitar en su domicilio de Las Rozas (Madrid) por El País el mismo día que fue elegido presidente del Tribunal Constitucional. En la fotografía que reproduce el diario, el magistrado aparece sobre fondo negro mostrando el Código Constitucional del profesor Manuel Fraile Clivillés, un manual de referencia para los constitucionalistas. Es como una declaración de principios. Para que a nadie le quepa duda de cuál va a ser su guía durante su mandato.

El medio, decía McLuhan, es el mensaje. Así que su aparición exclusiva en El País, el medio que utiliza habitualmente Moncloa para difundir sus mensajes, es también una declaración de intenciones. A diferencia de María Luisa Balaguer, la candidata progresista a presidir el TC ("la favorita del PP", como la califica el propio Conde-Pumpido), él es coherente. Previsible, que diría Rajoy.

Nada en el comportamiento de este magistrado, de sólida formación y respetado por ello entre sus colegas de todas las tendencias ideológicas, se deja a la improvisación. Pongamos un ejemplo. El miércoles, tras la votación que le dio el triunfo por seis votos a cinco -en la que la magistrada María Luisa Segoviano no se recató en mostrar a quien señalaba en la lista de candidatos- un reconfortado Conde-Pumpido tomó la palabra para resaltar los méritos de los cuatro nuevos miembros del Tribunal. Aunque a Laura Díez, "que viene de Cataluña", reconoció que no la conocía bien.

Pues bien, sin venir a cuento, el recién nombrado presidente del TC recordó el artículo segundo de la Constitución y declaró solemne que "nuestra Constitución no permite ni la secesión, ni la autodeterminación, ni la independencia". La única que no escuchó sus palabras fue Balaguer, que, nada más concluir la votación, se fue a su despacho. Algunos pensaron que aquel alegato era la manera que tenía Conde-Pumpido de saldar el malentendido creado por Segoviano en unas declaraciones a Carlos Alsina, en las que dejó abierta la puerta a que el TC estudiara el "tema complejo" de la autodeterminación. Puede ser.

En una comparecencia en el Senado, Conde-Pumpido dijo que la Justicia no está para "obstaculizar procesos políticos"

Lo que sí es seguro es que el presidente del TC dijo lo que dijo para que se supiera. Porque esa misma tarde algunos medios ya estaban reproduciendo su pronunciamiento como si fuera una "línea roja" infranqueable para acallar a los que opinan que con una mayoría "progresista" tan amplia en el Tribunal de Garantías el Gobierno podría tener la tentación de ceder, como ha hecho con la sedición y la malversación, a las demandas de ERC, su socio y eventual apoyo parlamentario.

En anécdota probablemente recreada, se dice que Luis Miguel Dominguín, tras su primera noche de amor con Ava Gardner en el hotel Hilton, se levantó de la cama como si tuviera prisas por marcharse. "¿A dónde vas?", dicen que le preguntó la entonces mujer más bella del mundo. "Pues a contarlo", respondió él con sinceridad torera. Yo creo que Conde-Pumpido se ha marcado un Dominguín para taparle la boca al PP y a los que dudan -dudamos- de que no vaya a plegarse a los deseos de Moncloa.

Aclaro mi escepticismo. En una comparecencia en el Senado (el 16 de octubre de 2006) para explicar sus polémicas declaraciones sobre el alto el fuego de ETA -aquello del "vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino"- el entonces Fiscal General del Estado afirmó: "La Justicia no está para favorecer procesos políticos, pero tampoco para obstaculizarlos".

Pues bien, si Conde-Pumpido es coherente, que lo es; previsible, que lo es, no veo por qué va a obstaculizar un proceso que -sin llamarlo autodeterminación- permita a los ciudadanos de Cataluña votar sobre su acomodo en España, cosa que, por otro lado, han admitido algunos líderes socialistas como Miquel Iceta.

Pero, en fin. Demos a Conde-Pumpido la oportunidad de demostrar su apego a la unidad de España y a los preceptos constitucionales, como por ejemplo, que el castellano es también lengua oficial en Cataluña. Pronto tendremos la oportunidad de comprobarlo.