Vamos a ver, ni la una ni los otros cuentan con arraigo territorial, que es algo con lo que sí cuenta IU.

Yolanda Díaz es una persona en solitario que el único apoyo que tiene seguro es el de Comisiones Obreras. Lo demás que le rodea son partidos, que es precisamente lo que ella no ha querido nunca: Compromís, los Comunes y Más País, porque Más Madrid queda circunscrito a la comunidad madrileña.

No creo que esos partidos se deshagan para concurrir en una candidatura única y presidida por Yolanda Díaz, con lo cual ella tendrá que asumir por fin que sin partidos políticos no hay candidatura que valga.

Y ya digo que de entre todos los partidos en el entorno de Díaz el único que tiene arraigo territorial en toda España es Izquierda Unida porque viene del Partido Comunista de España, el único que luchó contra el franquismo durante los tiempos duros. Y de esa militancia quedan todavía agrupaciones en toda España, agrupaciones pequeñas, mínimas si se quiere, pero reales.

Podemos no tiene nada. Está en los huesos. Y por eso tiran de presión a Yolanda Díaz. La quieren pero la odian. La odian pero la necesitan

Podemos no tiene nada. Está en los huesos. Nada queda de aquel momento dulce del asalto a los cielos. La situación de Podemos en toda España es penosa y por eso tiran de presión a Yolanda Díaz para pactar una especie de iguala en la que los dos actores estén a la misma altura y con las mismas posibilidades. La quieren pero la odian. La odian pero la necesitan.

Porque hay algo que tiene Díaz y que no tiene Podemos: la consideración de una parte importantísima de la opinión pública, incluso de quienes no la votarían nunca si se le ocurriera acudir a las elecciones del brazo de los morados. Incluso gente de centro la considera una buena política. 

Eso no le pasa a Irene Montero que sólo es digerible para los muy cafeteros pero que se daría una costalada muy importante en unas elecciones generales. Esta Montero es lo peor que se despacha en el seno del Consejo de Ministros y no digamos ya nada de su secretaria de Estado, la tal Pam.

Por lo tanto, siendo un hecho que Yolanda Díaz carece de arraigo territorial y probablemente tendrá que ir sumando pequeñas formaciones políticas por todo el territorio español, tiene algo de lo que carecen Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Iglesias: una imagen aceptable para el personal.

Por eso no tiene ningún sentido pretender que Díaz se someta a primarias dentro de Podemos. Primero, porque contaría con la enemiga de Pablo Iglesias y toda su capacidad de maniobra, que es mucha dentro de su partido.

Y segundo, porque en el seno de los morados la señora Díaz no tiene el menor predicamento, con lo cual  sería arrastrada por el fango de los varios puñados de votos que, en un gesto de consolación más que nada humillante, le otorgarían los podemitas.

Que se les vaya quitando de la cabeza una idea tan peregrina porque si esa es la condición para llegar a un acuerdo, ya les digo yo a ustedes que el acuerdo no va a llegar. A menos que en una representación de la más pura hipocresía la tan denostada Díaz se vaya a convertir en “Díaz la amada”.

Y aquí quiere también cortar su trozo de tarta Alberto Garzón que con buen criterio -y mira que es difícil decir eso de este hombre- ha dicho algo ciertísimo: "el bagaje de Izquierda Unida es enorme, con más de 35 años de historia y una militancia de oro curtida en mil batallas", ha escrito en Twitter.  No es el bagaje de 35 años, es el bagaje de más de 100 años largos, con una estructura que en su día fue de hierro y ahora es de hilaturas de plástico, pero todavía resiste. 

Estos son como dos impedidos -si ahora se puede utilizar la palabra- que van apoyándose el uno en el otro procurándose así una cierta estabilidad. Y delante, como un pimpollo, va una señora que no tiene ni estructura territorial ni nada que se le parezca pero tiene en cambio algo de lo que carecen los otros dos: una buena planta y una buena consideración popular.

Con eso quieren hacer algo que permita al PSOE repetir gobierno en las próximas elecciones generales.

Y,  en todo caso, agitar desde el primer día la calle en la hipótesis más plausible según todos los sondeos, que es una victoria del Partido Popular.