Hay una cosa que me tiene descolocado: el PSOE presume (casi alardea) de tener la maquinaria electoral más potente de nuestro país. Posiblemente sea cierto y, encima, juega con la ventaja de ser considerado el partido osado sin ser temerario, el sagaz sin pasarse de listillo, el innovador sin ser imprudente, el sensible sin llegar a ser… iba a decir melancólico, pero ahí algo no me convence. 

No me convence porque, hoy en día, esa frontera es difusa. De hecho creo que la melancolía ha extendido su capa sobre la sensibilidad y ya el gran público habla del primer significado con el segundo significante, pero… qué sabré yo.

Ahora, volviendo a la maquinaria electoral, el PSOE era quién mejor sabía seleccionar sus cuotas de votantes. Su capacidad para raspar esquinas buscando convencidos era tal que era el que ganaba por goleada en periodos de bonanza: lo que proponía el PSOE era correcto adecuado y, como un muffin, se vendía con una capa frosted por encima que le daba color y sabor.

Lo cierto es que encajar regular la política de bloques ha sido algo hasta, hace poco, bastante común.

Aún recuerdo aquel congreso de julio de 2018 en el que Pablo Casado logró la presidencia del Partido Popular. Se dirigió a los compromisarios prometiendo recuperar los valores tradicionales del PP, como dando respuesta a una cuestión que se respiraba: ¿por qué Vox?

Ese objetivo me dejó perplejo ya sólo en el enunciado.

El Casadismo no parecía entender que el voto que se había ido a Vox era un voto muy, muy difícil de recuperar. No parecía entender que quedaba un largo tránsito por el centro, pero que, de querer hacerlo por la derecha, todo iba a ser más penoso.

¿Quién nos iba a decir entonces que Ciudadanos iba a caer en “rompan filas”? Cierto: decir hoy que aquello era una lectura clara es puro ventajismo, pero competir por el voto del centro era, ya entonces, una estrategia más viable que intentar recuperar a un votante enfadado. Muy enfadado.

Aquel planteamiento se basaba en sembrar de valores liberales el centro y conservadores la derecha. Pero todo modelo que se implanta, o evoluciona o se abandona por ineficiencia. Así que la atención prestada a lo conservador, le alejó del centro y, lo que fue peor, el votante centrista se quedó en casa en abril de 2019.

El PSOE se comporta como si pudiera abarcar todo el campo de la izquierda y, por ello, ahora vemos las consecuencias de este exceso de voluntarismo

Algo similar parece que le está pasando al PSOE de Pedro Sánchez, pero con un momento paradójico. Pedro Sánchez, incluso ganando tal y como dice el CIS, sabe que tiene que pensar en bloque de gobierno, porque no hay nada que indique que puede gobernar solo.

Puede que ése sea, de hecho, el mayor favor que le está haciendo José Félix Tezanos: al situar siempre por debajo al Partido Popular en intención de voto, plantea que, si Pedro Sánchez está obligado a hacer a vicepresidenta a Yolanda Díaz o a Ione Belarra, Alberto Núñez Feijóo tiene el mismo condicionante con Santiago Abascal.

Pero (y ésta es la paradoja) el PSOE se comporta como si pudiera abarcar todo el campo de la izquierda y, por ello, ahora vemos las consecuencias de este exceso de voluntarismo en el resultado de cosas como el Bono Térmico, la Ley del Sólo Sí es Sí o el Bono Cultural… entre otros.

Las prisas del Gobierno… de nuevo, supongo.

El Bono Térmico es una buena idea. El objetivo es ayudar a rentas bajas y familias numerosas porque se entiende (con cierta lógica) que en un hogar con mayor número de habitantes, pues el gasto en energía es mayor.

Pero salta en los medios que el Vicepresidente de la Comunidad de Madrid está percibiendo el bono porque su familia es considerada numerosa. Como siempre en estos casos, el gobierno entra en pánico y quiere ejemplarizar.

De hecho, prescindiendo de la nunca sorprendente autopercepción de Mónica García, lo que sí sorprende es que el Gobierno haya corrido a retirar la medida. Si la retiran, por buscar de nuevo el favor de la gente, va a impactar negativamente en las familias numerosas, a muchas de las cuales, las hacen, vaya, vulnerables.

Porque lo que transmite el gobierno hoy es que las familias numerosas son unas privilegiadas y que, seguro, todas ingresan mucho. El caso es que un soltero que ingresa 30.000€ al año no es vulnerable, pero una familia con 5 hijos y los mismos ingresos, tiene muchas más opciones de serlo en un escenario de inflación.

Abundemos en esto con la subida de las cotizaciones como toda solución para la reforma de las pensiones y con que, en España, el SMI son 14.700€ anuales, el salario más frecuente 18.480€ y el salario medio: 25.165€.

Pues, con esos números delante, resulta que el Gobierno considera renta baja las que caen por debajo de los 26.000€, es decir, todos los segmentos de arriba que son realidades estadísticas, todas, son consideradas dentro de la vulnerabilidad.

Lo que implica que en España la realidad salarial está muy decrementada, que la subida de las cotizaciones para las pensiones, claramente, no se puede hacer sólo con las rentas altas y … por muy tentador que sea para la izquierda llevarlo todo este segmento y que las familias numerosas no deben ser todas unas privilegiadas.

De hecho, muchas de esas familias numerosas, muchas, componen clase media. Es más, son a lo que Pedro Sánchez gusta llamar “clases medias trabajadoras”.

Así que por enmendar un error con vapores justicieros, se van a llevar por delante los ingresos de muchos hogares y con 3 agravantes: la mitad de la factura energética son impuestos, la excepción ibérica termina en diciembre de 2023 (que no tiene pinta de prórroga) y, por último, Christine Lagarde dijo el jueves que en 2025 se volvería a la inflación deseada del 2%. Pero eso implica que será un 2% mayor a cómo se quede en 2024, no que bajen los precios de aquí a 2025.

Pedro Sánchez puede sentirse preocupado al ver que Lagarde no es Von Der Leyen y que esa estructura de ser el demiurgo para el votante de la izquierda tiene lagunas, pero también puede estar pensando que existe la posibilidad que 2024 ya sea problema de otro.