Urgido por las prisas electorales y la presión de Podemos, ERC y Bildu, Pedro Sánchez ha conseguido aprobar la que él llama machaconamente "la primera ley de vivienda de la democracia".

El presidente cree haber encontrado en la norma que hará -dice- realidad el derecho a una vivienda digna que proclama la Constitución española, la fórmula mágica que le posibilitará ganar las municipales del 28-M y mantener sus feudos autonómicos como primera vuelta de las generales que se celebrarán en diciembre.

La demagogia necesita de un relato que, necesariamente, es pura ficción. Quiere hacernos creer Sánchez que desde la muerte de Franco ningún gobernante, ni siquiera Felipe González o Zapatero, se han ocupado de tan legítima necesidad. Le brinda así, tal vez sin saberlo, a sus socios de Gobierno, internos y externos, la gracia de haberse acordado de los pobres y menesterosos, tras más de 40 años de olvido. Coherente con esa impúdica narrativa fue la presentación del acuerdo que ha hecho posible su aprobación, cedida a los portavoces de ERC y de Bildu. Para comprobar que esta aseveración -"primera ley de vivienda de la democracia"- es falsa sólo hay que mirar la hemeroteca: Felipe, Aznar, Zapatero e incluso Rajoy aprobaron normas que tenían el mismo fin, pero, eso sí, con otro nombre.

Unido a este adanismo legislativo, tan propio de este Gobierno, está la construcción de una idea que sitúa al PP como servil lacayo de los intereses de los constructores y fondos buitre. Pero tampoco en este trampantojo ideológico pueden apoyarse sus argumentos. La construcción de viviendas, el boom, se alcanzó durante los años de Gobierno de Zapatero, llegándose el pico histórico en 2007, año en el que se construyeron en España más de 600.000 viviendas -ahora son poco más de 100.000-. Ese boom fue fruto del dinero fácil que proporcionaban las entidades financieras, sobre todo de las cajas de ahorro, que llegaron a ofrecer hasta el 120% de crédito sobre el valor del piso. A partir de 2008 estalló la burbuja, que se llevó por delante a las cajas de ahorro, que representaban más del 50% del sector financiero. Todavía recuerdo las palabras del fallecido Pedro Solbes afirmando, tras los primeros avisos de crisis por hipotecas basura en Estados Unidos, que aquí, en España, no había crisis.

Sigamos con el cuento de la lechera. Sostiene el presidente que el Gobierno va a poner a la venta todas las viviendas de la Sareb -el llamado 'banco malo'-, donde cajas y bancos metieron todo el ladrillo que no podían vender. La Sareb ha estado vendiendo pisos desde su creación, así que lo que ahora le queda en cartera es tan malo y tan mal situado que dudo que se pueda recolocar en ellos ni a una mínima parte de los jóvenes que ahora viven en las llamadas "zonas tensionadas".

La ley de Vivienda se basa en la falacia de que el Gobierno tiene la capacidad de hacer que bajen los precios de alquileres y viviendas a su antojo

Por no hablar de la promesa de construir otro montón de pisos en los terrenos del Ministerio de Defensa. Aquí el trabajo de hemeroteca es más sencillo. Marquen en su buscador de Google las palabras Ábalos, defensa y vivienda y les saldrá: Ábalos anuncia negociaciones con Defensa para aumentar el parque... Eso ocurrió en 2021, hace ahora dos años. ¿Dónde están esas viviendas? Nada hace pensar que su incumplimiento fuera la causa de destitución en julio de ese mismo año.

La ley está llena de agujeros, porque en su afán por castigar al sector privado, eleva sustancialmente la reserva de suelo obligatoria para vivienda pública, lo que encarecerá el precios de las viviendas que se construyan a partir de ahora. También invade competencias propias de Comunidades Autónomas (hay dos sentencias del Constitucional echando atrás pretensiones en ese sentido) y el presidente da por hecho que incluso las gobernadas por el PP tendrán que pasar por el aro. ¿Con que instrumentos? No lo sabemos.

Explicamos ya en una columna anterior la barbaridad que supone poner topes a los precios del alquiler y hacíamos referencia a lo que ya ha ocurrido en Barcelona, cuando esas medidas limitatorias del libre mercado se han llevado a cabo. Pero no importa.

Escuchamos a Ione Belarra afirmar sin recato que los alquileres esquilman a los pobres y favorecen a los ricos, como si fuera la nueva Pasionaria, y nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Cómo ha sido posible este retroceso? Los líderes de Podemos, Sumar y los independentistas, republicanos o filoetarras, sacan pecho al creer que con esta nueva ley se pone fin al 'principio liberal' de que el aumento de la oferta sirve para bajar los precios. Dicen que la burbuja inmobiliaria fue la demostración de lo contrario: récord de construcción y récord de precios. Así que, coligen, hay que hacer justo lo contrario, bajar la oferta, topar los alquileres y, de esa forma, bajarán los precios tanto de la venta como del alquiler. ¿Se puede ser más ignorante?

El ruido beneficia al demagogo. "El PP, Vox y Ciudadanos se oponen a esta ley porque con ella se atacan los privilegios de los ricos y de fondos como Blackstone", proclama Belarra. Pero después es el propio Gobierno, su Gobierno, el que recurre a Blackstone para colocar los pisos de la Sareb. Y ella no dimite.

El presidente, él no puede alegar ignorancia, ha lanzado al agua electoral un anzuelo para ver si pican los miles de jóvenes que ahora ni siquiera pueden pagarse un alquiler, no digamos ya comprar una vivienda. Pero las promesas de construcción de decenas de miles de viviendas se las lleva el viento. Como mínimo, según cuenta hoy Diego Molpeceres en El Independiente, Sánchez necesitaría de otras dos legislaturas como mínimo para que las promociones que ahora anuncia se lleven a cabo... si es que se ponen marcha en algún momento y, claro, si vuelve a ganar o a poder gobernar tras las generales de diciembre. Como estrambote de este afán propagandístico hay que mencionar el hecho de que en el Programa de Estabilidad 2023-2026 remitido el viernes a Bruselas no hay ni una sola mención a ese milagroso plan. El Gobierno aclaró horas después que los planes para la construcción de viviendas sociales los financiará con créditos y fondos europeos. ¡Ah! Ahora me quedo yo más tranquilo.

Me temo que la ley de Vivienda es poco más que un argumentario para animar a la concurrencia en los actos y mítines que nos esperan de aquí al 28-M. Las casas que se prometen son casas de papel... o, como en el cuento de Los Tres Cerditos, hechas de paja y cañitas secas.